El Centro Europeo de Control y Prevención de Enfermedades (ECDC, en sus siglas en inglés) ha alertado de la aparición de al menos 14 casos de botulismo en pacientes que provenían de Turquía, donde habían viajado para someterse a un tratamiento estético para adelgazar. Los pacientes habrían desarrollado la enfermedad después de recibir una inyección de toxina botulínica para perder peso. Hasta el momento se han notificado 12 casos en Alemania, uno en Austria y uno en Suiza, aunque no se descartan más casos.

Los 14 afectados recibieron el mismo tratamiento en la misma clínica situada en Estambul, hecho que hace el origen del brote muy localizable. La gravedad de los infectados varía desde los que tienen síntomas más graves a los más leves. Aunque desde el ECDC se advierte que algunos afectados han tenido que ser trasladados a las unidades de cuidados intensivos (UCI). Los perfiles de los afectados son adultos de mediana edad.

Según informa El Mundo, el ECDC ha recomendado a aquellas personas que hayan viajado a Estambul para someterse a este tipo de tratamiento para perder peso que noten algún tipo de síntomas atribuibles al botulismo que busquen atención médica como antes mejores. Como síntomas más evidentes se remarcan la debilidad muscular o la dificultad para tragar y respirar. Muchos ciudadanos europeos se desplazan a Turquía para recibir tratamientos estéticos, ya que en este país los precios son más asequibles que en algunos estados europeos. Todo se ha convertido en un atractivo turístico para el país.

¿Qué es el botulismo?

El botulismo es una enfermedad producida por la toxina botulínica, la cual es producida por la bacteria Clostridium botulinum. Se trata de una enfermedad rara, pero grave. Normalmente, los contagios se producen a través de la ingesta de alimentos en mal estado o con una conservación deficiente. También se puede contraer por contaminación de heridas abiertas o, como en esta ocasión, por el uso deliberado de la toxina en los tratamientos cosméticos o para enfermedades neuromusculares.

Una vez contraída, esta enfermedad ataca al sistema nervioso y puede provocar dilatación de las pupilas, afectación en los párpados, dificultades respiratorias o en el habla, visión doble, debilidad con parálisis, vómito, náuseas o disminución de lucidez mental, entre otros. El tratamiento se basa en administrar una antitoxina botulínica. En los casos más graves, el paciente puede necesitar ser intubado o hay que ponerle una vía cuando continúan los problemas para tragar. Si la enfermedad se complica, el paciente puede sufrir una debilidad prolongada, de hasta un año.