En Catalunya, a menudo se tiene la percepción de que la gran mayoría de ciudadanos en el estado español, con algunas limitadas excepciones, tienen una visión negativa de nuestra nación y de sus rasgos distintivos como la cultura y la lengua. También hay la sensación de que no comprenden la voluntad soberanista de gran parte de la sociedad catalana, que rechazan cualquier intento de independencia, sea de forma unilateral o pactada, y que tienen recelos hacia los líderes del referéndum del 1 de octubre que han acabado en la prisión y en el exilio. Pero, ¿hasta qué punto es cierta esta visión?

Aprovechando las elecciones andaluzas que se celebran este domingo en Andalucía, ElNacional.cat ha recorrido algunas calles de la comunidad autónoma para descubrir de primera mano las opiniones de la sociedad andaluza hacia Catalunya y todo lo que tiene que ver con este territorio. Es habitual oír el discurso anticatalán venir de la ultraderecha, y de hecho durante esta campaña electoral la candidata de Vox ya aprovechó un debate televisivo para atacar lo que describió como el "racismo catalán", así como compartir una oratoria en contra de TV3. La duda, ahora bien, se da para saber si este rechazo es una cuestión de colores, o bien es un sentimiento más generalizado.

En el feudo de la ultraderecha: El Ejido

Un lugar donde es de esperar la oposición a todo aquello vinculado con Catalunya es El Ejido. Esta ciudad en la provincia almeriense fue el principal núcleo urbano en que la extrema derecha de Vox consiguió ganar en las últimas elecciones autonómicas. Un voto bastante relacionado con la cuestión de la inmigración, pero que también denota el carácter real de sus vecinos. Y es que El Ejido no sorprende. Uno de los reclamos principales es que, en caso de haber un referéndum por la independencia, tendría que poder decidirlo todo el país. "Estamos en España, y para salir se tendría que preguntar a toda la nación", dice Natalio. Míriam también lo ve así: "No sería mala idea, porque al final es España". Y reconoce también que este posicionamiento se hace obligado, "porque en Catalunya hay mucha gente independentista y no quiero que salga". Y Juani recuerda que la Constitución dice que España es indivisible, por lo cual cualquier referéndum que no fuera a escala nacional sería ilegal.

Con respecto al catalán, un tema de actualidad con la situación de la lengua en las escuelas y la ofensiva judicial para imponer un 25% de castellano en las aulas, también hay opiniones bastante coincidentes. Algunas de las personas con quienes hablamos se esfuerzan en referirse al catalán como "un dialecto", y también comparten su opinión sobre la proporción de cada lengua que se tendría que utilizar. La respuesta que genera más consenso es la de 50% en catalán y 50% en castellano, cosa que ya supera la sentencia del TSJC, pero es que aún hay algunas personas que lo ven demasiado bajo. Natalio apuesta porque sea un 60% en castellano, y Míriam cree que esta cifra tendría que escalar hasta el 80%, con solo una asignatura en la lengua propia. "Si eres español, tu idioma es el español", afirma. Y Ramiro, que vivió su infancia en Catalunya antes de la inmersión lingüística, suelta un lamento: "¡Tú imagínate hacer las matemáticas en catalán, como si no fueran ya lo bastante difíciles! Nadie entendería las raíces cuadradas".

Y unanimidad, nuevamente, en relación con la situación de los presos políticos y los exiliados. Para Paco y Ramiro, Carles Puigdemont es un ladrón, un chorizo y un supremacista. "Tendría que estar en prisión, es lo primero que tendrían que hacer", dice uno. "Pues yo lo tiraría al mar con solo un flotador y a ver qué le pasa", añade el otro. Maria José también tiene una opinión bien crítica del presidente. "Lo suyo ya es una cosa absolutamente intolerable. Es una vergüenza total que deja a los catalanes en muy mal lugar", critica, avisando también de que si ella fuera independentista lo denunciaría. Y Míriam afirma que tendría que pasar por prisión, añadiendo que Oriol Junqueras y el resto encarcelados no tendrían que haber salido. Como Juani, que cree que con los indultos se envió el mensaje de "que todo el mundo puede hacer lo que le venga a gusto".

La cosa más sorprendente de todo es que la mitad de estas voces críticas son de personas que, o bien han vivido en Catalunya, o bien tienen familiares y amigos en esta tierra. No es raro, teniendo en cuenta la importante cifra de andaluces que migraron hacia el norte durante el siglo XX buscando trabajo. Pero sí que choca el belicismo de sus palabras. Un mensaje de Paco es especialmente contundente. "Como los catalanes tampoco nos quieren allí, yo cogería a todos los catalanes y los pondría en la isla del Alborán. Y eso que tengo familia, y los pondría a ellos también por si las moscas".

En el feudo de la izquierda revolucionaria: Marinaleda

En el otro extremo del espectro ideológico está el pequeño poblado de Marinaleda, en la provincia de Sevilla. Con solo unos 2.500 habitantes y perdido en medio de los campos de olivos de la Andalucía de interior, es todo lo contrario de El Ejido. De hecho, el histórico alcalde Juan Manuel Sánchez Gordillo, vinculado al nacionalismo andaluz, ya se reivindicó como un aliado de la causa catalana cuando, en plena ebullición por el referéndum del 1 de octubre, colocó la estelada en la fachada del Ayuntamiento y se pronunció favorable a la campaña por el sí. Ahora bien, a pesar de su calor, parece que no ha conseguido transmitir esta manera de pensar al resto de vecinos.

Aquí, a pesar de pronunciarse con un poco menos de enfado, también hay un sentimiento firmemente contrario al derecho de la autodeterminación de Catalunya. Para José, cualquier referéndum también tendría que celebrarse en toda España. Y nada de vías unilaterales: "Eso sí que sería motivo para que volvieran todos a la prisión, y para estarse un buen tiempo". Rafa y Raúl lo ven bastante similar. "Catalunya es de todos los españoles y lo tenemos que decidir todos los españoles", defienden, basándose en el hecho de que hay una importante presencia de población migrante proveniente del resto del estado. Y mezclan conceptos de un típico discurso populista: "Dicen que quieren marcharse de España, pero quieren quedarse con la paguita que tienen aquí en España, a ver quién entiende eso".

Sobre el catalán, también una cierta aprehensión hacia su uso exclusivo en la educación. José cree que se tendría que aprender en castellano porque "Catalunya la levantaron los andaluces, y un 30% de la población lo es". "Se tiene que respetar la lengua de allí donde estás, y ellos están en España", dice Raúl, mientras que Rafa asegura que esta cuestión no le preocupa tanto como la independencia. Pero vuelven a saltar las chispas cuando se menciona el nombre de Carles Puigdemont. "Que pague por lo que ha hecho, porque se ha reído de todos los catalanes", lanza. Y José tampoco se corta: "Es un sinvergüenza y un vividor que ha hundido Catalunya", remata.

La oveja negra que defiende Catalunya

De las diez personas con quien conversa este diario, aún en falta una. Y es que Fran es realmente un caso aparte del sentimiento mayoritario contra el independentismo y la lengua catalana. De entrada, él mismo ya revela que su pensamiento "es un poco diferente de lo que hay en El Ejido". No va errado, sino que, más bien, se queda corto. Define Catalunya como una "gran parte de la sociedad ibérica" y un "pueblo hermano". Y preguntado por la autodeterminación, también una respuesta positiva y firme. "Me hace gracia la gente que dice que tiene que votar toda España. Yo creo que solo tiene que hacerlo la gente que vive allí. ¿Por qué tenemos que votar los demás?". Con respecto a la inmersión lingüística, más de lo mismo. "El castellano se aprenderá sí o sí, porque es la lengua que se habla en todas partes, por lo cual se tiene que hacer una discriminación positiva hacia algunos idiomas que no se practican tanto", y subraya la importancia de que los más jóvenes lo aprendan para que no se pierda. Para completar el cuatro en raya, cree que se ha utilizado la figura de Carles Puigdemont "como arma política". Eso sí, admite que su perspectiva tiene una explicación: a pesar de ser almeriense, vivió siete años en el País Vasco. "No sé si tendría una visión tan amplia si no hubiera vivido fuera, pero aquí hay mucha gente cerrada".