La muerte el pasado viernes de Islam Karimov ha provocado inquietud en Occidente. Este político, militante durante mucho tiempo del Partido Comunista de la Unión Soviética, alcanzó la presidencia del Uzbequistán después de la desintegración de la URSS. Durante los últimos 25 años ha gobernado el país con mano de hierro, con los viejos sistemas comunistas. Pero si bien en principio Karimov fue considerado un enemigo de Occidente, tras los atentados del 11-S, Estados Unidos lo sumó a sus aliados contra el islamismo. Su muerte deja a Occidente sin un aliado clave, y a Uzbekistán en una situación poco clara de cara al futuro. Paradójicamente, tanto la Casa Blanca como el Kremlin han declarado que esperan que la situación de Uzbekistán se mantenga estable.

Karimov, un hombre soviético

Karimov, hijo de padre uzbeko y madre tayika, se crió en un orfanato soviético. En 1991, con la disgregación de la URSS, pasó de ser primer secretario del Partido Comunista de Uzbekistán, a ser presidente del país (ahora en teoría democrático). Ganó las primeras elecciones presidenciales uzbekas, en 1991, gracias al fraude y al uso de los recursos estatales en favor suyo. Ha ido prorrogando su poder gracias a elecciones y referéndums muy dudosos (en alguno ha llegado a sumar más del 91% de los votos). No esconde su autoritarismo: cuando el islamismo se extendió por el país, Karimov llegó a declarar en el Parlamento que: "¡A estas personas hace falta dispararles un tiro en el frente! ¡Si hace falta, les disparo yo mismo!". Su muerte se ha visto rodeada del más puro secretismo estalinista: durante semanas no se supo nada del presidente, porque estaba ingresado en el hospital. Cuando se anunció la defunción, los medios oficiales lo desmintieron. Más tarde afirmaron que había muerto más tarde, pero nadie está realmente seguro de cuándo murió.

El horror uzbeko

Amnistía Internacional ha denunciado la práctica sistemática de la tortura en Uzbekistán. Se tortura a los presos comunes, se tortura a los islamistas, se tortura a los opositores a Karimov, e incluso se tortura a muchos emigrantes retornados, porque cualquiera que haya salido del país es sospechoso de haber ido a luchar en Siria con el Daesh. A menudo se tortura a los familiares de los fugitivos para que ayuden a localizarlos. Algunos sumarios se organizan gracias a las torturas, y son muy poco fiables, porque la gente acaba confesando lo que sea para evitar que continúen las torturas. Como mínimo en un caso, un disidente resultó muerto al sumergirlo en agua hirviendo. Los opositores a Karimov se arriesgan a penas larguísimas, porque una vez en la prisión se les alarga la condena de forma más o menos arbitraria. En Uzbekistán se celebran juicios a puerta cerrada y sin abogado para el acusado; pero, de hecho, eso no sorprende a nadie, ya que en algunos juicios públicos el juez ni siquiera permite hablar al acusado. La situación del país no se conoce muy bien, porque Karimov ha mantenido el país muy cerrado, pero se sabe que los campesinos son obligados a hacer trabajos forzosos en los campos de algodón (Uzbekistán tiene un potente y lucrativo sector algodonero).

Uzbekistán es situado en una región muy conflictiva. Mapa: Wikipedia.

El aliado de Occidente

Uzbekistán hace frontera con Kazajstán, Turkmenistán, Tayikistán, Kirguistán e incluso tiene una pequeña frontera con Afganistán. Hay problemas fronterizos con algunos de los países vecinos, y no faltan los conflictos étnicos y confesionales. Está, pues, en un entorno de alta inestabilidad, y preocupa mucho a la comunidad internacional, porque tiene grandes reservas de petróleo, de gas y de oro. El mayor peligro es la presencia de un activo movimiento islamista, el Movimiento Islámico de Uzbekistán, que ha realizado algunos atentados y que tiene muchos simpatizantes. Durante el ataque de Estados Unidos a Afganistán, Uzbekistán acogió una base norteamericana, y eso permitió sumar a Karimov a la alianza antiterrorista liderada por Estados Unidos. Y, a pesar de todo, el dictador uzbeko combinaba su alianza con los Estados Unidos con excelentes relaciones con la Unión Soviética. En los últimos tiempos se había reunido con el presidente ruso, Vladimir Putin, pero también con el Secretario de Estado norteamericano, John Kerry.

El inquietante papel del Daesh

La ocultación de la enfermedad de Karimov hace pensar que la élite uzbeka ha preparado la sucesión de tal forma que los grupos en el poder se mantengan estables. Hay pocas esperanzas de que haya una cierta apertura. Pero hay dudas sobre el papel que jugará la familia del difunto. Hace unos años se creía que la hija mayor de Karimov, Gulnara, una cantante pop, subiría al poder, pero hace un tiempo cayó en desgracia al hacerse pública su implicación en un escándalo de corrupción. Es posible que finalmente acceda a la presidencia el primer ministro, Shavkat Mirziyoyev (hoy por hoy ocupa el cargo, provisionalmente, el presidente del Senado). Aquello que preocupa más en Occidente es que las políticas represivas de Karimov contra los islamistas han generado muchas simpatías para el Movimiento Islámico de Uzbekistán, aliado del Daesh y los talibanes.