Esta semana se ha conmemorado el tercer aniversario del referendum del 1 de octubre. Desde entonces todo ha transcurrido de forma vertiginosa. 

Hemos sido testigos de cómo la justicia ha actuado de maneras diferentes dependiendo de las personas que tuviera que juzgar. Hemos sido testigos de cómo se han puesto palos en la rueda a las instituciones catalanas de forma casi sistemática: el ejemplo más claro ha sido la imposibilidad para investir a Carles Puigdemont, Jordi Sánchez y Jordi Turull. Una vez investido Quim Torra hemos visto, también esta semana, cómo se le ha inhabilitado utilizando una apariencia "legal", que según los expertos es nula de pleno derecho. 

La Comisión Europea también nos ha dado algunas pautas esta semana sobre la situación del Estado de Derecho en España: la separación de poderes, la independencia de la justicia (concretamente de la Fiscalía General), lo obsoleto que está el sistema, la opacidad de la propiedad de algunos medios de comunicación son fundamentalmente los puntos sobre los que se pone el foco europeo. 

La pandemia ha venido a acelerar todo más aún, y por la cuenta que nos trae, bien podemos aprender del 1 de octubre en lo que la expresión y manifestación pacífica de los anhelos de una sociedad se refiere. Porque todo apunta a que nos hará falta salir a la calle en el futuro.