El pasado junio, invitado al programa FAQS de TV3, antes de que me entrevistaran, intervino la consellera de Justícia, Esther Capella. En sus primeras palabras recordó a todos los exiliados y presos políticos de Catalunya y los nombró uno a uno. Me impresionó. Cuántas personas perseguidas por sus ideas. Cuántas personas encarceladas por ser consecuentes con el mandato de su pueblo, reflejado en las urnas. Cuánta injusticia acumulada. Cuánto dolor infligido. Cuánta injusticia aplicada por una justicia claramente prevaricadora.

Tres meses más tarde, el pasado 27 de setiembre, tuve la oportunidad de visitar en la prisión de Lledoners a todos los patriotas independentistas catalanes. Cuánta dignidad, coherencia y honestidad para con su pueblo, retenida entre las tres paredes y una reja de sus celdas. Cuánta firmeza en sus convicciones me trasladaron quienes desde el liderazgo de Òmnium y la ANC –Jordi Cuixart y Jordi Sànchez– de manera pacífica y democrática, buscaron una vía para que los hombres y mujeres de Catalunya, hayan nacido donde hayan nacido, pero como sujetos con derechos, pudieran expresar en libertad qué futuro querían para ellos y para sus hijos.

Cuixart me trasladó: “Sé lo que me pierdo fuera, a nivel familiar y personal, pero estoy feliz porque me han privado de libertad por defender los derechos de mi pueblo”

Me impresionó la fortaleza de ambos. Jordi Cuixart me trasladó: “Estoy feliz. Sé lo que me pierdo fuera, a nivel familiar y personal, pero estoy feliz porque me han privado de libertad por defender los derechos de mi pueblo”. Cuánta dignidad demuestran estas palabras.

Dignidad también de todos y cada uno de los presos políticos cuando, de una forma u otra, mantienen sus convicciones en aras de alcanzar pacífica y democráticamente la República catalana.

Quiero recalcar las palabras “pacífica y democráticamente”, porque son la clave de un movimiento imparable en la consecución de objetivos de libertad.

La única violencia que se ha ejercido en vuestro país es la de un gobierno que, en lugar de buscar soluciones políticas a través del diálogo, ha optado por reprimir violentamente a través de su policía y de su Guardia Civil a hombres y mujeres, jóvenes o ancianos, que solo deseaban ejercer un derecho tan democrático como votar y decidir su futuro en libertad.

¿Se puede seguir defendiendo que estamos ante un Estado de derecho o estamos ante los despojos y tics que quedan de una dictadura?

Si a ello unimos la actuación de un Rey al que ninguno de nosotros y nosotras hemos  elegido y cuya legitimidad sale de la bragueta de su padre, tenemos todos los componentes para decir, alto y claro, que en Catalunya no estamos solo ante el debate de república e independencia sí o no, sino también ante un debate más profundo: democracia sí o no.

Es este el quid de la cuestión. ¿Se puede seguir defendiendo que estamos ante un Estado de derecho o estamos ante los despojos y tics que quedan de una dictadura?

No me olvido de otro poder fáctico protagonista en Catalunya y en España: una justicia que no se sonroja ante la respuesta que recibe de países de larga tradición democrática como Suiza, Bélgica o Alemania, entre otros.

Les da igual. Van a lo suyo. De prevaricación en prevaricación. Porque ellos mismos se han colocado como sustitutos del poder político. Deciden quién puede ser president de la Generalitat; deciden encarcelar al discrepante. Hasta se incluyen en el auto de conclusiones como parte afectada por el proceso seguido en Catalunya.

¿De verdad, desde posiciones democráticas, alguien puede defender estos despojos de justicia?

Es falso que no puede hacerse nada para reconducir la situación de las personas exiliadas y encarceladas. La Fiscalía General puede comenzar a poner orden ante tanta arbitrariedad

Son tres poderes del Estado que no han sido elegidos por los ciudadanos –el Rey, la Guardia Civil y el Tribunal Supremo– quienes han protagonizado un verdadero golpe de Estado. Han sustituido de hecho las facultades de parlamentos y gobiernos. Y lo que es más grave, ante la aquiescencia de un gobierno, en su momento del PP, que delegó en ellos la solución de un problema que solo tiene un cauce: la POLÍTICA y las URNAS, en mayúsculas.

El PSOE y su gobierno tienen hoy en sus manos reconducir esta situación. No sirve excusarse en la independencia entre los poderes del Estado, porque saltó por los aires hace mucho tiempo. No existe.

Tampoco es cierto que no pueda hacerse nada para reconducir la actual situación judicial de las personas exiliadas y encarceladas. La Fiscalía General del Estado puede comenzar a poner orden ante tanta arbitrariedad. Si no lo hace es porque el Gobierno no quiere o no tiene agallas suficientes.

Dejen de echar balones fuera y demuestren que tienen voluntad de ubicar en el campo de la política lo que otros han ubicado en el de una justicia injusta.

Termino haciendo referencia a una pregunta que me formularon el pasado 28 de septiembre, con ocasión de moderar una mesa redonda en Vitoria-Gasteiz con las madres de los jóvenes de Altsasu, Txell Bonet y Laura Masvidal –qué grandes mujeres–. Alguien del público me preguntó: "¿Aceptaría nacionalizarse catalán?" Mi respuesta fue clara: “Por supuesto, siempre que ello no me impida tener la nacionalidad vasca. Por tanto, doble nacionalidad”.

Vuestra lucha, vuestro trabajo en pos de la libertad, es también mi lucha y mi trabajo. La causa de la libertad. Gracias por ser como sois.

Joseba Azkarraga es exconsejero de Justicia del Gobierno Vasco