En su primer mes como president, Pere Aragonès ha centrado los esfuerzos en restablecer los puentes con el gobierno de España y abonar el terreno para la reanudación de la vía negociada con el Estado. Canalizadas ya las relaciones con la Moncloa, con los indultos preparados para salir del horno, Aragonès ha abierto la carpeta de deberes pendientes de puertas adentro. Cuando pactó el acuerdo de gobierno con Jordi Sànchez, ERC y Junts chutaron adelante la pelota de los desacuerdos profundos. Con este poso se ha celebrado la primera reunión oficial con el president en el exilio Carles Puigdemont, que lo ha recibido con todos los honores en la Casa de la República de Waterloo, enfundado en una mascarilla del Consell per la República. Los dos han activado su propia agenda para el reencuentro independentista, sin profundizar, eso sí, en cómo resolver las diferencias de fondo. 

 

La predicción meteorológica preveía una mañana lluviosa este viernes a Waterloo, pero a la hora del encuentro entre presidentes, ha acabado saliendo el sol. Si será una metáfora aplicable a la relación entre ERC y Junts a lo largo de la legislatura, sólo lo dirá el tiempo. Uno y otro se han deshecho en palabras de agradecimiento mutuo, durante la comparecencia posterior a la reunión, que ha durado casi dos horas. "Ha sido una conversación larga, franca, positiva y personal que nos ha gustado mucho a los dos", ha resumido Puigdemont. "Estoy aquí por una cuestión de reconocimiento institucional", ha complementado Aragonès, que ha deseado que "esta reunión no se tenga que hacer nunca más en el exilio". Que no pueda hacerse en Barcelona, ha dicho, "es una muestra que Catalunya sufre una situación de represión que estamos obstinados a superar".

Un paso obligado por la presión internacional

Oficialmente, fuentes de presidencia enmarcan la visita de Aragonès en Waterloo, que ha coincidido precisamente con el día en que Pedro Sánchez volvía a pisar Barcelona, en la voluntad de fortalecer la imagen institucional del Govern de la Generalitat. Ahora bien, a nadie se le escapa que el viaje del presidente responde también al intento de evidenciar que no se olvida de los exiliados aunque bendiga los indultos. "Serán un paso, pero no son la solución", ha admitido Aragonès, recordando Pedro Sánchez que hace falta "una respuesta política y global en términos de represión y políticos de fondo". Es decir, amnistía y autodeterminación.

Más incisivo ha sido Puigdemont, que ha dejado claro que si Sánchez se plantea condonar las penas a los presos no es por gusto, sino que "es evidente que el Gobierno se ve obligado a hacer los indultos porque si no toma la iniciativa, otros la tomarán por ellos", en referencia a la presión internacional en este aspecto. Como prueba de las pocas ganas que, desde su punto de vista, tiene Moncloa de moverse con Catalunya es que "ninguna de las carpetas catalanas estará cerrada, que no hay ninguna de las demandas históricas que haya quedado satisfecha".

 

Sin plan B a la mesa de diálogo

Preguntados en varias ocasiones por si habían profundizado en el plan B que hará falta transitar si no funciona el diálogo con el Estado, los dos han advertido que hoy no era una reunión ejecutiva, sino que el sentido de la cita de hoy era "institucional". De "reconocimiento mutuo y con respecto al rol que juega cada uno", en palabras de Puigdemont. Una manera sutil de dejar claro que él no pretende ejercer ninguna tutela, como se había especulado por parte de ERC durante la negociación para hacer gobierno. "Abrir la carpeta de los acuerdos y desacuerdos se está haciendo en su marco", ha concluido Puigdemont.

De su lado, Aragonès ha explicado que no le consta todavía haber recibido ninguna invitación para el acto que Sánchez celebrará el lunes al Liceo para defender los indultos. En todo caso, le ha recordado que "la posición sobre el futuro político se tiene que tratar de presidente a presidente". Concretamente en la reunión que han de agendar todavía dentro del mes de junio. Puigdemont lo ha puesto sobre aviso, remarcando que "más allá del concepto de diálogo, lo que haría falta es entrar en la mesa de negociación", que "diálogo no necesariamente es una negociación" y que la negociación "parte del reconocimiento mutuo". Y ha sentenciado que "aquello más alejado de la negociación se llama código penal".

La unilateralidad y el valor del 1-O

Sobre si la unilateralidad sigue siendo una opción, Aragonès ha evitado responder directamente, pero ha precisado que "es evidente que el independentismo nunca renunciará a su objetivo". Por su parte, Puigdemont ha aprovechado para avisar que el acuerdo de gobierno entre ERC y Junts deja claro que "sólo un referéndum acordado con el Estado puede sustituir el 1-O" y ha insistido en la necesidad en trazar una "estrategia conjunta".

Puigdemont saca pecho de las victorias del exilio

Durante la comparecencia conjunta, Puigemont ha sacado pecho de las victorias judiciales obtenidas por los exiliados. "La libertad nos la hemos ganado no con el Estado español, sino fachada en el Estado español, en los tribunales europeos. Nos lo hemos ganado confrontándonos en el Estado español. Será así como podremos volver. No hay ningún atajo", ha subrayado. Y se ha dirigido a Pedro Sánchez con una pregunta concreta: "respetará o no la inmunidad de todos los eurodiputados del Parlamento Europeo"?.

Precisamente la semana pasada, la ministra de Podemos Ione Belarra -nueva lideresa del partido morado en sustitución de Iglesias-, removió el tablero político español al plantear que había que encontrar una solución para el retorno de Puigdemont y el resto de exiliados independentistas. En una entrevista en Rac1 afirmó que "su salida de España tiene que ver también con el propio proceso de judicialización, es una derivada, y acabar con este proceso tiene a ver también con que ellos puedan volver". Siguiendo con el argumento, se opuso a la posibilidad que le fuerzas de seguridad puedan detener el expresidente si pisa territorio español.

Las palabras de Belarra provocaron un incendio en la Moncloa. Enseguida, los ministros socialistas la contradijeron, defendiendo que Puigdemont es uno huido de la justicia y que, como tal, se tendría que atender a las consecuencias.

En la imagen principal, Aragonès y Puigdemont en la Casa de la República de Waterloo. / Rubén Moreno