El País Valencià es un territorio lleno de tópicos y de desequilibrios. Mientras el gobierno de la Generalitat valenciana utiliza como slogan la frase "todos a una voz", extraida del himno regional, como supuesta muestra de cohesión social, estabilidad y progreso, la realidad y las estadísticas tendrían que hacer moderar las proclamas de los más optimistas, como el presidente Puig quien, a su discurso de fin de año, ha insistido en ofrecer "la estabilidad como un activo ante lo que pasa en otros territorios" en referencia al proceso catalán.

Sin embargo, querer aprovecharte de la situación de otro puede costarte caro a efectos políticos. A pesar de que en los últimos dos año el índice de desempleo ha bajado dos punto en el País Valencià, hasta el 15,34%, el riesgo de pobreza y exclusión social ha empeorado un 0,8% el 2018. Eso supone que, al inicio de este 2019, 1,5 millones de valencianos, de un total de cinco millones de residentes, son más pobres que cualquier otro ciudadano del Estado Español excepto los canarios. Ni progreso ni estabilidad; desaceleración económica y más desequilibrio social.

Dieciséis mil valencianos vieron a Puig de cinco millones

Sin embargo, sin embargo, Ximo Puig es un político respetuoso en sus formas institucionales y así lo ha demostrado escogiendo la televisión de À Punt para difundir su discurso de fin de año. Con una locución solemne y una realización televisiva mediocre y llena de ruidos de fondo, los análisis coyunturales y los buenos deseos del presidente para el 2019 no han tenido demasiado eco porque este medio de comunicación autonómico pasa por "invisibilizar" todo aquello que programa.

Solo, dieciséis mil espectadores valencianos (el 1,9% de audiencia) de un total de cinco millones de personas en todo el territorio, vieron por À Punt el mensaje institucional del presidente de la Generalitat Valenciana (422.000 personas siguieron por TV3 el discurso del presidente Torra en la Catalunya "inestable"). Una suerte parecida corrió la emisión del discurso de Felipe VI el pasado 24 de diciembre que registró una audiencia de 9.000 espectadores,  es decir, el 1,1% de la audiencia mientras que el resto de los valencianos, un 78,6%, escogió otras cadenas de televisión para ver el mismo programa.

"Nunca pasa nada en la tele"

Pero la crudeza de las cifras parece no hacer tocar tierra a aquellos que no utilizan nunca la autocrítica, y culpan a los otros de su propio fracaso. En este caso, parece que sea la sociedad valenciana la que no sabe apreciar la supuesta "calidad televisiva" de À Punt. Un auto diagnóstico empresarial falso; porque esta cadena la sintonizan solo una de cada cien personas que ve la televisión en el País Valencià y despierta los siguientes comentarios entre los propios valencianos: "Nunca pasa nada en la tele. Cuando la pongo, siempre están hablando de comer o de antropología". "Ni informan ni entretienen". "No encuentro un programa que me enganche y de los presentadores, ni hablar".

Siete meses después del inicio de las emisiones de À Punt, la televisión autonómica y el partido Vox coinciden en el mismo índice de audiencia media (el 1,2%), es decir, diez mil espectadores para el medio de comunicación y 10184 votos para el partido de ultra derecha en las elecciones autonómicas de 2015.

Los responsables de Vox no esconden su euforia ante las expectativas de crecimiento electoral para las elecciones autonómicas y municipales de este año. Por su parte, la directora de À Punt, Empar Marco, había pedido, pero no lo ha conseguido, subir de 55 millones de euros a 70 el presupuesto de la cadena para producir, lo que considera, "contenidos de más calidad".

Así pues, empate técnico de audiencia entre Vox y À Punt. Puede ser esta coincidencia, tendría que hacer a reflexionar los miembros del Consejo Rector de la Corporación Valenciana de Medios de Comunicación respecto de un cambio de estrategia en la programación, o de personas al frente de  ante la gestión de un medio que, no sólo no capta el interés de los valencianos y, además, invisibiliza la imagen de sus representados políticos, si no que, de seguir así, corre el riesgo de convertirse en un gasto de difícil justificación.