La señora Pepita Florolos fue a la manifestación contra la sentencia del Estatut con una bandera catalana. Al primer 11 de Setembre de la nueva era, el del Passeig de Gràcia, aquel en que no-sé-cuántos miles de personas no se movieron de sitio durante dos horas, fue llevando en la blusa un pequeño pin con la estelada. En la Vía Catalana ya llevó una bandera estelada de tela. Y no precisamente pequeña. El merchandising "esteládico" siguió aumentando en la V. Allí llevaba el pin, la bandera, no precisamente pequeña, una cinta indepe en la cabeza y una pulsera estelada hecha por su nieta. Y en aquello del puntero de la Meridiana de BCN, que Pepita todavía no ha acabado de entender de qué iba, llevaba todo eso y, además, unas bambas esteladas que le regaló su amiga Rosita, la que siempre va a las manis con su perro Toi ataviado con una camisetita con las cuatro barras y la estrella. "Y va tan contento...", dice Rosita. Refiriéndose a Toi.

Ideológicamente, Pepita ha ido evolucionando paralelamente al cambio que ha sufrido su vestimenta de lucimiento manifestacional. Primeramente profesaba un catalanismo pujoliano (Ay, qué disgusto tuvo Pepita cuando el expresidente confesó la herencia, qué disgusto tuvo cuando fue sabiendo que la herencia quizás era alguna cosita más que una inocente herencia y, ay, qué descomunal cabreo ha ido cogiendo Pepita a medida que ha ido sabiendo todo lo que ha ido viniendo después). Después evolucionó hacia un catalanismo más subidito de tono y llegó a un nacionalismo con un toque de radicalidad indignada. Hasta que un día se vio a sí misma defendiendo el independentismo. Fue en un hotel de Santa Cruz de Tenerife durante una estancia con el Imserso. Le tocó cenar en una mesa con un matrimonio de Astorga. Salió el tema Catalunya y la cosa se fue complicando. Hasta que, en un momento dado, de dentro del alma de Pepita salió un "mire, buen hombre –dirigiéndose al señor Casto, el de Astorga–, aquí la única solución es la independencia. Y ahora haga el favor de dejar de ir al bufete, que es imposible que usted se coma todo esto que se pone en el plato. ¡Tragón!". Y aquel día, la señora Pepita se sacó como un peso de encima. Se liberó. Fue como cuando, superando la pérdida de su querido Joan (que en el cielo esté), pasó aquel fin de semana glorioso en aquel hotel de Olot con Enric, un señor que conoció en un acto de l'ANC.

Pero ahora Pepita está desorientada. Pregunta a todo el mundo que puede: "¿se pondrán de acuerdo, verdad? ¿Y Mas será el presidente, verdad? Es que él es quien lidera el Proceso y sin él esto puede descarrilar. No, y estos chicos de la CUP ya me gustan, ya. Un hijo de Enric lo es y es muy buen chico. Y limpio. Pero yo, ¿qué queréis que os diga?, no me veo haciéndome un flequillo como el de la chica aquella tan morena. Que se la ve buena chica también, pero neena, ¡qué flequiiiillo! ¿Por qué no se peina normal? Y yo, a mi edad, hacerme antisistema todavía, pero anticapitalista no me veo. Y otras elecciones... por Dios, ¡basta ya de elecciones, tú!!! Mira, no sé ni si iré a votar en las españolas, que ya estoy un poquito harta. Y la Rosita piensa lo mismo, aunque votó a las CUP porque le gustan mucho los chalecos que lleva el Baños este. Pero dice que si no apoyan a Mas, no los votará más".

Total, que ha sido la suma del voto de miles de Pepites, representantes de la clase media que soporta y mueve a las sociedades, la que ha permitido tener una mayoría independentista en el Parlament. Son las Pepites (y los Enrics) que han evolucionado hasta el independentismo, pero que ya han llegado al límite de la dilatación ideológica y que si lo han hecho ha sido por la confianza que les ofrecía Mas. Gustará o no, pero es así. La gran duda ahora mismo es saber qué pasará con las Pepites (y los Enrics) si Mas no consigue ser investido y cómo se comportarán en unas posibles elecciones en marzo.

A las Pepites (y a los Enrics) ya no se los puede pedir mucho más. Y empiezan a estar hartos. Y si se desenganchan del Procés, adiós Procés. Por mucho que otros conserven 10 diputados con los que no se hace ninguna mayoría.

Y NO SE HARÁ AQUEL PEINADO de la chica.