En Francia ya se vivió con Marine Le Pen. Se le llamó "desdemonización del Frente Nacional". Es el proceso a través del cual, con un lavado de imagen y un discurso de extrema derecha moderna, pasó a ser un partido más del sistema, que reunía a millones de franceses detrás suyo. Eso fue posible gracias al relieve familiar de la estirpe ultra, pero también a los grandes partidos franceses, que lo normalizaron. No sólo eso, sino que también las posiciones de la mayoría de actores se escoraron hacia la derecha. Que le pregunten a Manuel Valls, que como miembro de un gobierno socialista centró sus esfuerzos en expulsar a miles de gitanos.

Y en España se está reproduciendo el mismo fenómeno. La primera participación de Santiago Abascal en un debate televisivo, este lunes por la noche, lo hizo bien patente. El líder del ultra Vox desplegó el repertorio de sus vecinos europeos: racismo, machismo, eurofobia... Y, en este caso, también franquismo y catalanofobia. Y con su discurso campó a sus anchas por el plató sin que casi nadie le parara los pies. No fue hasta acabado el debate que se desmintieron datos falsos que dio. Muchos potenciales votantes ya habrían apagado incluso el televisor.

La realidad es que los ultras Vox, que ya tienen un pie dentro del Congreso, han encontrado el caldo de cultivo perfecto para su explosión. Por una parte, el traslado del dictador Francisco Franco de su mausoleo. Por la otra, la sentencia del procés, de la que ha sido partícipe gracias a un sistema judicial que le permitió ejercer la acusación popular. Las encuestas no le podrían ir mejor, duplicando representación y haciendo el sorpasso a Ciudadanos. Con el viento de popa, ha aprovechado para diversificar su agenda ultra, incluyendo la inmigración o la lucha contra la igualdad de género. Su discurso de odio campa alegremente y nadie parece hacer nada. Nadie lo desmiente, nadie lo contradice.

En el debate coló goles por toda la escuadra. Por ejemplo, en forma de fake news, como que el 70% de las violaciones grupales las cometen inmigrantes. Por ejemplo, defendiendo la derogación de la ley contra la violencia de género, asegurando que "convierte a muchos hombres en presuntos culpables". Por ejemplo, pidiendo la supresión del Estado de las autonomías e ilegalización de partidos nacionalistas (no española). Ejemplos no faltaron en un discurso, mezcla de mentiras y odio, que le convirtió para muchos españoles en el gran triunfador.

¿Qué hizo el pretendido centroderecha? Comprar el relato de la mano dura contra Catalunya —la diferencia está entre cesar o detener al president Quim Torra— y callar sobre el resto de aspectos. A pesar de la petición expresa de Sánchez de condenar las posiciones de la "ultraderecha agresiva", ni Pablo Casado ni Albert Rivera le hicieron caso. Al final es su socio preferente en gobiernos autonómicos y ayuntamientos. En tres horas, el candidato del PP no se enfrentó ninguna vez a Abascal. Rivera prácticamente sólo para reprocharle que hubiera cobrado de un "chiringuito político".

¿Y qué hizo la izquierda? Sólo Pablo Iglesias cogió el toro por los cuernos y más o menos le plantó cara. Pedro Sánchez también lo hizo retóricamente, al mismo tiempo que compraba el marco mental de la mano dura contra el independentismo. No sólo propuso recuperar el delito de convocatoria de referéndum o "acabar con el uso sectario de TV3". El candidato del PSOE llegó a prometer "traer Puigdemont a España para que rinda cuentas ante la justicia". Después de meses aleccionando a las derechas sobre la separación de poderes.

En toda Europa también existe un gran debate sobre lo que hay que hacer con la extrema derecha, si ignorarla o combatirla. La realidad es que, en España, ya es un actor más de la política española, con unas encuestas que le disparan. Ya no había impedimentos para que pudiera asistir al debate, que ha convertido en su gran escaparate. Ante el silencio de los otros candidatos, los mismos que en su momento alimentaron a la bestia. Abascal ya sigue con su agenda en solitario, este martes en Sevilla, donde volvió a llenar el auditorio "hasta la bandera".