Que me perdonen los compañeros de En Blau, pero no les hago la competencia: no podría. Si hoy hablo de celebrities, socialités o royals no es para cotillear. Nada de eso. No lo quieran los dioses.

Por lo visto, la relación matrimonial (la contractual, no la sentimental) ha llegado a su fin. En efecto, Cristina de Borbón, hija y hermana de reyes, ha decidido divorciarse del padre de sus cuatro retoños. Parece que toca esperar a que la más pequeña, en junio, sea mayor de edad, y así, sin hijos menores, el divorcio podrá llevarse a cabo fuera de los juzgados y, por lo tanto, al margen de la publicidad mediática. Lo cierto es que el de su hermana mayor, Elena, fue judicial —la edad de los hijos lo imponía— y, dicen, que el expediente está en la caja fuerte del juzgado correspondiente de familia. O sea que es un divorcio con cláusulas secretas. También lo será el de los Urdangarin-Borbón.

Dejando de lado que los hijos de una monarquía católica tienen que casarse por la Iglesia católica por tradición, no por imperativo legal, —recuerden: a) la reina emérita, Sofía, de religión ortodoxa, tuvo que convertirse al catolicismo; y b) la reina Letizia, una divorciada, recibió unos cursillos de cristiandad de parte de Rouco Varela— que practiquen con afán el divorcio no deja de ser, mirándolo bien, un aggiornamento, dejando todo esto de lado, el tema que interesa en el divorcio, como en todo negocio que se rompe, es la cuestión relativa a las indemnizaciones.

Que sepamos, Urdangarin, el inminente nuevo soltero, tiene un trabajo de cobertura —faramalla, pues—, apenas remunerada con un pequeño puñado de euros, requisito necesario con el fin de salir en tercer grado de la prisión donde extinguía condena por corrupciones variadas. Ahora ya está en libertad condicional. Pero al fin y al cabo, por lo que se dice, con poco más capital que dinero de bolsillo.

No es infrecuente hoy en día que sea la mujer, la ex, mejor dicho, quien sufrague una pensión a quien ha dejado de ser su cónyuge. Se habla de 25.000 € al mes, o lo que es lo mismo, cada 30 días Urdangarin cobraría por ser simplemente un exmarido, un poco más de 23 veces el salario mínimo interprofesional. Sin contar dietas para viajes familiares y eventuales gastos de los guardaespaldas. Pero parece que aquí no queda la cosa. También, según dicen, recibirá la propiedad de unos inmuebles. Y la cosa no para aquí: también se negocia una prima de silencio —pacto de confidencialidad dicen—, de varios millones de euros, para evitar lo que en casa de los borbones se le llama hacer un príncipe Harry, es decir, que le dé a la pluma y empiece a escribir best-sellers narrando las vergüenzas y desvergüenzas de las cuales ha sido testigo privilegiado y protagonista no precisamente secundario.

Se habla de 25.000 € al mes, o lo que es lo mismo, cada 30 días Urdangarin cobraría por ser simplemente un exmarido, un poco más de 23 veces el salario mínimo interprofesional

Hasta aquí el tema daría para una buena tertulia rosa de las que frecuentan las pantallas domésticas. La cuestión esta, sin embargo, no es de mi negociado. Cuando vemos cosas en las que el dinero que baila no sabemos a ciencia cierta de dónde pueden salir, hay que preguntarse, como decía aquel, "esto, ¿quién lo paga?".

Hablamos de una pensión, por lo visto vitalicia (más dietas para los viajes de visita a los hijos) de más de 400.000 € al año. Hablamos, también, de la recepción de, como mínimo, un par de buenos inmuebles y hablamos de la compra millonaria del silencio.

La infanta Cristina, que ya hace años que no trabaja en La Caixa, en Ginebra, donde percibía, según informaciones publicadas, 230.000 euros por ejercicio. Solo le queda su participación en la Aga Khan Fundation. De sus eventuales percepciones en esta aparente ONG no sabemos nada. Reitero, pues, la pregunta: "¿Esto quién lo paga?".

Tiene toda la pinta de que será con dinero procedente de la tan inmensa como ilegal fortuna del emérito (¿auto?) exiliado. Digo ilegal, es decir, proveniente de negocios de todo menos limpios, porque con su sueldo de rey (desde hace años teóricamente no ve un céntimo público) no le ha podido dar para ahorrar como para subvenir estas nuevas necesidades crematísticas de su próximo exyerno.

Según todas las fuentes, Juan Carlos llegó al trono de España con una mano delante y la otra detrás. Su padre vivía de lo que le pasaban monárquicos de todo tipo, más o menos de buen grado. O sea que el patrimonio borbónico se ha acumulado desde La Zarzuela y, como sabemos a ciencia cierta, de espaldas al fisco, salvo unas pocas y forzadas migajas.

En conclusión, no sería atrevido concluir que mantener al exmarido/exyerno podrá tener lugar gracias a los intereses de los impuestos no abonados por el exjefe del Estado, impuestos que su opaca, pero ingente fortuna (recuerden, por ejemplo, los Papeles de Panamá, fundaciones, donaciones...), tendrían que haber generado, si la monarquía realmente hubiera sido ejemplar. Bien, ejemplar sí que lo ha sido y lo es: todo depende de determinar ejemplo de qué.

Al fin y al cabo, en más que buena medida, el bienestar de Urdangarin es una contribución más de la ciudadanía, constituida en involuntaria ONG de la monarquía. Ejemplar.