Las portadas de hoy son un informe clínico del estado de salud de la política en España. Por lo visto hasta ahora, los partidos constitucionalistas han querido prescindir de los mecanismos para ponerse de acuerdo desde el día siguiente de las elecciones. O bien porque las condiciones que se ponen son imposibles —como las que deprisa y corriendo planteó ayer Ciudadanos al PSOE— o porque no se aceptan propuestas posibles un día y al siguiente se rechazan otras distintas y así todo. A medida que los partidos se negaban opciones para hacer una mayoría de gobierno y se cerraban sistemáticamente a transaccionar, se ha hecho imposible el acuerdo y no queda otra que repetir elecciones generales, trasladando a los ciudadanos lo que los partidos han sido incapaces de resolver.

La carrera de los partidos para fabricar un relato que culpabilice a sus rivales ha ganado al esfuerzo por pactar. Es lo que muestran los diarios en sus primeras páginas. Unos se apuntan a la perplejidad, como La Razón, que llama "pirueta" a la actuación de Albert Rivera, asediado por los malos pronósticos de las encuestas. La foto es elocuente. Hace días que este diario pinta al líder de Cs como un político voluble y caprichoso. El Periódico lo llama "golpe de efecto" y Ara, "giro in extremis".

Otros todavía ven alguna posibilidad o, sencillamente, se lo toman a beneficio de inventario. El País y El Punt Avui lo dejan en un neutral "maniobras". La Vanguardia mantiene una brizna de esperanza y todavía espera que Sánchez salga adelante en el tiempo de descuento. En cambio, El Mundo y ABC hacen ver que se toman seriamente a Rivera. Se les ve el plumero: Rivera tiene que pasar por hombre riguroso y patriota porque así esos diarios pueden acusar a Pedro Sánchez de irrazonable por negarse a aceptar una "propuesta de Estado" (¿hay alguna que no lo sea cuando se trata de hacer gobierno?). Puede ser por mala voluntad o tal vez por incompetencia. Seguramente es todo al mismo tiempo.

Del nuevo traspié de la justicia española en los tribunales europeos a propósito de Valtònyc, ni palabra —salvo El Punt Avui. Sería un triste complemento a la incapacidad de los partidos

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