Ivan Petrovich Pávlov fue un fisiólogo ruso nacido en 1849 conocido por sus estudios sobre la fisiología de la digestión, los reflejos condicionados y la conducta. Le ganaron el Premio Nobel de Medicina de 1904. La fama le viene por|para la formulación de la ley del reflejo condicionado, deducida de una serie de experimentos, entre los cuales el “perro de Pávlov” (en la foto, Pávlov es el de la barba blanca). Se acostumbraba al perro a comer mientras sonaba una campanilla hasta que empezaba a salivar al escuchar la campanilla, llegara o no la comida. Al animal se le había condicionado la respuesta (la salivación) con un estímulo (el sonido de la campanilla) incluso disociado de la realidad (la comida).

Todo esto es bien sabido. Viene a propósito de las portadas de los diarios de Madrid de este martes. Cada uno defiende su posición haciendo palanca con la parte que le conviene del discurso del Rey en la inauguración de la legislatura española. Al Trío de la Bencina, la campana que les hace la boca agua es el concepto “una España sólida, unida, sin divisiones” —los tres diarios marcando el paso sólidos, unidos, sin divisiones. En cambio, El País, el diario de los boomers progres, interpreta que “Felipe VI apela al espíritu de la Transición”, una manera de decir lo mismo sin caspa ni vergüenza, y reafirmando la narrativa fabulosa del amplio pacto fundacional de la democracia española, "la Constitución que nos dimos entre todos", etcétera, de la que El País se considera el intelectual colectivo y guardián y albacea mediático.

La frase que enamora a la derecha mediática es una redundancia colosal: cuatro maneras diferentes de decir lo mismo. Claro que si el Rey hubiera dicho “una España unida, unida, unida” no tendría gracia. Sorprende, sin embargo, la reiteración en las reales palabras, que son alguna cosa más que la matraca que Felipe VI siempre hace sonar en defensa de su empresa familiar. Esta obstinación en la unidad —cuatro veces en una sola y breve frase— quizás hace falta leerla en el contexto de la cara de vinagre del Rey en la recepción a la nueva presidenta del Congreso español y en la toma de posesión de Pedro Sánchez, y también —por qué no— en la estela de la bronca/"¡a por ellos!" del 3 de octubre de 2017. Así lo entienden los editoriales de estos diarios. Para muestra, el de La Razón: “Impugnación real del muro sanchista”.

Estos gestos y palabras son, tal vez, la campana de Pávlov de Felipe VI que hace salivar al búnker inmovilista y su entorno: sectores del poder judicial, de los cuerpos armados y de inteligencia, de la diplomacia, de las patronales, de funcionarios y cortesanos diversos. Mientras el Rey hace sonar la campana y la claque involucionista saliva, el PSOE ya negocia en Ginebra con la gente de Carles Puigdemont, verificadores internacionales de por medio y la amenaza de una moción de censura sobre la mesa. Es la otra campana de Pávlov y tiene una música muy diferente.

En la foto, Pávlov, con barba blanca, y su equipo, con uno de los perros del experimento.

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