La cadena hotelera de Tenerife Hovima Hotels boicotea dos docenas de marcas catalanas desde pocos días después del referéndum del 1-O. A consecuencia de los "últimos acontecimientos que han ido surgiendo en la comunidad autónoma de Catalunya", el departamento de compras de Hovima informaba a sus proveedores en un correo electrónico de la "decisión de no trabajar con ninguna de las casas y marcas" que relacionan en un listado. El Nacional tiene una copia de este correo.

Los 24 nombres vetados circulan desde hace tiempo por las redes sociales, en foros y páginas web anticatalanas. Aparte de los clásicos Casa Tarradellas y Cola Cao, la lista incluye sobre todo marcas de la multinacional catalana Agrolimen: comida para mascotas Affinity, dietéticos Bicentury; tapas y bocadillos de Pans & Company, Bocatta, La Dehesa de Santa María o El Pollo Campero; edulcorantes Mesura, cava Mont-Ferrant...

La gracia es que la lista es tan antigua que algunas de estas marcas ya no son catalanas. Agrolimen vendió su área de comida y restauración a la multinacional portuguesa Ibersol a finales de 2016. Los dietéticos antes, en 2015: los compró Nutrition & Santé, filial del grupo japonés Otsuka Pharmaceutical.

Entre los nombres figuran incluso los caramelos austríacos Pez. Probablemente se debe a que su distribuidor era la antigua Nutrexpa, grupo también listado... pero que ya no existe desde enero de 2015, fecha en que se dividió en Idilia Foods y Adam Foods, empresas con propietarios diferentes.

Cambiar de marca

El correo de Hovima especifica que si ya se ha tarifado alguno de los artículos, tiene que cambiarse por otra marca o comunicarlo rápidamente para "hacer la compra a otro proveedor".

Uno de los responsables del departamento de compras de la cadena canaria ha confirmado estas instrucciones, pero desconoce los motivos. La orden de boicot, asegura, proviene de la propiedad de la empresa y esta ha declinado hacer cualquier declaración.

Hovima Hotels es propietaria de siete establecimientos de tres y cuatro estrellas, que suman cerca de 1.800 habitaciones, y factura entre 20 y 30 millones de euros, según estimaciones de Hosteltur, una revista del sector. Este año, London Stock Exchange Group, dueños de la bolsa de Londres, la han nombrado una de las "Mil pymes que inspiran Europa". El propietario de Hovima es Roberto Konrad, también secretario del consejo directivo de Ashotel, una patronal hotelera de Tenerife asociada a la CEOE.

Muchos clientes catalanes

La recepción de Hovima Costa Adeje (en la foto), uno de los hoteles de la cadena, no sabe responder si en este establecimiento de cuatro estrellas y solo para adultos sirven o no productos catalanes.

La pregunta, sin embargo, les extraña porque "tenemos muchos clientes catalanes".

En la recepción de otro hotel del grupo, La Pinta, también de cuatro estrellas pero familiar, reaccionan con el mismo estupor.

Un hotel puede gestionar más de 2.000 referencias de productos, según el jefe de compras de una cadena hotelera con fuerte presencia en Andalucía que quiere preservar su identidad.

Al ser un gasto muy fuerte e inseparable de la calidad de un hotel, este especialista considera que "no es normal" hacer las compras con criterios no profesionales. En el caso de su empresa, ejemplifica, si la marca es visible para el cliente, como las bebidas, optan por primeras marcas y, si no, siempre por la mejor relación calidad-precio.

Otros competidores optan por "la estrategia de subasta de precios, pero siempre evaúan antes el producto". Concluye que "no es tan sencillo" realizar cambios entre proveedores porque "hace falta que encaje en la imagen del hotel, que sea fiable; que tenga un buen servicio y una buena logística... son muchos factores y la política nunca tendría que ser uno de ellos".

Sorprendente

El doctor en Economía y profesor en la Universidad Pompeu Fabra (UPF), Xavier Cuadras, ha estudiado bastante el fenómeno de los boicots y califica este caso "un poco sorprendente".

El territorio natural del boicot, explica, son los consumidores finales, sobre todo si se vanaglorian de hacerlo y lo propagan. A cambio de renunciar al producto o servicio que realmente querían, reciben un premio emocional. Pero los empresarios no pueden guiarse por este tipo de recompensas.

Para ellos, el boicot solo sería viable "si ha calculado que no sacrifica la relación calidad precio o si no le sube mucho los costes". El economista aventura –y acierta– que la cadena hotelera no habrá hecho público el boicot. La razón: tiene más que perder que ganar.

De hecho, todos los boicots suponen un riesgo de pérdidas en una economía globalizada. Para empezar, cuesta mucho identificar contra quién hacerlo y a quién perjudica de verdad, expone el catedrático de Economía Aplicada de la Universitat de Barcelona (UB), Germà Bel. Casa Tarradellas utiliza tomate extremeño y Gallina Blanca ha inaugurado hace pocos días una nueva línea de producción en Miajadas (Cáceres), entre muchos otros ejemplos.

Por eso, subraya Bel, los boicots "acaban siendo de productos simbólicos, como el cava". Aunque recuerda que Freixenet, cuyos dueños se han manifestado totalmente contrarios a la independencia, también recibe de lleno los efectos del boicot.