Si algo hemos constatado estos últimos días, semanas, años y décadas es que el sistema de contratación pública es un gran colador. Casi diría que es el gran colador de la corrupción empresarial y política. Lo que nos obliga a presenciar espectáculos lamentables en ruedas de prensa y sesiones parlamentarias y contribuye a convertir a la clase política en un grupo de gente que no resuelve nada y no es mucho fiar.

Cualquier persona que haya participado en un proceso de contratación pública sabe de qué va la cosa. Para empezar, la perversión del mismo sistema desde la base, que a menudo es el recurso de la Administración para tener gente trabajando con salarios mínimos, lo que no podría hacer si los contratara directamente. Y, después, la perversión de los criterios de valoración y adjudicación de los contratos. Vamos al tema de los sobres.

Simplificando mucho, un contrato público tiene tres patas. Una: unos requisitos mínimos, que son las bases del concurso o licitación. Dos: unas propuestas, las que presentan las empresas interesadas y que antes se presentaban en dos sobres separados, uno que contenía la propuesta y el otro con el presupuesto. Tres: unos criterios de valoración de cada uno de los sobres, los criterios económicos y técnicos. Los criterios económicos no tienen misterio: todos queremos que las cosas nos cuesten lo más barato posible, aún más si es dinero público. La propuesta más barata es la que tiene mejor puntuación. Los criterios técnicos son más difíciles de valorar, puesto que se requiere a gente capaz de evaluar técnicamente la calidad de las propuestas que presentan las empresas. Y aquí es donde entran la subjetividad, la pericia de los evaluadores y la información privilegiada que pueda tener una empresa en detrimento de otra. También es aquí donde las empresas de prestigio luchan para que se valore que hacen un buen trabajo más allá de si su presupuesto es el más barato o no. Porque ya sabemos que nadie vende duros a cuatro pesetas.

Está claro que es un sistema que incentiva la circulación de información de extranjis

Con este resumen general de cómo suele ir la cosa de la contratación pública está claro que es un sistema que incentiva la circulación de información de extranjis, la desigualdad entre empresas que querrían trabajar con la Administración pública y un gran número de posibilidades para arreglárselas y adjudicar un contrato a uno u otro en función de intereses que nunca están del todo claros. Y que pueden ser que una empresa trabaja con una gran profesionalidad, ¡que este caso también se da! Pero es un sistema poco transparente. Como ciudadana, me gustaría más que abiertamente me dijeran que tal o cual empresa es la mejor y más honesta y es la que merece tal o cual contrato público. Ir de cara, que es todo lo contrario de lo que ocurre hoy en día en nuestra sociedad en general.

A raíz del caso Koldo, hemos visto y veremos incontables escenas de acusaciones cruzadas entre PSOE y PP y equilibrios de todos los demás que lo ven desde posiciones difíciles, con la amenaza de la extrema derecha en el horizonte. Quizás estaría bien que alguien se pusiera a trabajar para que todas estas situaciones se resuelvan con un sistema de contratación pública que sea un verdadero filtro transparente. Que garantice que solo las mejores empresas cobran de las arcas públicas por ofrecer un servicio de calidad con puestos de trabajo de calidad y con honestidad contable. La alternativa es esperar a ver de qué bando saldrá el próximo grupo de chapuceros que se dedica a pedir sobres de extranjis, perfeccionando el arte de robar en la contratación pública. Y volvamos otra vez a los espectáculos lamentables.