Este viernes las portadas te darán la impresión que el malo de la película es el Banco Central Europeo (BCE), pues presentan en tono oscuro y adversario la decisión de la autoridad monetaria europea —por amplia mayoría de su Consejo de Gobierno— de subir el tipo de interés medio punto, hasta el 3,5%. Era lo que tenía previsto. El dinero no era tan caro desde finales del 2008. Todo esto quiere decir unas cuantas cosas que ahora no es el caso explicar, la más destacable de las cuales es el claro mensaje del BCE de priorizar la lucha contra la inflación a pesar de las turbulencias bancarias globales. El objetivo principal del BCE es afirmar la estabilidad de los precios en la zona euro, digamos que su prioridad es tu bolsillo más que la caja de los bancos. La estabilidad financiera figura a la lista de objetivos secundarios del BCE. Subiendo los tipos, no hace ni más ni menos que cumplir su deber.

Los diarios, sin embargo, lo presentan con connotaciones negativas. Ara dice que el BCE no afloja, como un niño rebelde que se empeña en jugar con cerillas sobre su cama. El País habla de "desafío", evocando uno de estos duelos en la calle de las películas del salvaje Oeste. El Punt Avui titula que "va a la suya" (cosa que es literalmente cierta, como se ha dicho) como queriendo decir que pasa de todo y de todos. Para La Razón, el banco central "ignora el pánico" (¿Qué pánico? ¿El de los bancos) y El Periódico dice que "no da tregua" (¿A quién? A los bancos). Son títulos que no explican la sustancia ni el fondo de la decisión del BCE ni los motivos por los cuales merece reproche.

La Vanguardia, en cambio, que lleva el título más técnico, lleno de palabras de catedrático, es el que deja más tranquilo al lector —todo es opinable, claro— gracias a una sola palabra, que es la conjunción adversativa "pero". "El BCE sube los tipos", sí (¡qué malotes!) "peeeeeeero (tranquilo!) las bolsas asumen que habrá liquidez bancaria" (viva!). Muchos lectores no saben qué cuerno quiere decir "liquidez bancaria" peeeeeeero suena bien, se deja intuir que los bancos no sufrirán y que a las bolsas ya les va bien. Calma, pues. Resulta difícil entender el alcance del título, porque decir que los bancos no sufrirán queda feo, porque es muy de conversación de cocina o de máquina de café y no suena profesional. En los subtítulos acaba de remachar el clavo de forma casi quirúrgica: por una parte, al BCE lo que la inquieta es el encarecimiento de la vida; de otra, el euríbor —las hipotecas— cae porque los bancos están tranquilos —lo dice más sofisticado pero el significado es ese. También podía haber dicho: en caso de problemas en los bancos, tú pagarás la fiesta del rescate como en España en 2012. Pero igual hace feo.

Un tema muy grueso en lo que las portadas dedican menos espacio del que merece es la decisión del presidente de Francia, Emmanuel Macron, de aplicar un artículo de la constitución que le permite saltarse la Asamblea para aprobar un proyecto de ley "en caso de gran excepcionalidad". Macron no tenía bastante mayoría para sacar adelante la reforma de las pensiones y ha acudido al artículo 49.3. En realidad no es ninguna situación de excepcionalidad, porque es obvio que hay una mayoría ciudadana y a la Asamblea que rechaza la la ley de jubilaciones, a la que también se oponen todos los sindicatos.

La decisión correcta desde el punto de vista de los valores democráticos y republicanos habría sido retirar el proyecto de ley. El recurso presidencial al decretazo es una acción comprometida y problemática. Macron se presentó a las elecciones con un programa para revitalizar la democracia francesa. Révolution, se llamaba, palabra que en Francia evoca las raíces, el fundamento. En cambio, Macron acentúa el carácter personalista de su presidencia. Es grave, porque Francia no es Hungría ni Luxemburgo, es un país de influencia y un referente, especialmente en España, donde históricamente se ha querido emular al Estado francés y siempre ha acabado saliendo una copia coja y manca.

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