En La riqueza de las naciones, Adam Smith escribió que nunca nadie ha visto un perro cambiar voluntariamente un hueso con otro perro. Básicamente venía a decir que la clave del progreso humano está en que somos la única especie capaz de intercambiar productos voluntariamente. Y esto es así desde que hace entre 70.000 y 100.000 años nuestro cerebro sufrió una mutación genética y llegó la revolución cognitiva. Desde entonces, una de las cosas que entendió nuestro cerebro fue la idea de intercambio. Se trata de uno de los fundamento del progreso de la humanidad. Si me das un plátano, yo te corto el pelo. O, si me das un plátano, te devuelvo dos mañana, que es el origen del crédito. O, si me das un plátano, te protegeré de los malos, que es la base de la aparición del estado. E, incluso, de la religión. Es esta capacidad de intercambio lo que da lugar a la división del trabajo y la especialización. No todo el mundo lo tiene que hacer todo. Yo puedo construir casas, tú producir comida y otro hacer ropa ... y intercambiarlo. Se llama división del trabajo. Y hacerlo cada día permite lo que se conoce como especialización. Que es lo que permite hacer las cosas cada vez mejor y en menos tiempo. Al intercambio de los frutos del trabajo lo llamamos comercio. Y el resultado global es la economía de mercado.

Hemos sobrevivido a una pandemia gracias a la especialización y a la división del trabajo. Gracias a la economía de mercado

Fijémonos en que estos días de confinamiento se ha alabado, más que nunca, la especialización y la división del trabajo. Hemos alabado el trabajo de los epidemiólogos, pero también de multitud de especializaciones a las que damos poca importancia o directamente menospreciamos porque no son futbolistas que hacen goles o políticos que tienen ocurrencias. Muchas tareas, por cierto, con un alto porcentaje de mujeres. Cajeras de supermercado, enfermeras, personal de la limpieza, cuidadoras de residencias de ancianos, pescadores, pescaderos, carniceros, transportistas y multitud de profesiones, de especializaciones. Hemos descubierto, de hecho, que existen las "tareas esenciales". Claro. Pero también hemos echado de menos los trabajos que teóricamente no son esenciales... pero que sí lo son. Hemos echado de menos el placer de pedir un café y que te lo sirvan a cambio, por ejemplo, de un euro, que es el sistema, basado en la confianza, que hemos inventado para no tener que llevar siempre plátanos encima. ¿Qué ha pasado, por lo tanto? Que hemos sobrevivido a una pandemia gracias a la especialización y a la división del trabajo. Gracias a la economía de mercado. Y si ahora hay una crisis es, justamente, porque la economía de mercado funciona sólo si hay libertad. Cuando no hay libertad, por las circunstancias que sean, el mercado no funciona. Entonces debe ser el Estado quien lo haga funcionar, que es lo que está intentando, de momento con la fortuna que vemos.