París recibió a Leo Messi con carteles de "Leo, mi casa es tu casa". Los franceses le envidian el 10 al Barça (escribo antes del partido y no sé si mucho o poco esta mañana) aunque tengan a Neymar. Y le envidian el confinamiento a Madrid. Aunque, por un mínimo experimento empírico, diría que lo del toque de queda a las 6 de la tarde en Francia es un poco de la señorita Pepis. Pero el caso es que, una PCR, y todos de fiesta a Madrid. Distrito Federal que se ha singularizado por hacer frente a la pandemia con la máxima expresión del liberalismo. El caso es que los franceses tienen cosas que envidiar a los vecinos del sur, pero no precisamente en materia de infraestructuras, a pesar de la fiebre del AVE, los aeropuertos y las autovías en España. Francia, como el resto de Europa central, basó en su desarrollo en unas vías de comunicación eficaces, rápidas y seguras. Hasta el punto de que gracias a las obras públicas y a la planificación estatal, unos grandes canales unen los ríos importantes y puedes atravesar Francia en barco, de Marsella a París.

Ha habido quien ha teorizado que la pandemia cambiará nuestra manera de pensar. Entre otras cosas, sobre la crisis climática, porque hemos valorado la naturaleza y el planeta en su justa medida

El precedente es importante para intentar entender cómo debió sentirse Emmanuel Macron renunciando a construir un proyecto que llevaba décadas de debate: el aeropuerto de Notre-Dame-des-Landes. Resulta que el de Nantes tiene una sola pista y está demasiado cerca de la ciudad, así que las autoridades locales proyectaron un gran aeródromo más alejado, para conectar un País del Loira, en el suroeste, más bien alejado de las rutas europeas. Los terrenos se declararon zona de planificación prioritaria (ZAD en sus siglas en francés) en 1974. Pero cuando el proyecto se reactivó a 2000, algunos habitantes locales lo convirtieron en otra ZAD: zona a defender. Ocuparon los terrenos y acabaron ganando en 2018, cuando Macron renunció. Hay un debate a tener en cuenta y es que la mayoría de habitantes de la zona quería el aeropuerto, pero han acabado ganando los que han hecho más ruido y estaban más sensibilizados. Pero hay otro debate que va unido. Y que son dos visiones de Francia y del mundo. Parecería el Estado republicano igualitario versus el mito de Astérix. Pero... ¿todavía es válida la cultura que dice que el desarrollo y el bienestar van unidos a las infraestructuras? ¿O se debe tener en cuenta la preservación de la naturaleza y la sostenibilidad del planeta? ¿Y quién tiene que hacer cambiar de mentalidad a los gobiernos y a la opinión pública? ¿Y con qué métodos?

Ha habido quien ha teorizado que la pandemia cambiará nuestra manera de pensar. Entre otras cosas, sobre la crisis climática, porque hemos valorado la naturaleza y el planeta en su justa medida. Que viajaremos menos y comeremos diferente. Quizás sí. Pero cuando un presidente socialista no tiene la iniciativa de pedir liberar las patentes de la vacuna o, visto cómo fue la Navidad, hay políticos que nos hablan de salvar la Semana Santa, es para echar a correr. Y pensar que aprenderemos algo cuando todavía nos planteamos tomar decisiones en función del calendario lunar (Domingo de Pascua es el domingo siguiente a la primera luna llena que sigue al equinoccio de primavera en el hemisferio norte) es francamente naif.