Mostró "simpatía" hacia los golpistas. Esta es la impresión que el entonces embajador alemán en Madrid, Lothar Lahn, transmitió en un cable a las autoridades de su país. Lo captó en una reunión con Juan Carlos I el 26 marzo de 1981, un mes después del golpe de estado del 23-F. En aquella reunión, el rey español "no mostró ni repulsa ni indignación" con los golpistas, sino más bien "comprensión, cuando no simpatía". Fueron unas palabras casi de disculpa con los militares sublevados, que creían que sólo "habían querido lo mejor". Este documento se pudo conocer porque en 2012 fue desclasificado por el Ministerio de Exteriores alemán.

De aquellos mismos días de 1981 también hay informes de la CIA, la inteligencia norteamericana. Veía viabilidad a la operación militar: "El intento de golpe de Estado de la semana pasada estuvo mucho más cerca de prosperar de lo que el gobierno quiere admitir". Y remaba en otra dirección en referencia al monarca: "Los oficiales ultraconservadores creen que el rey ha traicionado al Ejército. Este sentimiento es compartido en el seno de los diferentes cuerpos policiales y militares, y muchos de sus oficiales pueden tener su lealtad dividida".

Los años 80 fueron unos años convulsos a nivel político, económico y también militar, con varios intentos de golpe de estado y conspiraciones en marcha. El más visible fue el del teniente coronel Antonio Tejero, de la Guardia Civil, el 23 de febrero de 1981, cuando irrumpió armado en el Congreso de los Diputados. Han pasado cuatro décadas desde entonces, pero todavía sigue habiendo muchas sombras, especialmente sobre el papel de Juan Carlos I, a quien el relato oficial ha situado como el gran héroe. La realidad, sin embargo, es que hay relatos alternativos que cuestionan esta aura de salvapatrias e incluso denuncian ambigüedad y complicidad. No ayuda que gran parte de los documentos de aquel acontecimiento todavía estén clasificados. Ni que el sumario del juicio todavía se mantenga bajo secreto. Varios historiadores, consultados por ElNacional.cat, han intentado escarbar como han podido.

Cuatro décadas después sigue habiendo muchas sombras, especialmente sobre el papel de Juan Carlos I

Durante los años y meses previos se había extendido el malestar entre los militares, todos ellos provenientes de la dictadura militar franquista. El rumor de fondo eran los constantes atentados de ETA, que había fijado el Ejército como objetivo. Y la gota que colmó el vaso de su paciencia fue la aprobación de los Estatutos del País Vasco y Catalunya, los dos en diciembre del 79. Fue en aquel momento que empezaron los movimientos, las reuniones, los planes para provocar un golpe de Estado que detuviera el proceso autonómico. En todos estos movimientos hay una figura destacada, el general Alfonso Armada, que también sirve para explicar el papel del Rey aquel día. No en balde, llegó a ser secretario de la Casa del Rey.

No sólo es que Armada fuera uno de los cabecillas del 23-F. Es que había un plan, muy elaborado, que se bautizó como la "solución Armada", que implicaba a militares pero también civiles. El objetivo era convertirlo en presidente de un gobierno de concentración nacional con miembros de todos los partidos y tecnócratas. Este ejecutivo tendría cuatro ejes: la "reconducción de las autonomías", la lucha contra el terrorismo, el saneamiento económico y la reforma constitucional para limitar el título VIII, justamente el que habla del desarrollo autonómico. Por eso contactó y estableció complicidades con las altas esferas políticas y económicas e incluso con el Rey. Todos ellos, incluido el monarca, compartían la animadversión hacia el entonces presidente Adolfo Suárez.

El historiador Roberto Muñoz, autor del libro El 23-F y los otros golpes de la Transición (Espada, 2021), ha tenido acceso al sumario completo del juicio (porque su familia era amiga del abogado de Tejero). En conversación con ElNacional.cat, explica que la solución Armada contemplaba dos variantes. La primera, la variante "constitucional", contaba con el conocimiento del Rey. Consistía en llegar a la presidencia del Gobierno por los medios legales, a través del mecanismo de la moción de censura. La segunda, la variante "pseudoconstitucional", se trataba de "aprovechar" una situación de excepcionalidad que forzara la formación de un gobierno de concentración nacional con un nuevo presidente. Esta fue la que se utilizó el 23-F.

El Rey tenía una relación "excelente" con el general Armada, y compartían animadversión hacia Adolfo Suárez

Incluso había llegado a elaborar la composición de su hipotético gobierno de concentración. Algunos de los nombres más destacados eran Felipe González como vicepresidente, Manuel Fraga como ministro de Defensa, Jordi Solé Tura como ministro de Trabajo, el general José Antonio Saénz de Santamaría como ministro de Autonomías y Regiones o el periodista Luis Maria Ansón como ministro de Información, además de miembros de la CEOE. La vía "pseudoconstitucional" incluso preveía el traslado de Tejero en un país sin tratado de extradición con España y su futuro económico asegurado.

Un hecho inesperado, sin embargo, hizo frustrar la vía de la moción de censura: Adolfo Suárez presentó su dimisión el 29 de enero. Todo se alteró. Menos de un mes después estallaba el 23-F. A las seis y media de la tarde, el teniente coronel Tejero irrumpía con 200 hombres armados en el Congreso de los Diputados al grito de "quieto todo el mundo". Milans del Bosch sacaba los tanques a las calles de Valencia. La División Acorazada Brunete hacía lo mismo en Madrid, la capital del Estado. Y el general Alfonso Armada calentaba en la banda. Mientras tanto, ¿qué pasó aquella noche en el Palacio de la Zarzuela? ¿Qué papel asumió el Rey antes de su mensaje de madrugada? ¿Era conocedor de los planes?

"A título personal"

¿Qué pasó la noche del 23-F en La Zarzuela? El historiador Alfonso Pinilla, autor de Golpe de timón: desde la dimisión de Suárez al 23-F, explica que los hechos demuestran que aquella noche del 23-F el Rey contemplaba todas las posibilidades. "Tiene todas las opciones encima de la mesa, incluyendo la posibilidad del gobierno de concentración que había conocido a lo largo de 1980," apunta el también profesor de la Universidad de Extremadura. Armada, insistente, consigue ir al palacio real. Y continúa el relato: "A medianoche, cuando la situación es muy complicada y Armada no para de decirle que aquello puede convertirse en un baño de sangre, el Rey da luz verde a Armada para que proponga el gobierno de concentración". Eso sí, le advierte: "Hazlo a título personal. La Corona no lo pide". Y se fue al Congreso de los Diputados ocupado por Tejero a proponer su solución. Esta versión también fue corroborada por Sabino Fernández Campo, secretario de la Casa Real, durante el juicio. Paradójicamente, añade Pinilla, es la oposición del teniente coronel de la Guardia Civil a un gobierno con socialistas y comunistas la que frustra los planes. 

Si el Rey sabía o no lo que había en marcha, sigue siendo hoy un misterio. Lo que sí que se sabe es que el 13 de febrero, diez días antes, hubo una reunión entre Juan Carlos I y el general Armada. De hecho, cuando fue procesado, Armada preguntó al monarca si podía utilizar parte de aquella conversación en La Zarzuela. Pero el jefe del Estado se lo prohibió. ¿Qué pasó en aquella audiencia? Después de analizar ingente documentación, Roberto Muñoz plantea su hipótesis: "La hipótesis que yo planteo es que Armada le explicó al Rey que había varias operaciones en marcha y que él tenía un plan para reconducirlas. Y el Rey lo autorizó a reconducirlas si se producía un golpe de Estado". El problema llega, según el historiador, cuando se descubre que Armada está detrás del 23-F.

"La noche del 23-F, el Rey da luz verde a Armada para que proponga el gobierno de concentración"

Durante el juicio oral hubo versiones contrapuestas. Milans del Bosch declaró: "El general Armada me estuvo contando las últimas entrevistas que había tenido con Su Majestad el Rey. Naturalmente que le di crédito absoluto. Me contó en la disposición que estaba. Me dijo que realmente estaba ya harto del señor Suárez, que estaba decidido a cambiarlo, que en unas conversaciones que duraron más de seis horas, creo, no sé si exactamente cinco o seis horas, con el Rey y la Reina, había pasado revista a quién podía ser".

Antonio Tejero declaró que recibió el visto bueno de Armada para utilizar el nombre del Rey. Según el teniente coronel, eso le dijo el general dos días antes: "Tú entras en nombre del Rey, por la Corona y la democracia. La democracia es muy importante... Eso es una operación nacional que respalda Su Majestad el Rey para robustecer la monarquía porque está dañada".

En cambio, Armada se negó a admitir, al menos en el juicio, que el Rey tuviera ningún conocimiento de la operación en marcha. Ahora bien, veinte años más tarde, el general reconoció que el Rey lo sabía: "El Rey no creó el 23-F. Ahora Bien, el Rey conocía que había una serie de inquietudes, de follones, de conspiraciones, si se quieren llamar así...; lo sabia, sabía lo mismo que yo, o al menos tenía la misma idea que yo. Quizás algún detalle no lo supiera, porque todo, todo, nunca se cuenta, pero el Rey estaba, en general, informado".

Los dos historiadores coinciden en un hecho bastante contrastado: la buena relación que había entre el Rey y Armada, que llegó a ser jefe de la Secretaría del Príncipe y, con la muerte del dictador, secretario general de la Casa del Rey. Era uno de sus consejeros de cabecera. "Hasta el 23 de febrero, la relación entre los dos era muy buena, era excelente", confirma Roberto Muñoz. Y los dos compartían la animadversión hacia el presidente Adolfo Suárez. En el caso de Juan Carlos I, "no era tanto una cuestión personal, sino más bien política", señala el historiador. "Estaba convencido de que Suárez llevaba España a la ruina, porque había agotado su capacidad de dirigir el proceso de cambio político", desarrolla.

La construcción de un relato oficial

Alfonso Pinilla habla del "rey de cristal". El profesor de Historia Contemporánea explica su metáfora: "La solución Armada pasa por la Corona como el rayo de sol pasa por el cristal de una ventana, sin romperla, sin mancharla". El rey Juan Carlos I está en el medio pero sale con las manos limpias: "De madrugada, se pone de manifiesto. Le dice ve si puedes solucionar la situación con tu gobierno de concentración bajo el brazo. Si crees que eso lo puede solucionar, propónte como presidente". La Casa Real "deja hacer pero no se implica, no se inmiscuye; simplemente da luz verde".

Roberto Muñoz pone el foco en cómo se construyó una versión oficial de los hechos, diferente a la real. "El grave problema radica en que había muchas personas con complicidad con Armada para que fuera presidente del gobierno de forma legal. Y se asustan cuando se enteran de que está detrás del golpe", explica el historiador. Por eso, "se creó una versión oficial del golpe de estado, para tapar a todas las personas que habían dado apoyo a la solución Armada". Los apoyos que había recibido, concluye, eran "totales", desde los poderes políticos hasta los económicos, pasando por la embajada de los Estados Unidos e incluso el Vaticano. El sumario judicial, según el historiador, es una enmienda a este relato que se ha vendido.

Ya han pasado cuarenta años desde el intento de golpe de Estado fallido del teniente coronel Tejero y el general Armada. No obstante, estos son sólo unos pocos elementos para intentar discernir cuál fue realmente el papel del Rey, hoy emérito y huido a los Emiratos Árabes, en aquellos acontecimientos. El general Armada lo informó de sus planes. En 1980, el CESID también remitió a Moncloa y Zarzuela un informe sobre las "operaciones en marcha" para tumbar a Suárez. Pero el rol del Rey sigue teniendo muchas sombras, sigue siendo un secreto de Estado.