Quim Torra es el president del Govern de Catalunya. Quim Torra es mi president, el de todos. Y mi president, el nuestro, se merece un respeto. Ahora, más que nunca. La campaña de linchamiento contra el president Torra es propia de personajes cegados que enseguida ven la paja en el ojo del vecino y no saben ver la viga en el suyo. Tal cual replicaba Sergi Sabrià, brillante, a Arrimadas después de que esta arremetiera contra Quim Torra: "Señora Arrimadas, míreme a los ojos: ¿le parece normal reír cuando Quim Torra habla de presos?".

Uno de los puntales mediáticos de Ciudadanos, votante declarado, insiste en la idea de poner bombas un día sí y otro también. A toda costa, el locutor quiere bombas. Es Radio Bomba. Primero incita a poner bombas en cervecerías de Baviera y ahora pide bombardear Catalunya, que es una manía del nacionalismo español. ¡Qué le vas a hacer! Unos tenemos la manía de votar para decidir y otros tienen la manía de las bombas. Todavía lo propondrían para dirigir TV3. La gente de Arrimadas de este recurso, en ningún caso retórico, no ha comentado nada. Evoca una cita de Espartero, que hizo suya Azaña y después Fraga: "Una persona de mi conocimiento asegura que es una ley de la historia de España la necesidad de bombardear Barcelona cada cincuenta años. El sistema de Felipe V era injusto y duro, pero sólido y cómodo. Ha valido para dos siglos". Desde Franco que no nos bombardean, un claro incumplimiento de esta ley suya.

En paralelo, poco o nada hemos oído ante las agresiones a ciudadanos por llevar un lazo amarillo. Barra libre a la extrema derecha. Ninguna desazón de Ciudadanos. Da igual, también, si los hijos de los presos, niños, tienen que sufrir un castigo adicional y gratuito con sus progenitores desterrados. Alguien que se va del Parlament cuando se quiere reprobar el franquismo, que considera que es tirar el dinero identificar los asesinatos de Franco en las cunetas o que espolea la persecución de maestros y que, en cambio, se rasga las vestiduras por un tuit o por diez no sólo pierde toda la credibilidad, es que no está en condiciones de dar una sola lección a nadie. Ni una. Hipocresía, cinismo y maldad. Ciudadanos está en campaña permanente y su único programa es leña al mono.

Ahora bien, este mismo respeto se lo merecían todos los predecesores del president Torra escogidos en las urnas, todos. No siempre ha sido así. El constante menosprecio que sufrió José Montilla no nos hace grandes como pueblo, nos hace pequeños. Es un triste episodio de intolerancia. Algunos, tendrían que pedir perdón. Pasqual Maragall tampoco fue recibido con salvas. Ahora bien, lo que se llegó a decir contra Montilla es propio de un nacionalismo burdo y castizo.

Regalos a los que se afanan por fracturar nuestra sociedad y arruinar la convivencia: ni uno. Somos un solo pueblo, plural y diverso

Repasar toda la cantidad de descalificaciones e insultos, el menosprecio, desde el minuto cero, apelando a su condición de "español" acongoja. Por estricto partidismo se inflamó un nacionalismo excluyente. Cuántas veces no se oyeron frases del tipo: "¡ERC, traidores! Habéis hecho president a un español". ¿Y quién alimentaba este discurso? Todos lo sabemos mientras, simultáneamente, Duran i Lleida tocaba las maracas y se convertía en el líder nacionalista en Madrid. Sí, la Catalunya esencialista cargó con una virulencia inusitada, rabiosa, indigna e indignada, porque se había permitido que un vecino de Cornellà, hijo de Córdoba, okupara la plaza de Sant Jaume. El entonces todopoderoso Felip Puig, portavoz parlamentario, hizo befa de Montilla por su catalán, "lo destroza", dijo. Vale la pena recordar la réplica de Carod-Rovira, excelso: "Se tendría que entender como positivo que una persona que no ha nacido en Catalunya, que vino aquí en la adolescencia, haya llegado democráticamente a presidir este país". Y todavía añadió: "Más vale hablar mal el catalán que no hablarlo. Porque aquellos que lo hablan mal un día acabarán hablándolo bien, mientras que los que no lo hablan, no lo hablarán nunca". En aquellos años del injuriado Tripartito, que traicionaba el 'CiU + ERC = Catalunya', nadie tuvo tantos piques con Rivera, por su obsesión enfermiza contra el catalán, como Montilla.

Es bien cierto que en las manifestaciones de la izquierda independentista a finales de los ochenta era tradicional el "bote, bote, bote, español el que no bote". Eran otros tiempos. Sobre todo, se expresaba un anhelo independentista. Afortunadamente, esa etapa de minoría ruidosa ha sido felizmente superada. Hoy, buena parte del independentismo, el que quiere representar una amplia mayoría social, tiene claro que somos un solo pueblo y que en ningún caso tenemos que plantear la independencia y la República a partir de la confrontación identitaria. Un planteamiento que, por otra parte, aparte de chocar con el país real, nos lleva a la derrota y a las dos Catalunyes. Regalos a los que se afanan por fracturar nuestra sociedad y arruinar la convivencia: ni uno. Somos un solo pueblo, plural y diverso.

El hijo de la reacción nacionalista (alimentada siempre con un interés partidista) fue Reagrupament, primero; y a continuación, Solidaritat. Maragall, en el otro extremo, irritó a un sector que le era próximo, sulfurado por su pacto con ERC. Aquel día eclosionó Ciudadanos, recogiendo el odio sectario contra la enseñanza del catalán que habían predicado grupos como el Foro Babel. Eran próximos a Maragall como alternativa a la hegemonía de CiU. Pero cuando este pactó con ERC estallaron, al considerar peor el remedio (Maragall/ERC) que la enfermedad (CiU). Reagrupament y Ciudadanos, con matices, ciertamente, pero cara y cruz de la misma moneda. Matices que no son menores. El odio sectario de los dirigentes de Ciudadanos, nacionalismo español de totalitaria y sanguinaria tradición, no guarda ninguna proporción posible, empequeñece a todos los demás.