Para defender a su cliente (o a su clienta), los abogados (y las abogadas) tienen derecho a utilizar todas las "trampas" legales a su alcance. Mientras sean eso, legales. Y los clientes, para defenderse, tienen todo el derecho a usar la ingeniería argumental más inverosímil. Ahora bien, como pasa con todo, hay límites. La tomadura de pelo es uno de los más evidentes.

Todavía ahora tengo dolor y espasmos cerebrales cuando recuerdo a Dolores Ripoll, representante de Hacienda en el juicio del caso Noos, justificando la inocencia de la Infanta Cristina con el argumento de que aquello del "Hacienda somos todos" tiene que circunscribirse "en el ámbito para el cual fue creado: el de la publicidad, exclusivamente como forma de concienciación del país". (Y ahora si me permite hago una pequeña pausa porque no me encuentro muy bien y podría escribir cosas que implican elevadas penas de prisión)

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Ya estoy mejor, gracias.

Ahora que vuelve a ser noticia el caso Púnica porque el juez ha levantado el secreto de sumario (por cierto, la prensa Marianista se ha lanzado en plancha para contrarrestar el caso Barberá. Ya sabe, Valencia es Rajoy. Madrid es Espe y el aznarismo. Y la guerra continúa), pues eso, que gracias a que el sumario es público, hemos recuperado el momento "suegro de Granados".

Resulta que la policía encontró un millón de euros (OJO, UN MILLÓN DE EUROS!!!) en una maleta con un par de candados que estaba escondida detrás de unos libros en un altillo de casa del suegro de Francisco Granados, el principal encausado del caso Púnica. La conversación entre el juez y el suegro, un médico jubilado llamado Juan Alarcón Domenech, fue así:

Juez: "¿Cómo es posible que un maletín con un millón de euros, que no tiene patas, haya llegado al altillo de su armario"?.

Suegro: "En mi dormitorio entraba todo el mundo para ir al lavabo. Quizás fueron los fontaneros o los de Ikea, que vinieron a instalar un armario".

(Por cierto, si quiere escuchar de viva voz esta parte de la declaración, le paso la grabación)

Hacienda no somos todos y a mí los señores de Ikea que me vienen a montar un armario me dejan un millón de euros escondidos en un altillo. Y usted y yo que somos más cortitos que las mangas de un chaleco, nos lo creemos. Sí, e Isabel Preysler es muy natural y la huelga de transporte público de BCN no es ningún chantaje intolerable. Todo muy creíble y decente. Como tiene que ser.