Ni tanto, ni tan poco. La reacción de la diplomacia española ante el viaje del vicepresident, Oriol Junqueras, a Estados Unidos ha resultado desconcertante y errática hasta extremos sorprendentes. Mientras el cónsul español en Miami, Cándido Creis, se incrustó en la delegación de la Generalitat, como una auténtica sombra del vicepresident, y aplicó un estrecho marcaje a todos sus movimientos, el cónsul en Nueva York no se ha dejado ver durante los tres días durante los que Junqueras ha estado en la ciudad. El representante español en Nueva York ni siquiera acudió a la recepción organizada en la sede de Mediapro en Brooklyn, que contó con representantes diplomáticos de varios países.

En Miami, Junqueras tropezó con el cónsul español tan pronto como bajó del avión. A partir de aquel momento, Creis lo acompañó en todo momento y se fue presentando a todos los actos de la agenda catalana, aunque nadie lo convocaba. Incluso se coló en algún encuentro a puerta cerrada, haciendo oídos sordos a la advertencia de que se trataba de reuniones privadas.

"El señor cónsul aquí está en todo. No sé cómo lo hace", se exclamó el alcalde de la ciudad de Miami, Tomás Regalado, cuando se lo encontró en su despacho para participar en una reunión que, supuestamente, tenía que ser con el vicepresident y su equipo.

Creis tampoco faltó al encuentro organizado en las instalaciones de Mediapro con la comunidad catalana de Miami. En aquella cita, el cónsul escuchó estoicamente la defensa del referéndum que hizo Junqueras en su largo parlamento y la apuesta catalana de contar con herramientas de Estado. En el escenario, únicamente se había instalado la bandera americana y la catalana. Carteles repartidos por toda la sala informaban de que el nombre del wifi instalado para el acto era Generalitat y la clave Visca Catalunya.

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Reino de España

Extremadamente amable y servicial, Creis se hizo tan familiar a la delegación, que la pregunta "¿dónde está el cónsul"? se repetía de manera automática en los breves paréntesis en que desaparecía.

La tensión llegó, sin embargo, en el momento en que intentó imponer que se incorporase la denominación "Reino de España" al acuerdo que firmaron el Puerto de Barcelona y el Puerto de Miami. La peculiar exigencia provocó perplejidad tanto entre las autoridades portuarias barcelonesas, como las de Miami, e incluso se cuestionó la firma del pacto, si se exigía esta condición.

Finalmente, el acuerdo se rubricó sin ninguna referencia a la Corona y sin la presencia del cónsul, a pesar de que esta vez sí se le había reservado un asiento en la sala donde se oficializó el documento.

El diplomático, no obstante, encajó bien el revés. Horas después de la firma, acudió al aeropuerto para despedir a Junqueras y la delegación de la Generalitat que partía hacia Nueva York. El cónsul ayudó al vicepresident en los trámites de facturación, alivió los pesados controles de seguridad y escoltó a la comitiva catalana hasta el arco de seguridad. Allí se quedó despidiendo a la delegación, saludando con la mano hasta que desaparecieron.

Giro copernicano

Una vez en Nueva York, la estrategia diplomática dio un giro copernicano. El cónsul español en esta ciudad no se dejó ver en ningún momento con las visitas de Barcelona -de hecho, durante el viaje que quince días antes hizo el president, Carles Puigdemont, nada más apareció una vez. En el espacio que había ocupado Creis quedó un vacío en que ni tan solo se llenó en la recepción organizada el jueves por Mediapro en Brooklyn, a pesar de la presencia de diplomáticos de varios países que acudieron a la cita.

En aquella recepción, convocada en el marco del encuentro de Smart Cities en Nueva York, se proyectó la película Barcelona. La rosa de foc y, según fuentes de la organización, entre los asistentes estaba el embajador de Bulgaria ante las Naciones Unidas, Georgi Panayotov; el cónsul en Nueva York de Paraguay -que hasta el año pasado había sido decano del cuerpo consular en Barcelona-, Juan Buffa; el de México, Diego Gómez Pickering; Costa Rica, Rolando Enrique Madrigal; Singapur, Eugene Ng; Colombia, María Nieto Jaramillo; y Montenegro, Zeljko Stamatovic; así como representantes de los consulados de Arabia Saudí, Honduras e Israel, y el delegado del País Vasco en los Estados Unidos, Ander Caballero. Nadie del consulado español asistió al acto, en el que incluso el presentador, el periodista puertorriqueño Gerson Borrero, defendió el derecho de Catalunya al referéndum.

Junqueras aterrizó en un Nueva York especialmente agitado por la primera visita del presidente Donald Trump a la ciudad desde que ha tomado posesión en la Casa Blanca, que provocó diferentes manifestaciones de protesta.

El viaje del vicepresident tuvo un tono esencialmente económico, con especial interés en explorar el retorno de la deuda catalana a los mercados financieros. No obstante, los contactos quedaron preservados por una opaca discreción, que no desapareció ni siquiera cuando ya se habían celebrado las reuniones.

La anécdota del viaje fue la coincidencia del vicepresident con el actor Hugh Jackman en un restaurante del barrio de Tribeca, propiedad de Robert de Niro. Mientras el vicepresident comía con catalanes residentes en Nueva York en un reservado, Jackman estaba en el comedor del local con su esposa y un grupo de cuatro personas más.

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