Dos secretarios de Estado –y manos derechas de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría-, José Luis Ayllón y Roberto Bermúdez de Castro, entraban en el museo Reina Sofía de Madrid sin que les registraran en la puerta, y desorientados, se sentaban al lado de un embajador de Vietnam de quien decían buscarían más tarde el nombre en Google. En el escenario, recibía un premio de la Generalitat el exseleccionador de La Roja, Vicente del Bosque, conocido por una exitosa trayectoria futbolítistica y recordado por haberse erigido defensor del derecho a decidir de Catalunya. El president Carles Puigdemont venía de tomar un vino con el ministro de Educación, Cultura, y Deportes, Íñigo Méndez de Vigo, el portavoz que cada viernes sale del paso a las críticas sobre los envites del Estado contra el proceso soberanista.

En medio de la tensión entre la Generalitat y la Moncloa por la sentencia inhabilitante de la consulta del 9-N, los Premios Blanquerna han supuesto el pequeño oasis donde el símbolo del deporte ha impuesto la "concordia" entre ambos gobiernos, en palabras de la consellera de la Presidencia, Neus Munté, y de Puigdemont. "Da igual de donde venimos, una bandera nos hermana" citaba este, en alusión al himno del Barça. "Incluso, el del Real Madrid habla de una bandera limpia y blanca que no empaña", añadía en su símil deportivo. 

La alabanza del mandatario catalán era en todo momento a la figura de Del Bosque, premiado en la categoría de personalidad, y de José Luis Rodríguez, organizador de los desayunos del Nueva Economía Fórum, galardonado como entidad. El primero salió en defensa del entonces exentrenador del Barça, Pep Guardiola, en el año 2012 por haberse declarado independentista. El segundo, ha invitado tanto al expresident Artur Mas como a Puigdemont a estos actos matinales que se organizan en Madrid con la prensa española, empresarios y diplomáticos.

"Es el reconocimiento a una persona y a una entidad que juegan limpio. Tanto uno como el otro se han caracterizado por hacer y decir lo que piensan, discretos y respetuosos con todo el mundo y todas las opciones. No hay que renunciar a aquello que uno cree para reconocer al otro. Sois de esas personas que siempre tenéis un plato en la mesa, el del diálogo" decía el president, ante atenta mirada de De Vigo, después de que el rodillo de los tribunales haya dejado temporalmente a Mas y las exconselleres, Irene Rigau y Joana Ortega, alejados de la política.

El acto era significativo porque por primera vez, Rajoy permitía su gobierno recibir a Puigdemont en Madrid, tras su ausencia en los dos desayunos informativos de octubre del año anterior, y en mayo. Curiosamente, De Vigo no se ha querido pronunciar encima del escenario, donde sólo se ha hecho la fotografía. Sí ha hablado en la puerta, donde ha confesado que asistía porque Del Bosque fue el "gran seleccionador nacional" (español). 

La cuestión es que Del Bosque ha roto el bucolismo de la escena cuando ha confesado que los jugadores superaron determinadas "intoxicaciones" informativas. El propio De Vigo ha alabado esta capacidad para romper con los clichés políticos, señalando el simbolismo del galardonado "poniendo paz en el vestuario" de la Selección, como "las personas que se hablan y se entienden". "Esta es la buena vía y se tiene que continuar", ha remachado el portavoz, aunque hace unos días se conoció que Rajoy no descartaría aplicar el estado de sitio, si hay referéndum. Pero esta noche era la del diálogo y la concordia, e incluso, De Vigo ha reconocido que con Puigdemont coincidía en que la cantante "cantaba súper bien", y el discurso del catalán "era muy bueno".

Así las cosas, en la sala también había aires de tercera vía fallida, y de independentistas, para dar apoyo al Govern en Madrid. El expresidente José Montilla estaba presente, así como un conjunto de diputados y senadores del PDeCAT –Sergi Miquel, Míriam Nogueras, Josep Lluis Cleries, Francesc Homs-, de ERC -Mirella Cortés y Joan Capdevila-, así como el Delegado de la Generalitat en Madrid, Ferran Mascarell, miembro del jurado. Este ha concedido un premio que era una pelota blanca, alegoría del juego limpio, que en Catalunya creen que le falta a Moncloa con el proceso, y en el Estado excusan bajo "el cumplimiento de la ley".