Recordando aquella fatídica noche del 23 al 24 de febrero del año pasado, cuando Vladímir Putin tomó la nefasta decisión de invadir Ucrania, poco podíamos pensar —de hecho, nadie lo podía ni concebir— el escenario del reciente viaje triunfal de Zelenski a Londres, París y Bruselas.

Un viaje con una agenda tan excepcional que ningún otro líder mundial de hoy habría conseguido. Ni el presidente de los Estados Unidos, ni el de China, ni ningún otro monarca o jefe de estado del mundo (ni líder religioso o estrella mediática) recibiría hoy el tratamiento que ha tenido Volodímir Zeleneski esta semana en los dos lados del canal de la Mancha.

Repasamos un momento estas 48 horas de frenesí porque, repito, dudo que lo volvamos a ver en mucho tiempo. El miércoles hacia las 9 de la mañana Zelenski aterriza en Londres a bordo de un avión de la RAF (las legendarias Reales Fuerzas Aéreas británicas) y es recibido a pie de pista por el primer ministro británico Rishi Sunak, trasladándose conjuntamente al también mítico 10 de Downing Street donde entran conjuntamente y se fotografían delante de su conocida puerta. Primera reunión y primera rueda de prensa donde Sunak ya se abre a la opción de la posible entrega de caza-bombarderos británicos a Ucrania. De aquí, el presidente ucraniano se traslada al Parlamento, donde se dirige y es ovacionado en varias ocasiones por las dos cámaras (Lores y Comunes) en el Westminster Hall, un espacio reservadísimo a algunas de las ceremonias de Estado más solemnes. Para que nos entendamos, ni el presidente de los EE. UU. tiene la oportunidad de dirigirse al parlamento británico desde este espacio; cuando se ha dado la ocasión lo ha hecho desde otras salas igualmente solemnes pero de un rango inferior dentro del ceremonial británico.

Pero seguimos, después de haber regalado el casco de un piloto ucraniano al Speaker (presidente de la Cámara) de los Comunes y de nuevas ovaciones —también después del ahora ya mítico "dadnos alas para defender la libertad"— , Zelenski se traslada al Palacio de Buckingham donde es recibido por el rey Carlos III. Saliendo de la audiencia real, el jefe de estado ucraniano se reencuentra de nuevo con el primer ministro Sunak con quien se desplaza en helicóptero hacia Dorset. Allí hacen a una visita conjunta a la base militar británica donde se está llevando a cabo el entrenamiento de militares ucranianos en el uso de los carros de combate ingleses Challenger 2, los primeros tanques occidentales que parece que llegarán a territorio ucraniano. Visita, entrega de medallas y nueva rueda de prensa donde el primer ministro inglés de nuevo afianza el apoyo militar del Reino Unido en Ucrania. Acabada la rueda de prensa, donde Zelenski se abraza con una periodista inglesa conocida, este vuelve hacia el aeropuerto donde se elevará dirección a París, y todo en menos de doce horas.

Aterriza en París donde es recibido con honores a pie de pista por el ministro del Ejército francés y se traslada al Palacio del Elíseo donde lo espera el presidente de Francia, Macron, acompañado del canciller alemán Scholz, los dos principales líderes políticos de la UE. Dado el retraso en la agenda prevista la cena no se llevará a cabo, pero sí el recibimiento en la Cour d’Honeur, la reunión a tres bandas y la tercera y última rueda de prensa del día. En esta veremos a un Macron entregado a Zelenski, con uno actitud muy diferente del presidente francés de hace un año, cuando intentaba actuar de mediador entre los dos países y pedía una "salida honorable del conflicto" para Rusia. También Scholz adaptará su tono, como olvidando que esta misma semana había dicho en el Bundestag que no entraría en la "competencia de hacer ver quién da más armas a Ucrania".

Al día siguiente por la mañana, Zelenski se traslada a Bruselas en el avión del presidente Macron, con un paseo a pie conjunto antes de abordar el avión televisado y ostensiblemente más largo de lo habitual. Parece que los servicios de prensa del Elíseo busquen revancha de la espectacularidad de la visita a Londres respecto de la simple "parada" en París, y pretenden proyectar una relación entre los dos líderes como mínimo igual de intensa que la visualizada por Sunak y Zelenski en la ciudad del Támesis.

Al aterrizar en Bruselas el comité de recepción a pie de pista no puede ser más VIP: primer ministro Belga (De Croo), presidente del Consejo Europeo (Michel) y presidenta de la Comisión (Von der Leyen) y evidentemente eso no se debe, con todos los respetos, a Macron sino a su acompañante. De allí Zelenski se traslada al Parlamento Europeo, reunido en sesión extraordinaria, donde es recibido por la presidenta de la institución (Metsola) y donde lleva a cabo una de las entradas en las plenarias más entusiastas de las que se recuerdan. Discurso emotivo del presidente ucraniano, que genera nuevas ovaciones, en el que reclama de nuevo el apoyo militar y político —los aviones de guerra, pero también la aceleración del proceso de acceso de Ucrania a la UE— recibiendo una respuesta cómplice de la presidenta de la cámara que sorprende por su contundencia.

De allí sigue con una rueda de prensa con los presidentes del Consejo y de la Comisión a quien ya había saludado a su llegada al aeropuerto. Continúa con la reunión, también extraordinaria, con el plenario del Consejo Europeo y fotografía con los jefes de estado y de gobierno de los 27 países de la Unión. Es la séptima vez que Zelenski se dirige a la más alta institución europea, pero la primera en formato presencial. Seguirá una ronda de cuatro reuniones más, con los diversos líderes de los países de la UE agrupados conjuntamente a la vez, excepto Francia y Alemania con quien se había reunido la noche anterior en París. La única voz discordante de este formato tan peculiar será la primera ministra italiana Meloni (tercera economía de la UE) seguramente molesta por no haber sido invitada por Macron a París.

En menos de 48 horas Volodímir Zelenski ha llevado a cabo un viaje que lo lleva a los principales centros de poder europeos, siendo recibido en todos ellos de manera excepcional y triunfal, algo que evidentemente tiene mucho que ver con la imagen y la teatrización de la política y del poder, algo de lo que él es un maestro

Lo que finalmente no se llevará a cabo es una visita a la sede de la OTAN. Bruselas es la sede de las instituciones europeas pero también lo es de la OTAN. Pero sea como sea —el secretario general de esta, Stoltenberg, está de visita a Washington— y con un criterio seguramente lo bastante acertado, se centra el viaje de Zelenski en el apoyo político y militar recibido por los 27+1 (siendo el 1 el Reino Unido, evidentemente) y se obvia una visita que solo habría dado grosor al argumentario ruso.

En menos de 48 horas, Volodímir Zelenski ha llevado a cabo un viaje que lo lleva a los principales centros de poder europeos, siendo recibido en todos ellos de manera excepcional y triunfal, algo que evidentemente tiene mucho que ver con la imagen y la teatrización de la política y del poder, algo de lo que él es un maestro. Pero lo que hemos visto va mucho más allá de la comunicación e implica un nivel de apoyo y reconocimiento que pocos tienen, algo que sumado al viaje de Zelenski a Washington de finales de año debería, cuando menos, hacer reflexionar al Kremlin.

Rusia, sin embargo, también viaja

El éxito del tour del presidente ucraniano, sin embargo, no tendría que esconder otro hecho y es que a pesar de la evolución de la guerra, o quizás por su evolución, Rusia también se mueve en el escenario internacional. Las diferencias son sustanciales, ya que no es su jefe de estado, Putin, el que viaja sino que lo hace el ministro de Exteriores Lavrov; y en vez de visitar puntos neurálgicos del poder donde ir a recavar apoyo a su causa, viaja a capitales consideradas más periféricas donde es Rusia quien va a ofrecer el apoyo o buscar nuevos espacios de enclave geoestratégico.

Pero eso no resta valor a la gira africana que el ministro de Exteriores ruso ha iniciado desde principios de año: en menos de un mes y medio ya ha visitado Sudáfrica, Eswatini (antiguamente Suazilandia), Angola, Eritrea, Mauritania y, solo esta semana, Mali y Sudán.

A título de ejemplo, en Pretoria (Sudáfrica) se anunció la llevada a cabo de maniobras navales conjuntas entre Rusia, Sudáfrica y la China a finales de este mes, coincidiendo con el primer aniversario, de la invasión en Ucrania. En Bamako (Mali) un acuerdo para facilitar la asistencia militar rusa —que incluye la participación del grupo de mercenarios rusos Wagner— en la lucha contra las fuerzas yihadistas que ya controlan parte del país; una tarea que tradicionalmente había asumido la antigua metrópoli, Francia, que estos últimos años se ha visto obligada a ir abandonando lo que era una de sus principales áreas de proyección geoestratégica. Y en Jartum (Sudán) se ha hablado de reforzar los lazos económicos y en infraestructuras, si bien el objetivo principal ruso es el de consolidar una base naval en la costa que este país tiene en el estratégico Mar Rojo, algo que tiene alerta a los EE. UU. desde hace tiempo.

Sorprende, pues, esta gira africana sobre todo por dos motivos. Uno es esta agresiva apuesta rusa de incidencia en el contexto africano, de donde Moscú había desaparecido hacía tres décadas, desde las guerras postcoloniales vinculadas a la Guerra Fría. Algo que todavía toma más relevo ante el aparente desconcierto e inacción de las antiguas metrópolis —especialmente Francia— pero también de los EE. UU.

La otra, y que lo vincula directamente a la guerra en Ucrania, es la aparente capacidad del Kremlin de mantener una campaña diplomática de altos vuelos a pesar de una situación no especialmente favorable en el teatro de operaciones ucraniano. Sorprende que, a pesar de las sanciones, el estado de la economía rusa (con uno de los peores déficits de los últimos años), el sustancial aislamiento diplomático, y la proyección de debilidad que está mostrando al ejército ruso en Ucrania; Rusia se embarque en operación expansiva en clave de superpotencia. ¿Realidad o de nuevo escenificación? ¿Pretende Lavrov aparentar una fuerza que realmente no se tiene? ¿O es al contrario? Porque si a pesar de estar empantanada en Ucrania la Federación Rusa todavía tiene la capacidad institucional y logística de desplegarse realmente en África, el conflicto y la destrucción en Ucrania así como sus consecuencias globales, desgraciadamente, van para largo.