Septiembre: "tiempo de vendimia". Entre comillas, porque ya no tanto como antes, ni en todos los lugares. O que se lo digan a Eva Plazas, presidenta de Cava Women, que el 13 de agosto ya estaba a tope con la vendimia del macabeo. Y es que el titular es que la recogida de esta variedad autóctona del cava se ha anticipado unos veinte días. Que tampoco digan a Amor López de Bodegues Erupción (que pertenece al colectivo Mujeres del Vino) que se vendimia en otoño. Ella lo ha hecho a finales de julio en La Geria en Lanzarote, donde los viñedos se protegen con círculos de piedras para proteger la uva de los vientos del Atlántico. Manualmente, a la fuerza, con la tierra volcánica (también llamada picón o jable). Fácil de explicar, pero muy difícil de hacer. En estas fechas, más que llamarla vendimia nocturna, es más literal tildarla de vendimia after-hours. Empezando hacia las cinco de la madrugada, porque a partir de las diez ya no se puede ni respirar.
El mundo rural siempre, por muy bien que se quiera modernizar, está a merced de las inclemencias del tiempo
Cuando piensas en viticultura heroica, te vienen a la cabeza zonas como el Priorat o la Ribera Sacra. Pero hay muchas más, aunque, en general, pienso que todos los que trabajan la viña en particular y la agricultura en general son héroes y heroínas. ¡O que se lo digan a los de clima continental, lo que representa podar en febrero! ¡Trabajar en estas condiciones físicas merece más títulos que los cuatro fantásticos juntos! Viñedos que tienen tanta pendiente que no puedes avanzar sin agarrarte a una cuerda. Olvídate de las clases de cross-fit que te dicen que tendrás un core de metal: vete allí a hacer la vendimia. Los viticultores y las viticultoras sí trabajan con los abdominales, tríceps, cuádriceps y todos los músculos, el cerebro incluido. No, no es lo mismo vendimiar allí que en terrenos donde cabe una máquina vendimiadora. ¡Os lo dice una que ha hecho incluso vendimias nocturnas para que la uva llegara más fresca a la bodega! Cuando se quiere vinificar de manera artesanal, cada cepa es una escultura. Y muchas veces hay que dar varias pasadas porque no todos los gajos disfrutan de la misma exposición solar y/o maduración. Y es que el mundo rural siempre, por muy bien que se quiera modernizar, está a merced de las inclemencias del tiempo. Hijos de la tierra, el organismo agrícola de la vieja escuela que se ocupa de los animales, de los pastos y que tiene un equilibrio a la hora de vivir.
También pude vivir la semana pasada in situ en Axarquía su joya más tradicional: la ruta de la pasa. De la viña al sol, del sol a la “pica” de las familias unidas que hacen que siga vivo gracias a su legado generacional. Un trabajo que tampoco nunca estará suficientemente bien remunerado ni equilibrado el esfuerzo-resultado. La película italiana Un mondo a parte habla de un profesor que deja el cosmopolitismo de Roma para trabajar en las montañas de Abruzzo. La escena que más choca es cómo los padres de un joven no quieren que se dedique al campo. No quieren que tenga la vida físicamente dura y pobre que han sufrido ellos. Pero es que sin que las nuevas generaciones trabajen en el medio rural, los pueblos mueren. Sí, esos pueblos que tan románticos nos parecen de vacaciones pero que tienen que vivir todo el año. Porque, si no, no hay escuelas ni futuro. Y esto también ocurre en los pueblos de la España olvidada.
Antes, la vendimia estaba más concentrada y tenías una única manera de practicar al año. Pero ahora el abanico se va abriendo. Si quisieras realizar la ruta mundial de la vendimia, podrías empezar por los espumosos, continuar por los blancos y acabar por los tintos. La vendimia no es siempre en otoño en el hemisferio sur. Es en mayo, y por eso nos sacan ventaja con los rosados más frescos. Hay zonas vínicas en Brasil, donde hay dos vendimias al año. También hay cosechas que nunca se recogerán porque ha habido una helada primaveral o por enfermedades y plagas. Vignerons, viñadores, viticultores y viticultoras, los verdaderos artesanos del vino, que son héroes y heroínas modernas que transmiten el saber ancestral de la tierra y que se armonizan con los ritmos de la vida. Porque el vino es la música de la gastronomía, pero debemos recordar afinar los instrumentos y cuidar a los músicos para que la orquesta siga sonando.