Qué fotografía magnífica publica Ara este jueves. Se ve al president Pere Aragonès que entra en el hemiciclo del Parlament y a la jefa del grupo parlamentario de los comunes, Jéssica Albiach. Ella lo mira de lado, un poco por casualidad, fortuitamente, pero se conoce por la pinta que ya sabe qué ocurrirá y no se le ve mucho afán de saludar al president ni de conversar. Ya lo habían hecho y no fue bien. La mueca de Aragonès parece que acabará en una sonrisa o quizás solo es una finta de jugador que se esfuerza por no parecer preocupado con las malas cartas que le han subido. Cara de póker. Albiach hace cara de política sin piedad, como queriendo decir tú te lo has buscado. En fin. Esta foto permite amplias especulaciones. Hay que compararla con la de La Vanguardia. Es la misma escena. La diferencia entre una imagen y la otra es que la de La Vanguardia es un fotograma captado uno o dos segundos después que la de Ara: se ha perdido el contacto visual entre Albiach y Aragonès —ella ya ha vuelto la cara— y él revela el misterio final de la mueca: una sonrisa sintética, artificiosa.

Bien. El adelanto electoral en Catalunya es la noticia que abre todas las portadas. Incluso la de El Punt Avui, que desde hace unas semanas dedica el 80% de la portada a un solo tema —más o menos de actualidad pero nunca del día— con el tono y el aspecto de las revistas gráficas de finales del siglo pasado. Este jueves, el diario se ha saltado la nueva dieta por primera vez.

Es un buen día para comparar cómo explican las cosas de Catalunya los diarios de la misma Catalunya y los de Madrid. La diferencia es grande y de ahí el título del Quioscos & Pantallas. Si haces caso a los diarios del Trío de la Bencina, los catalanes somos unos marcianos con superpoderes. ABC titula diciendo que el adelanto “rompe los pactos de Sánchez”. Sí, de acuerdo. El verbo exacto no sería “romper”, pero se entiende que el tabloide monárquico titula más por sus ganas que por la realidad. La suspensión de las alianzas no la causa solo este avance, que hará entrar en trayectoria de colisión al PSOE con Junts y ERC, a sus socios catalanes. También hay elecciones en el País Vasco, que ponen a competir al PSOE con dos aliados más —PNV y Bildu— y las elecciones europeas, que enfrentarán a los socialistas también con Sumar.

El Mundo titula para|por Puigdemont, que siempre da buenos resultados, sea porque eres fan —no sería el caso de este diario (ni de casi ninguno)—, porque te da miedo o porque lo odias nivel Nativel Preciado, una periodista famosa en el Madrid de los años 80 y 90 del siglo XX, que ha declarado: “Me gustaría que Puigdemont no existiera: ni siquiera es independentista, solo es un oportunista que no trabaja. No es nadie”. La veterana Preciado se habrá llevado una buena sorpresa. La Razón cocina el mismo producto —el presidente exiliado también protagoniza el título principal— con otra receta: el adelanto no sería por miedo a Puigdemont sino para desafiarlo. Venga. Considerar las elecciones como una batalla personal entre líderes es un clásico del periodismo madrileño y de su kommentariat, quizás porque los españoles, en el fondo, siempre reclaman un caudillo que encabece la facción, cómo explicó hace tiempo Carlos Seco Serrano, un historiador monárquico, conservador y serio.

Los diarios catalanes y El País se esfuerzan por dar alguna explicación menos creativa, más realista, menos caudillista. El diario progre madrileño titula con una afirmación dramática e inconcreta (“sacude el tablero político”). El Periódico vincula la decisión de adelantar las elecciones con su primera consecuencia concreta en la política española —obligar a Pedro Sánchez a prorrogar los presupuestos de 2023— y La Vanguardia lo presenta de manera más autocentrada, diciendo que es ERC quien toma la decisión y que no se sabe qué puede pasar, que está todo muy empatado. Decirlo así es un poco feo porque legal y técnicamente no es el partido quien lo decide, sino el presidente de la Generalitat. Pero no es mala fe ni siquiera incompetencia. Es que en dos líneas no cabe “Aragonès” o “El presidente”, expresiones que harían saltar el título a una tercera línea, fuera de estilo. Es solo un poco de pasotismo.

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