La alcaldesa Colau saltaba de alegría y con el puño en alto gritaba de nuevo "sí se puede", mientras los diputados y senadores del PDeCAT se hacían una foto de familia para recordar un día histórico del que habían sido protagonistas principales. Hacía tiempo que sus votos no eran tan determinantes. Incluso Quico Homs apareció en plena celebración junto con el grupo de diputados que él encabezó hasta que lo inhabilitó para poner urnas el 9 de noviembre. En el hemiciclo Pedro Sánchez repartía besos y abrazos. Especialmente fogoso fue el abrazo a Pablo Iglesias. En el patio, algunos celebraban la victoria, mientras los diputados del PP no salían del ataque de perplejidad que pillaron el jueves y los de Ciudadanos abandonaban el local con el rabo entre piernas. El relevo de Sánchez por Rajoy no es sólo el cambio de un presidente por otro. Ha cambiado el argumento de la obra, los personajes, el escenario y los decorados. Nada será igual.

Normalmente la incertidumbre genera inquietud e incluso angustia, sobre todo en política, pero hoy en el Congreso la mitad de las caras expresaban todo lo contrario. Era la alegría del caos. Los diputados de las izquierdas y de los grupos soberanistas reían como los escolares que ponen chinchetas en la silla del maestro más antipático. Son conscientes de que han hecho una maldad enorme, pero les ha salido bien y se sienten orgullosos. No saben cómo saldrá, asumen que nada será fácil, pero ha pasado algo que parecía imposible hace sólo una semana: Han recuperado la esperanza.

En la puerta del edificio de las Cortes se ha producido una aglomeración de gente diversa, algunos emocionados por el regreso de la izquierda al poder que gritaban también "sí se puede" que no era la consigna del PSOE, sino de Podemos. Otros indignados por la corrupción cargaban contra todo el que salía del edificio: "¡Chorizos, ladrones!". También había hooligans del PP y de Ciudadanos rabiosos que gritaban consignas españolistas, pero entre ellos había un hombre con una pancarta que decía: "Todo nacionalismo, a lo Franco, marca y mata, Caín, a su hermano; PNV, PDCat, PP y C's". Y un poco más allá un personaje friki reivindicaba la lengua valenciana frente el catalán pero lo hacía en castellano. Megáfono en mano gritaba: "El Reino de Valencia habla en valenciano y los condados de Catalunya hablan el dialecto catalán de la lengua provenzal".

¿Y ahora qué?

Desde luego, todo el mundo se preguntaba y ahora qué, pero también y ahora quién, porque Sánchez no tenía previsto convertirse en presidente tan repentinamente y deberá decidir en un tiempo récord al menos un centenar de cargos públicos principales. Un comentario reiterado es que Sánchez no tiene mucho equipo, dado que el establishment del partido lo descabalgó, intentó sustituirlo por la líder andaluza Susana Díaz y le montó un golpe de estado en el  mismo grupo parlamentario que ahora deberá apoyar al Gobierno. De hecho, lo que ha pasado hoy podía haber pasado hace tres años y la vieja guardia socialista con Felipe González y Alfredo Pérez Rubalcaba a la cabeza lo impidió. Ahora no han tenido más remedio que tragar pero siguen al acecho.

Sobre Catalunya, el efecto inmediato y no intrascendente del cambio de Gobierno en España es la rotura del frente del 155. Difícilmente Miquel Iceta volverá a hacerse la foto con PP y Ciudadanos, sobre todo si lo hacen ministro o fontanero mayor de la Moncloa. En el patio se hacían bromas sobre el pacto de García Albiol con el PSC para tomar la alcaldía a Dolores Sabaté de Guanyem Badalona en Comú. No parece que pueda prosperar a estas alturas. En todo caso dependerá de lo que decida también Dolors Montserrat, la ministra de Sanidad en funciones, que ahora sin empleo gubernamental se perfila como la nueva líder del PP catalán. La alegría de Colau también se debe a que las elecciones municipales que se le presentaban cuesta arriba parecen ahora mucho más fáciles para ella planteadas como un combate izquierda-derecha y sin que se vislumbre una coalición unitaria soberanista. José Zaragoza asegura que el cambio político contribuirá a serenar los ánimos en Catalunya "que es algo que nos interesa a todos". El diputado leridano del PP, José Ignacio Llorens, no disimulaba su enfado. "¡Qué desastre! —decía— ya verás ahora con los CDR".