Si de repente se me da por pintarme de negro, ponerme rastas, un cesto en la cabeza y varias docenas de pulseras y chapas colgadas del abrigo para defender a la población inmigrante subsahariana y posar de esa guisa en la portada de una revista, bajo estupendos focos y estilistas, lo mismo pensáis que me he excedido en mis reivindicaciones y ellos -los negros- que carezco de cualquier sentido del ridículo, sensibilidad y gracia. Si me rapo la cabeza, me dejo pelo en las axilas y me visto con ropa ancha para defender a las lesbianas, quizá ellas valoren mi gesto como insolente, ignorante y una falta absoluta de respeto hacia al colectivo. Pero si además, yo me he dedicado a ridiculizar a los manteros y a las bolleras en mis textos, tirando de clichés y prototipos que los señalan como pobres a unos y marimachos a las otras, puede que consiga también que se enfaden.

Pues esta misma sensación es la que me invade después de ver la portada protagonizada por Alejandro Sanz en una conocida revista femenina disfrazado de mujer maltratada. Con motivo del Día Internacional Contra la Violencia de Género, Yo Dona, dedicaba un especial a Alejandro Sanz titulado “Alejandro Sanz en la piel de una mujer” acompañado de un reportaje fotografiado en donde Alejandro nos mostraba su lado más femenino para luchar contra el machismo vestido con un elegante traje chaqueta, labios pintados de rojo, stilletos de tacón y varias capas de rimmel. Las fotos iban acompañadas de las declaraciones en las que él mismo reivindicaba la importancia de su acción: “también es una forma de expresar el desconocimiento que existe por parte del hombre del mundo femenino”.  Y daban para un titular con olor a paternalismo desde varios kilómetros “Quien pega a una mujer pega a toda la Humanidad”.

El nuevo afán de protagonismo solidario es lo que lleva a muchos artistas a abanderar causas que ni son suyas, ni son acordes a los valores que defienden en su obra, si es que defienden alguno. Esto último está pasando con el feminismo, un movimiento que un muy poco tiempo ha pasado de ser minoritario a mainstream por obra y gracias de los blogs, las redes sociales y, no olvidemos, las mujeres que, jugándose muchas veces su trabajo o posición social, reivindican su necesidad y luchan abiertamente contra los ideales de feminidad imperantes y el amor romántico-patriarcal que Alejandro canta en todas (sin excepción) sus letras.

En la mayor parte de los videoclips de Alejandro Sanz las mujeres aparecen como sujetos dependientes sin entidad propia, piezas intercambiables, o víboras caprichosas

Las feministas asistimos estupefactas a esta nueva moda que ha convertido a muchos famosos machos (machotes, machistas) en marcas e iconos de la igualdad en base a su posición de privilegio, sin importar en absoluto su aportación al discurso de la desigualdad de género. Los éxitos de la música pop con la que cantan, bailan, y se enamoran millones de personas están en manos de cantantes como Alejandro Sanz que, con sus letras y sus videos, contribuyen a crear el discurso de la masculinidad hegemónica dominante y las relaciones tóxicas. En la mayor parte de los videoclips de Sanz las mujeres aparecen como sujetos dependientes sin entidad propia, piezas intercambiables, o víboras caprichosas intentando cazar al macho alfa. O sea, él mismo.   

Pero no nos quedemos en la superficie y veamos, detenidamente, cómo Alejandro Sanz lucha contra el machismo en algunas de sus más reconocidas canciones.

Camino de Rosas

Alejandro es el dueño, el comandante. De sus pasos, sus destinos, su boca, pero ni siquiera se sabe el nombre de la chica ((tu nombre lo olvidé y es lo que hay/ después de esta cita, me aprendo tu nombre). Todavía peor que la letra es el videoclip en donde una joven guapísima, indefensa, sin más oficio ni beneficio que el de florero, hace gala de su disponibilidad sexual absoluta con los dos Alejandros, el bueno y el malo, esperando desesperadamente a que alguno de ellos se la folle, antes de seguir siendo ignorada. La historia acaba con una batalla, pistola en mano, por la chica.

Deja que te bese

En esta ocasión, además de utilizar a varias y bellísimas mozas que bailotean como perras en celo alrededor de Alejandro Sanz y Marc Anthony se introduce la amenaza (si no me das un beso –ahora- tu boca se la lleva el viento –paso de ti-) la insistencia absoluta para conseguirlo (deja que te bese, deja que lo intente) y una dosis de culpa por haber seducido al hombre “me has atrapado, no te confíes”. No te confíes mujer, no vaya a ser que te violen o peor, que no quieran hacerlo.

Y la que más críticas le ha traído estos últimos meses por hacer apología directa de la cultura de la violación y exponer, bien claro, el tipo de mujeres peligrosas: ésas, las que deciden sobre su destino y su deseo sexual.

“Y no deberías haberme tentado, te gusta jugar/Si no quieres flamenquito, no toques las palmas”

Porque Alejandro Sanz no aporta nada nuevo en esta entrevista. En el reportaje, plagado de referencias a su indumentaria y a su actitud valiente, Alejandro se limita a señalar un par de obviedades sobre la brecha salarial y los malos tratos, y se refiere a los micromachismos como si se hubiese olvidado de escuchar sus propias canciones. Alejandro, hace con este reportaje un “mansplaining” es decir, nos explica a las mujeres y a los hombres lo que es ser femenina –ser presumida, usar tacones y pintalabios- y lo que es ser masculino –defender a las indefensas mujeres-. Eso sí, marca sutilmente esa frontera entre las feministas buenas, mujeres luchadoras que priman los valores de la familia (Alejandro dice que su madre “siempre decía que era feminista”) y las otras, a las que no menta, las radicales y las amargadas. De hecho Alejandro sólo sabe hablar sus mujeres, de las mujeres en relación a él. Habla de su madre, de su mujer y de su hija. Y cuando le preguntan qué pasará cuando ésta se lleve el primer novio a casa sale el verdadero Alejandro a hacer el típico chiste machista “Obviamente, el día que llegue el primer novio a casa lo va a pasar fatal. Me voy a poner un batín balinés, muy corto y sin nada debajo, me sentaré en el borde del sofá y le diré: a qué no nos vamos a hacer daño”.

Lo que a Alejandro se le supone un enorme gesto en favor de la igualdad (disfrazarse de mujer) lo hacen cada Carnaval un nutrido grupo de gañanes de mi pueblo que nada tienen de feministas. En realidad Alejandro, lleva un tiempo intentando hacer campaña para lavar su imagen tras las críticas a sus canciones. A principios de este año paró una supuesta agresión machista entre el público mientras daba un concierto en México para soltarle al maltratador “eso no se hace, eso no se hace” y de nuevo demostró de qué pie cojea al dirigirse a los fans en los siguientes términos "Disculpad por lo de hace un rato pero no soporto que se maltrate a alguien y mucho menos a una mujer, a la mujer no se le pega". Lidia Infante y otras personas feministas ya han dicho abiertamente que aquello fue un montaje.

Montaje o no, Alejandro ya ha hecho del “eso no se hace” un lema, con el que posó impreso en su camiseta para el reportaje fotográfico de la revista Yo dona. Si de verdad le mueven las buenas intenciones a Alejandro le pediría, por favor, que se preocupe por cambiar el contenido de sus letras y de sus videos y que se ponga detrás, y nunca delante, de las mujeres que luchan por la igualdad, antes de hacer marketing con los malos tratos. O, como dirías tú, querido Alejandro, te lo agradezco, pero no.