Y to’ pan na’. (Y todo para nada). Con estas palabras se podrían resumir los cuatro últimos meses de negociación que ha vivido España desde la celebración de elecciones el 20 de diciembre. La expresión fue dicha por el portavoz del Partido Popular (PP) en el Congreso, Rafael Hernando, en protesta por que se convoquen plenos esta semana, cuando apunta que la ronda del rey Felipe VI para nombrar candidato a la investidura, que empieza mañana, culminará con la disolución de las Cortes el 3 de mayo. No hay candidato con apoyos suficientes a estas alturas, y la repetición de elecciones el 26 de junio dejaría un Estado sin gobierno hasta el otoño, durante más de 9 meses, por primera vez en democracia.

De las elecciones a las rondas del rey

El tortuoso camino de la legislatura XI empezó la noche del 20 de diciembre, cuando el bipartidismo que había marcado la política española por más de 30 años se rompió. La irrupción de Podemos y Ciudadanos contribuyó a dejar un mapa político fragmentado, que dificultaba la formación de gobierno, y con él, la necesidad de enfrentarse a el intríngulis de la democracia parlamentaria.

La aritmética era complicada. El Partido Popular (PP) sacó 123 escaños y el PSOE 90, el peor resultado de su historia. Podemos y las confluencias, 69. Ciudadanos, contra las encuestas, 40. Y en Catalunya, el nuevo En Comú Podem, superó a ERC con 9 escaños, por delante de Democràcia i Llibertat (DiL), 8, los dos de Izquierda Unida, y los 6 del PNV.

En este escenario, el Rey convocó la ronda de consultas para encontrar a su candidato a la investidura, después de la constitución de las Cortes. De aquellas audiencias, la anécdota fue el líder d'En Comú Podem, Xavier Domènech, quien tuteó al monarca. El Rey Felipe VI también era nuevo en la tarea que hasta ahora había ocupado su padre, Juan Carlos I, y el tiempo ha ilustrado habilidad para reconducir una situación inédita y marcar los tempos de la investidura, que todos los grupos han alabado.

Mariano Rajoy / EFE

Rajoy dice No, Podemos se ofrece

El primer reto a que se enfrentó Felipe VI fue superar la negativa del presidente en funciones, Mariano Rajoy a presentarse como candidato a la investidura. Esta estrategia, que entonces pareció arriesgada ante la opinión pública, le ha sido ratificada con el tiempo entre las filas del PP. Es decir, sentarse y esperar como su máximo rival hasta el momento, el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, “ponía en marcha el reloj de la democracia”. "Asumo la responsabilidad" dijo Sánchez cuando Felipe VI lo propuso en segunda ronda.

El líder de Podemos, Pablo Iglesias, ya convertido en diputado, también definió a partir de aquel día la estrategia que aplicaría durante los meses siguientes. Es decir, la de dirigir a los socialistas ofertas en la línea del gobierno que esperaban. Iglesias presentó una propuesta de gobierno: él de vicepresidente, Sánchez presidente, y Alberto Garzón, líder de Izquierda Unida, ministro de economía, entre otros ministerios para las confluencias, como el de Plurinacionalidad para Domènech. La vía del 161, y "el gobierno de izquierdas a la valenciana", debía prosperar con las abstenciones de ERC y Democràcia i Llibertat (DiL).

El comité federal del PSOE ratificó que no se puede pactar “con los que quieren romper la unidad de España”, ni con el PP. Este hecho empujó a Sánchez a iniciar una ronda exploratoria “a izquierda y a derecha”, donde se reunió con los independentistas, para decirles que "no estaba de acuerdo" con su proyecto de Estado propio, pero no para pedirles una abstención. Los soberanistas en todo momento han supeditado la abstención a la concesión de un referéndum, decididos a mantener la unidad de voto, "por el mandato de las urnas" del 27 de septiembre. 

Pablo Iglesias / EFE

Rajoy, Rivera, Sánchez

De aquellos días de negociaciones y encuentros con todos los partidos en el Congreso de los Diputados, el PSOE extrajo un documento de donde se destacaba “renegociar el techo de déficit con la Unión Europea” y definir el Estado Federal, “si hace falta, mínimamente”. Empujados por la voluntad de marcar agenda y pronunciarse, el PP también emitió un texto con 5 grandes puntos, Ciudadanos otro, y Podemos uno último, donde defendía el derecho a decidir y definía el discurso de la plurinacionalidad aplicado al Estado, principales líneas rojas que parecían rechazar en Ferraz. 

La ronda generó algunas subreuniones entre líderes, como la del presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, quien se encontró con Rajoy. La voluntad de la formación naranja ha sido todo el tiempo sumar al PP, en la línea de hacer un frente "constitucionalista" con que llevar a cabo "las grandes reformas" y velar por "la estabilidad económica". Sin embargo, las previsiones de Rivera fueron erróneas, como más tarde él reconoció."Me he equivocado al creer que podían ponerse de acuerdo" aseveró sobre sus rivales.

La rivalidad y la tensión entre el presidente del PP y el del PSOE fue tal, que en el encuentro entre Rajoy y Sánchez el primero no le dio la mano, por descuido u omisión. Quizás entonces, el gesto anticipava por qué no pactarían los dos grandes partidos estatales que ahora se veían obligados a negociar el poder con los emergentes. Los populares han insistido todo el tiempo en la gran coalición liderada por ellos.

Xavier Domènech, Joan Tardà, Gabriel Rufián / EFE

'Izquierdas' o El Abrazo 

El PSOE, a diferencia de C's, siempre buscó el apoyo de Podemos, quien consideraba más próximo a su espectro ideológico que el PP. Sin embargo, Sánchez e Iglesias se pretendían sin llamarse, mientras sus portavoces se enviaban WhatsApps, en una espiral de incomprensión entre la opinión pública sobre por qué no se encontraban. La condición de que la formación morada ponía a los socialistas es que se dejara de sentar con C's. Se afirmaban mútuamente contrarios. Eso no pasó, y Podemos difuminó su veto, con el fin de escenificar una mesa a 23 personas, con IU, Podemos, PSOE, Compromís y las confluencias. 

Rivera, que hacía días negociaba con su equipo, culminó en el pacto de El Abrazo, entre el PSOE y C's. El gesto sorprendió la formación morada, que se levantaron de la mesa de negociación. Indignado, el portavoz del partido, Íñigo Errejón, afirmó que "mientras ellos negociaban en la sala del lado" en la mesa "de izquierdas", en el otro ya cerraban el pacto con "las políticas económicas de Luis Garicano". Hacía referencia a los negociadores de la formación naranja y la socialista.

Sánchez i Rivera / EFE

Investiduras fallidas

Entre tanto, socialistas decidieron someter el pacto a las bases, para legitimarlo. Sin embargo, seguían buscando el apoyo de Compromís, IU, En Comú Podem, En Marea y Podemos, convencerlos de un voto positivo, o una abstención, para ampliar su apoyo. Sin embargo, "no estaban dispuestos a cambiar ni una coma del mismo", dijo Iglesias. En Ferraz le replicaron que seguían abiertos a dialogar. La estrategia no funcionó: los podemitas se negaron a añadirse al pacto, también los populares, y la cámara dijo dos históricos No en Sánchez.

De la investidura, la "Cal Viva de los GAL" que Iglesias mencionó levantó ampollas, haciendo patente las desavinencias con los socialistas y aventurando lo complicado de llegar a entenderse.

Pedro Sánchez / EFE

Bloqueo 

La situación estaba bloqueada, y no se había conocido un precedente así en la historia de España. Después del fracaso de Sánchez el monarca tomó la determinación de dejar que los partidos avanzaran acuerdos, y le comunicaran a López una posible mayoría. Era la segunda vez que el Rey reconducía la situación de bloqueo en la investidura. 

En este limbo, Podemos seguía invocando el gobierno de izquierdas. Iglesias volvió a marcar agenda, reuniéndose con Sánchez, en un intento, tal vez, de dulcificar las palabras vertidas a la investidura. El primero le regaló un libro al segundo, y anunció que renunciaba a una "vicepresidencia” que nunca fue suya, pero donde el discurso caló entre la gente. Entonces, la legislatura entró en la dinámica de no asumir las culpas del advenimiento de unas elecciones por parte de todos los grupos, afilando estrategias para el advenimiento de un 26J.

Iglesias i Sánchez / EFE

PSOE, Podemos y C's se reunieron una mesa de negociación, donde los segundos y terceros ya habían avisado de que no pensaban ceder en sus posiciones, recordando que eran opuestos para un gobierno conjunto. Sánchez tampoco parecía dispuestos a escoger, a pesar de seguía insistiendo en el voto de los podemitas. Estos le devolvieron la moneda a los socialistas, consultando en las bases la formación de gobierno, y con el No de estas, la situación cayó en un nuevo limbo y bloqueo.

Quizás no dejar caer la legislatura, sin que nadie se pronunciase, el Rey convocó la última ronda de consultas que empieza mañana. Eso, en medio de un escenario de crisis institucional, donde la Unión Europea apreta a España por aplicar medidas de control del déficit, el Congreso estudia presentar una causa ante el Tribunal Constitucional por la no comparecencia del gobierno en funciones, y tampoco se espera a un nuevo candidato a la presidencia.

Quizás Hernando estaba en lo cierto cuando creyó que los cuatro meses de la legislatura perdida habrán sido 'pa na'.