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La elaboración del sistema electoral español se nutrió de una premisa maquiavélica. Que ganara Adolfo Suárez y sin complicaciones fue la idea de que inspiró su creación por parte de unas élites gobernantes que querían asegurarse el control del mapa electoral. Así se hizo un auténtico ejercicio de ingeniería –en beneficio de la Unión de Centro Democrático (UCD)–, tal como explica en sus memorias uno de los padres del sistema, Óscar Alzaga.

Cambio de tablero

El hecho se llama "herestética". Es decir, la manipulación directa de la estructura política –las reglas del juego– a favor de un partido. La configuración que se hizo entonces iba encaminada a favorecer el bipartidismo, y a la victoria del partido conservador del momento –es decir, la UCD. La tendencia se mantuvo durante años, cuando el Partido Popular (PP) le tomó el relevo y se convirtió en la fuerza hegemónica, junto con el Partido Socialista (PSOE).

Parecía que la situación no fuese a cambiar nunca. El ejemplo era Izquierda Unida, que no acababa de desbancar los dos grandes, y quedaba relegado al tercer lugar. Sin embargo, la fuerte emergencia de 2 nuevas fuerzas políticas ha permitido un escenario sin precedentes, que junto con el propio sistema electoral, con sus habituales defectos y manipulaciones, será el que permitirá la entrada a los dos nuevos partidos: Ciudadanos y Podemos.

El 'sesgo conservador'

Los académicos llaman al "sesgo conservador" al conjunto de efectos buscados en el sistema electoral para beneficiar a la UCD, o un partido de esta ideología, como le pasó al PP más tarde. Pero hoy es esta misma distorsión la que podría estar beneficiando C's.

Primero, el sesgo conservador se articula a partir del llamado prorrateo de los escaños. Es decir, la forma como se distribuyen. En el Estado Español la LOREG –ley electoral– atribuye en cada provincia un mínimo inicial de 2 diputados (Ceuta y Melilla sólo uno cada una), y el resto (248 diputados) se reparten según población. Se sabe que las zonas poco pobladas –como el mundo rural– están sobrerrepresentadas en relación con las urbanas –con más habitantes– ya que las primeras reciben proporcionalmente a más diputados, que ciudadanos.

Beneficiar las zonas rurales, a priori, no esconde un beneficio a una formación concreta. La ventaja se alcanza cuando casualmente en estas zonas hay un partido con ciertos rasgos, que le generan más propensión a ganar. Así ocurre el efecto varianza. Los padres del sistema electoral sabían que en las zonas rurales las formaciones "conservadoras", como la de Suárez, eran favorecidas y con menos votos podrían llegar a obtener más escaños.

El ejemplo por antonomasia es Soria, donde un voto "vale" más que en otras regiones –y el escaño es "más barato". Pasó en las elecciones de 2004: un diputado en la provincia castellana supuso 20.000 votos, y uno en Madrid costó 100.000. Es decir, 5 veces más. Si bien, la Constitución permitiría hasta 400 diputados –actualmente hay 350– hecho que haría incrementar la igualdad política, de "un hombre, un voto" que es la premisa básica de cualquier democracia.

 

Ciudadanos se abre paso

Así como le pasó al PP entonces, cuando tomó el legado de la extinta UCD, la formación de Albert Rivera se podría estar nutriendo del sesgo conservador. Se conoce que Ciudadanos recibe un trasvase de electores por parte del PP en mayor medida. En consecuencia, con la bajada de voto del PP (de un 44% al 28%), podría explicarse por qué hay provincias rurales como Ávila o Soria, donde PP y C's compartirían cartel.

Este hecho no es fácilmente alcanzable en aquellas circunscripciones pequeñas, de por debajo de los 10 escaños. Pero Ciudadanos ha conseguido penetrar en provincias de incluso 5, o menos diputados, junto con PP y PSOE, como Burgos, Castellón, Albacete, Segovia, Salamanca, entre otros. La hipótesis subyacente podría ser el relevo generacional de los jóvenes liberales, y conservadores, que votarán C's, en vez de Rajoy. Si bien, no hay que obviar el factor "votos", donde C's se acerca al PSOE, le saca escaños, sustituyéndolo en ciertas provincias como segunda fuerza.

Al mismo tiempo, esta circunstancia también se fundamenta en el efecto del bipartidismo.

"El efecto mayoritario"

La irrupción de Ciudadanos, y Podemos, se ha nutrido de una otra lógica del sistema electoral que se instauró durante la transición. Tradicionalmente, el sesgo mayoritario ha beneficiado los dos grandes partidos, a causa de la interrelación entre la magnitud de la circunscripción –número de escaños asignados por provincia– y la fórmula electoral utilizada. Esta es la ley d'Hondt, pero no es ella en sí misma quien produce la desproporción.

La desproporcionalidad se vuelve más acusada cuando las provincias son menores a 8-9 escaños, que es el 60% de los casos, mayormente agrarios. En este sentido, se considera que un sistema electoral es proporcional cuando el porcentaje de sufragios que obtiene un partido político es similar al porcentaje de escaños en que se han traducido los votos. A mayor semejanza, más proporcionalidad en el reparto, como pasa en áreas urbanas.

Entre las causas profundas, estaba la ingobernabilidad de la Segunda República. Esta había preocupado a los legisladores, comportando la necesidad de asentar dos fuerzas sólidas para no desestabilizar la democracia –y dando paso al bipartidismo. Así, los partidos pequeños perderían muchos votos, que no se traducen en representación. Incluso, el efecto mayoritario ha generado también dificultades para consolidar una tercera fuerza.

Podemos, urbano

Según el CIS, los escaños de Podemos serían eminentemente urbanos, o de aquellas circunscripciones de al menos 7-8 escaños. Si bien, hay excepciones, como Álava o Córdoba. La entrada del partido como cuarta fuerza dentro de un escenario bipartidista se corresponde con la mayor proporcionalidad de las provincias donde consigue su representación. Por ejemplo, Barcelona (31 escaños), o Málaga (11), que son más proporcionales que Cáceres o Salamanca, –4 escaños, respectivamente. Este efecto también beneficiaría a C's, mostrando cómo la nueva política también es capaz de desafiar el viejo sistema electoral de la transición.