Esta noche, cara a cara entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez con Albert Rivera y Pablo Iglesias, sus rivales emergentes, como comentaristas de la jugada. Y mañana, noche electoral también inédita en Catalunya: Francesc Homs, candidato de Democràcia i Llibertat (DiL) y mano derecha de Artur Mas, se enfrentará en 8TV con el hasta hace muy poco aliado y compañero de viaje durante tres décadas en la desaparecida CiU, el líder y candidato de Unió, Josep Antoni Duran i Lleida.

Es la primera vez que dos cabezas de lista, y en un marco de tanta trascendencia como la que representó la difícil ruptura entre CDC i Unió a raíz del proceso soberanista, mantienen un cara a cara televisivo. Nunca en Catalunya se ha jugado con este formato. De hecho, los debates multicolor ya habituales sólo pudieron aparecer con la marcha de Jordi Pujol de la Generalitat, en el 2003, con un debate a seis entre los candidatos de entonces. Este jueves, en TV3, lo repetirán todos los cabeza de lista por Barcelona al Congreso.

El cara a cara ha sido y sigue siendo un desconocido en la política catalana. No así en la española. En una pugna electoral que se está librando como nunca en las pantallas de televisión y en todo tipo de programas, Rajoy, que hasta ahora ha rehuído cualquier debate, temeroso, quizás de cometer algún error que le cueste caro en las redes sociales, ha aceptado un combate de estilo netamente bipartidista con el socialista Pedro Sánchez. Lo emitirán TVE, La Sexta, Antena3 y diversas cadenas autonómicas. La novedad añadida es que los damnificados, Rivera e Iglesias, analizarán el cara a cara en La Sexta una vez finalice el duelo entre los líderes del PP y el PSOE.

Todo tan histórico que un repaso a algunos de los debates que han marcado un antes y un después en la política catalana, española y mundial, se hace imprescindible.

Kennedy - Nixon (1960)

Era 1960. La televisión cotizaba al alza y Estados Unidos tenía que protagonizar el primer cara a cara televisado de la historia mundial. Setenta millones de estadounidenses se habían pegado a sus pantallas para presenciar un evento que, en palabras del entrevistador de la CBS Don Hewitt, "cambiaría la historia de la política estadounidense".

El lenguaje y los códigos no tenían nada que ver con los de un debate sin cámaras. El mensaje perdía relevancia y, en su lugar, la imagen se presentaba como clave. Pero, ¿cómo iba a saber eso Nixon? El entonces presidente de EE.UU. había llegado a los estudios de la cadena CBS con un cierto aire de demacrado. Había dormido poco, tenía bolsas bajo los ojos, y su cara blanca contrastaba con un deprimente traje gris que le daba un aire de enfermo. Cuando la cadena le ofreció maquillarlo, Nixon se negó en rotundo.

A su lado, Kennedy, brillaba. El candidato de los demócratas había pasado los últimos días haciendo campaña en la costa californiana. Su aspecto era fresco y de sus palabras se desprendía una actitud confiada y triunfante. Y enfrente, tenía a un Nixon rígido, inestable e innegablemente incómodo (le habían operado la rodilla hacía sólo dos semanas). Sea leyenda o sea realidad, eso le habría hecho perder por la mínima las elecciones y entregar la Casa Blanca a los demócratas.

Mitterrand - Giscard (1974)

Que dos franceses se enfrentaran cara a cara ante las cámaras en 1974, tal vez sólo se explique por la consolidación de esta tradición en EE.UU. y al éxito del enfrentamiento entre Kennedy y Nixon. Pero los franceses tenían que hacerlo a su manera. La sala, al contrario que las americanas, tenía un aspecto entre pomposo y lúgubre, con unos cronómetros al más puro estilo Estación de Saint-Lazare de París. El formato no permitía preguntas y dejaba que un moderador hiciera fluir el intercambio entre los candidatos presidenciales.

Treinta millones de franceses siguieron un debate que, al menos hasta el final, apuntaba a ser ciertamente decepcionante. Sin embargo, los goles en el 90 también existen en política, y cuando parecía que Mitterrand se llevaría los tres puntos, Giscard d'Estaing soltó una genialidad que a día de hoy se considera una de las claves que dieron la victoria al conservador. Después de que el socialista hubiera enumerado una serie de problemas sociales, Estaing cruzó las manos y, con tono serio y contundente, dijo: "Señor Mitterrand, usted no tiene el monopolio del corazón".

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Sarkozy - Royal (2007)

Sarkozy había ganado la primera vuelta y todos los sondeos le daban entre 4 y 6 puntos de ventaja sobre su rival, la socialista Ségolène Royal. El debate había transcurrido con total normalidad argumental hasta el final, cuando el tono se había elevado por una acusación de Royal a Sarkozy de "jugar" electoralmente con la discapacidad. El conservador la miraba con extrema tranquilidad, mientras se rascaba la barbilla: "Usted se enfada con mucha facilidad", afirmaba, como si dijera la obviedad más grande del mundo. "Para ser presidenta de la República hay que mantener la calma", concluía. Con tan sólo dos frases Sarkozy había conseguido hacer calar el relato de una mujer histérica incapaz de llevar adelante la República francesa.

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González - Aznar (1993)

Era un 24 de mayo de 1993. España vivía su primer cara a cara de la historia. El entonces presidente del Gobierno, Felipe González, ampliamente reconocido por sus dotes oratorias, se enfrentaba al primerizo Aznar. González se había presentado en los estudios de Antena 3 con un cortadísimo traje azul y camisa blanca –siempre en mente la lección de la importancia de la imagen del Kennedy Nixon– pero sin haberse preparado ni una coma.

José María Maravall, responsable de campaña del PSOE, confesaría años después que González "no se lo había preparado en absoluto, iba con la idea de que era algo similar a un mitin o una rueda de prensa". Y Aznar, como si de un combate de boxeo se tratara, lo noqueó, ante la estupefacción del moderador Manuel Campo Vidal. Hacía tiempo que el equipo popular preparaba a conciencia la intervención del novísimo y desconocido candidato. Y éste, sirviéndose de la confianza de González soltó una serie de cifras de datos económicos y de corrupción que hicieron sudar la gota gorda al socialista. Sí, González volvió a ganar las españolas ese 1993. Tres años más tarde, las perdería.

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Margallo - Junqueras (2015)

Cuando el ministro de Exteriores del Gobierno español aceptó enfrentarse cara a cara con su amigo, pero también número 5 de JxSí, Oriol Junqueras, Josep Cuní no se lo podía creer. El debate era tan inédito y podía dar a entender tantos mensajes, que durante la semana previa no quedaba claro si caería de la parrilla.

La dirección del PP miraba incrédula como su tozudo ministro se había retado en duelo con uno de los representantes más fuertes del independentismo. Y Junqueras lo supo aprovechar nada más empezar: "El hecho de que exista este debate es un éxito: poder debatir con el ministro de un Estado reconocido es una demostración de que estas son unas elecciones especiales", soltó.

El miedo a una derrota contundente, con todas las consecuencias, por parte de uno de los dos estaba en todos los bandos. Casi 900.000 personas estaban pendientes de la lucha entre estos pesos pesados ??de la política. Margallo y Junqueras eran tan conscientes de ello, que la preparación fue máxima, y ??el nivel intelectual que demostraron, admirable. Aún hoy, no hay ningún analista político que ose decir que este enfrentamiento no acabara en tablas.

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