El próximo inicio de una nueva campaña electoral tiene un efecto distorsionador en todo. Los partidos tradicionales activan la maquinaria de propaganda que bombardea a los ciudadanos con todo tipo de demagogias. El martes tras la Semana Santa asistí a un almuerzo con la alcaldesa Ada Colau, organizado por Nueva Economía Fórum, y Jordi Amat, presentador de la candidata de los comunes, nos leyó una pieza literaria que merecía una mejor ocasión. Los ornamentos del Hotel Palace debieron quedar impregnados del incienso santificador que distribuyó sobre la alcaldesa, quien, con la misma pasión, ha dejado escrito que el procés ha sido una “conjura de irresponsables”. Dado que las elecciones del 28 de mayo son de carácter municipal, resulta sencillo esquivar la política y alabar las nuevas ágoras que son las calles pacificadas por Colau, mientras te olvidas de que ella es hoy alcaldesa porque en 2019 le robó la alcaldía a Esquerra, primer partido en aquellas municipales, con los votos del xenófobo francés Manuel Valls. En 2015, el entonces alcalde Trias fue bombardeado por las cloacas del Estado para debilitarlo. Colau se aprovechó de ello y, por decirlo de forma suave, llegó a alcaldía mediante trampas. Aunque no tengo detectado que Jordi Amat sea precisamente un hombre ideológicamente muy de izquierda, pensé que un elogio tan desmesurado, vacío de política y con poca memoria respondía tan solo a un encargo, a las afinidades electivas que llevan a hacer amigos entre los enemigos de tus enemigos.

Se trata de uno de los muchos ejemplos que podría mencionar de personas recicladas en el postprocés. Para ser justos, Jordi Amat nunca ha sido un ferviente independentista y antes del 1-O ya estaba en contra del proceso. Amat o ha necesitado hacer el ridículo como otros articulistas y opinadores próximos a CDC, que a toda prisa han tenido que pasar de considerarse, aunque fuera a codazos, puntales de la “conjura” procesista a sermoneadores de la “normalidad” represora actual, que se olvida de la persecución política de quienes desprenden el olor de azufre de los puigdemontistas. Los conversos cristianos también tenían que renegar de Satanás. En otra época, cuando la Fundación Ramon Trias Fargas era el canal por donde entraba el dinero a CDC, todos ellos se sentaban en la gran mesa de comedor de la sala denominada de las tietes. Se encontraban allí convocados por Antoni Vives, quien entonces director de la Fundación, y posteriormente fue el segundo de Xavier Trias en el Ayuntamiento de Barcelona. Se trataba de almuerzos para los jóvenes exhibicionistas. Todos tenemos derecho a evolucionar, pero unos lo hacen más rápidamente que otros. Quizás sea bueno recordarlo.

En el desayuno del Palace, Colau no dejó títere con cabeza. Rodó la cabeza de Trias, que evidentemente se ha convertido en su oponente fácil de caricaturizar, para empezar porque él ha optado para presentarse como el candidato de la derecha autonomista anti Colau. Miré al concejal Jordi Martí Galbis, sentado en una mesa de al lado, y pensé que sí, que este hombre representaba el pasado, dado que es concejal desde 2011, pertenece al círculo convergente de Germà Gordó, el artífice del 3 % y ahora es el jefe de campaña de Trias. Lo he escrito y lo vuelvo a escribir, Trias no será alcalde porque su peor enemigo es él mismo y la candidatura convergente que ha pergeñado. Además, el 25 % de los militantes de Junts que fueron a votar (la participación solo fue del 30 %) para ratificar o no la candidatura, se mostraron contrarios y ya veremos si están dispuestos a hacer campaña a favor de alguien que, constantemente, afirma que hay que podar Junts de independentistas.

También recibió su parte, claro está, Jaume Collboni, el jefe del partido que todavía gobierna con Colau en el Ayuntamiento de Barcelona. En esto tiene razón Colau, quien mucho abarca, poco aprieta. Hacer campaña en contra de Colau mientras se está al frente de la gestión municipal y uno mismo ha sido corresponsable de las políticas de los últimos ocho años, es una tomadura de pelo del candidato. Pero la política catalana ya presenta estas anomalías. Nadie tiene vergüenza y supongo que Collboni recurrirá a Pedro Sánchez para no quedar descolgado. Observaba al concejal Jordi Martí Grau, un político criado en las entrañas del PSC y ahijado de Ferran Mascarell, quien ahora es un peón de Colau, y pensaba que el reciclaje es una característica de la modernidad líquida. Por esta razón, el discurso de Colau pretendía apropiarse de la gloria pasada de Pasqual Maragall, a quien ella combatía cuando era activista y no alcaldesa. Quien recibió de lo lindo fue el anterior alcalde del PSC, Joan Clos, que para Colau es hoy en día el agente tóxico de los fondos buitres. Dado que había perdido la pista de Clos en Nairobi en 2010, cuando era director del Programa de Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (ONU-HABITAT), con rango de Subsecretario General de Naciones Unidas, actividad por la cual fue galardonado en 2016, tuve que investigar a qué se dedicaba actualmente. El “delito” de Clos es que en 2020 fue designado presidente de la Asociación de Propietarios de Viviendas en Alquiler (Asval), impulsada por las grandes inmobiliarias, con el objetivo de impulsar un plan de vivienda social con fórmulas de participación entre el sector público y el privado. Si lo tuviera delante, volvería a mirar a Jordi Martí Grau y le preguntaría qué piensa de verdad de las palabras de Colau sobre el alcalde que él sirvió, de 1999 a 2013, como gerente del Instituto de Cultura de Barcelona (ICUB), y defendía cosas como las que critica Colau. Todos tenemos derecho a cambiar, pero quizás no tanto.

Colau no habló en ningún momento del otro Maragall, el candidato de Esquerra. Ni una palabra a favor ni ninguna en contra. Me extrañó, si les digo la verdad, pues, si bien el candidato de ERC es un anciano y electoralmente no es ningún bombón, Esquerra pretende competir con los comunes para ver cuál de ellos tiene el honor de representar mejor la “true left” catalana. En el mitin de presentación del candidato de los republicanos en Santa Coloma, Junqueras osó decir que ellos eran los herederos del PSUC. Si Francesc Macià y Lluís Companys levantaran la cabeza, se habrían asustado y se preguntarían si Junqueras estaba hablando del mismo partido que ellos habían fundado en 1931. El árbol genealógico de los comunes incluye, indudablemente, el PSUC, un partido que nunca fue independentista. La genealogía de ERC no es esa, porque tiene el independentismo en su ADN, lo utilice más o menos según quien sea mayoritario en la dirección, pues Estat Català fue una de las ramas fundacionales del partido. Pero, por supuesto, todos tenemos derecho a cambiar y que, después de tantas operaciones estéticas, te quedes con una cara que ni siquiera te reconozcas a ti mismo. También es posible que Colau no mencionara a Maragall porque es mejor no molestar a quien tú ya sabes que es tu aliado porque te ha votado, sin abrir la boca, los presupuestos y la mayoría de las políticas que tú has planteado. El 28 de mayo, Esquerra vivirá en Barcelona un tiempo de incertidumbre debido a que, a diferencia de Trias, no puede aglutinar el voto anti Colau. Las recientes declaraciones de Janet Sanz en una entrevista ayudan a comprenderlo. Según la segunda teniente de alcaldía y número tres de Barcelona en Comú, después de las elecciones debería repetirse el modelo del actual mandato: “Hemos funcionado en la práctica como un tripartito, con ERC”. Empiezo a dar crédito a los que están pensando que Colau ganará.