Todas las portadas que hablan del CatalanGate son una especie de obituario de la directora del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), Paz Esteban, destinada a ser el chivo expiatorio que el gobierno español sacrificará, especialmente de cara al mundo que les mira, en desagravio por el espionaje de unas 65 personalidades ligadas al mundo independentista y al mismo presidente del ejecutivo, Pedro Sánchez, y su ministra de Defensa, Margarita Robles. Algunas portadas explican nuevas intimidades de estos últimos casos. La de El Mundo, con su toxicidad habitual, cuenta que los ministros españoles habían sido formados por el CNI en la detección y elusión del software espía Pegasus, como queriendo decir que la culpa es suya y sin cuestionar como es que no instruyeron también a los cargos de la Generalitat espiados. Este diario —en funciones de órgano oficial del espionaje español— insiste otra vez en señalar a los servicios secretos de Marruecos por la intrusión del móvil de Sánchez, haciendo ver que los marroquíes han obtenido información que les ha permitido hacer chantaje para conseguir que España varíe de política en el Sáhara, cambiando la doctrina oficial desde 1975. Es un buen pitote. Como dice Pilar Velasco aquí al lado, donde había un escándalo ahora hay diez. "La presión sobre el gobierno (español) crece", titula La Vanguardia. Ni el PSOE ni ningún otro partido dinástico de la triple derecha querían hacer caso ni tampoco los diarios y, dos semanas después, Pedro Sánchez comparecerá en el Congreso para explicar el escándalo. Una apuesta: donde Sánchez no llegue llegarán los diarios, no te inquietes. Todo funciona con una sincronía destacable.

Aborto, hechos y convicciones

Las portadas parecen enrabiadas o frustradas por la inminente decisión del Tribunal Supremo de los Estados Unidos, su Constitucional, de anular la sentencia Roe versus Wade, de 1973, que despenalizó el aborto en todo el país y lo consideró un derecho constitucional, y otra de 1992, Planned Parenthood v Casey, que remachaba el mismo clavo. El borrador del magistrado ponente (pdf), Samuel Alito, establece ahora todo lo contrario: "la Constitución de los EE.UU. no hace referencia al aborto, y ningún derecho de este tipo está implícitamente protegido por ninguna disposición constitucional". Los diarios lo tratan con cierta frivolidad y bastante sesgo, seguramente porque no les gusta la nueva decisión, aunque ni los hechos del caso ni los lectores que quieren enterarse tengan la culpa. La Vanguardia, por ejemplo, titula que la anulación de Roe "enciende a Estados Unidos". Disculpe, este tema "enciende" a Estados Unidos de hace décadas, como el racismo, la tenencia de armas, la regulación electoral y etcétera, etcétera.

Una de las partes difíciles del periodismo, quizás la más delicada y ardua, es saber separar las convicciones personales de los hechos de los cuales se informa, de manera que los lectores formen su criterio sin imposiciones ni sesgos. Los diarios no han hecho un gran esfuerzo en este caso. Ciertamente, es difícil hacer un título de veinte palabras que lo contenga y resuma. Pero aun lo es más si das por supuesto que el aborto es un derecho inamovible, que es justamente lo que el juez Alito pone en solfa en 98 páginas de razonamientos, incluido un apéndice de 31 páginas sobre las regulaciones históricas del aborto en cada estado, un saco de citas de fallos anteriores, libros y otras referencias, y 118 notas al pie. Para Alito, la sentencia de 1973 fue "una decisión mal concebida y profundamente defectuosa que inventó un derecho que no se mencionaba en ningún lugar de la Constitución" y que "intentó, imprudentemente, sustraer la polémica de las ramas políticas del gobierno", el Congreso y la Presidencia, es decir, los poderes que provienen de las urnas. Vaya, que el Supremo se atribuyó un poder regulador que no tenía para imponer a los estados y a sus ciudadanos una decisión que a ellos correspondía. "Ahora [...], al anular aquellas decisiones, devolvemos esa autoridad al pueblo y a los representantes que ha elegido", añade.

Los diarios se saltan varios argumentos del borrador de la sentencia con el resultado de que Alito aparece como un cavernícola. Por ejemplo, que "la Constitución de los EE.UU. no prohíbe a los ciudadanos de cada Estado regular o prohibir el aborto", o que la nueva sentencia no somete a las mujeres porque "a las mujeres no les falta poder electoral o político. El porcentaje de mujeres que se registran para votar y votan es habitualmente superior al porcentaje de hombres que lo hacen", escribe. Tampoco se explica que no es la primera vez —ni la décima— que el Supremo anula un precedente legal que se tenía por un derecho inamovible. En 1954, la sentencia Brown v. Board of Education se cargó otra de 1896, Plessy v. Ferguson, que bendecía la segregación racial bajo el principio "separados pero iguales". Lo has visto en cien películas que te hacen hervir la sangre. Tampoco se dice qué pasa si la sentencia sale tal como pinta al borrador, el Sur y el Medio Oeste, cerca de la mitad de los estados del país, impondrían límites más estrictos al aborto, mientras que el resto lo legalizarían en las mismas o más amplias condiciones que las actuales. Hoy era día de informar de estos hechos sin mancharlos con las convicciones. Y mañana también.

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