Estas últimas semanas el mundo occidental sufre un síndrome de febrilidad especial. El sentimiento de un empeoramiento de la coyuntura económica global se suma al temor a un abandono del Reino Unido de la Unión Europea y, al mismo, se están produciendo casos de terrorismo en Orlando (Florida) y en París que horrorizan a las opiniones públicas. La coincidencia de estos tres factores de intimidación y pesimismo ¿son casuales? No. Es la consecuencia de la progresiva adaptación de la estrategia del Estado Islámico (EI) al viejo esquema de acción de Al Qaeda a medida que ha iniciado su repliegue.

En retroceso en su bastión irakí y sirio, el Estado Islámico ha modificado su estrategia, hasta ahora orientada hacia la expansión geográfica del Califato, tratando en adelante de lograr su desarrollo a través del despliegue de un terrorismo de franquicia, según el modelo diseñado en su día por Osama Bin Laden.

El propósito es llevar a cabo atentados en los que el último eslabón requiera pocos medios

Dado el acoso que las tropas enemigas ejercen sobre sus cuarteles generales en Syrta o Raqqa, quedando exenta de momento su capital Mosul, el Estado islámico ha decidido golpear lejos de sus bases a través de ataques sofisticados, implicando una logística compleja y una red de comunicaciones internacional. El propósito es llevar a cabo atentados en los que el último eslabón requiera pocos medios, como se ha visto en Orlando.

Este cambio de logística de ataque y hostigamiento hacia Occidente exige a su vez un cambio de objetivos. Si hasta ahora eran políticos y territoriales o geoestratégicos, en adelante deben diversificarse con el fin de debilitar progresivamente al enemigo.

Pues bien, en esta línea, Daesh está progresivamente acercándose a la línea de Bin Laden de atacar las economías occidentales con el fin de provocar su declive y provocar un malestar social generalizado. Para ello, es importante elegir las circunstancias a la hora de atacar.

Hace unos años, el gran especialista mundial Rohan Gunaratha, del Institute of Defense and Strategic Studies de Singapur, me explicaba cómo la coyuntura y el momento económico eran cuidadosamente estudiados por Bin Laden de cara a diseñar sus operaciones y lograr la máxima eficacia de las operaciones terroristas. El 11 de Septiembre fue un buen ejemplo de ello.

Pues bien, a medida que hoy Daesh retrocede territorial y militarmente se acerca más a ese esquema. No hay más que observar lo que está ocurriendo para comprenderlo.

La economía global da señales de enfriamiento

La Reserva Federal, el Banco de Canadá o el ministro de Economía español en funciones, Luis de Guindos, acaban de decir que la economía global da señales de enfriamiento. El momento es por tanto adecuado. A partir de ahí, ¿dónde atacar? En primer lugar, en EE.UU., donde la economía se encuentra más fuerte pero aborda un complejo proceso electoral que enfrenta a Hillary Clinton con Donald Trump. La agresividad entre ambos candidatos va a aumentar por esta cuestión.

En segundo lugar, en Francia, que en estos momentos parece acumular todo tipo de conflictos, políticos, sociales, y a veces hasta deportivos. Atacando París, atentando contra sus policías en sus propios domicilios elevas su estrés al máximo.

Una Francia desquiciada provoca un sentimiento de crisis general en Europa, donde la cuestión de los refugiados está dando lugar a choques entre distintos países de la Unión que se mueven en economías con un nivel de crecimiento muy mediocre. Este escenario tan desagradable puede favorecer el Brexit, empujando a los británicos a decir adiós a sus vecinos. Así, costaba pensar en un atentado en Inglaterra.

El asesinato el jueves de la diputada laborista, Jo Cox, a manos del extremista Tommy Mair, que gritaba “Britain first” según la BBC, demuestra como el Reino Unido, con su plan Brexit en discusión, entraba en la Europa universal de la desestabilización, al igual que Ontario y París. Aunque, en este caso, el gran daño causado ha ido afortunadamente acompañado de un efecto boomerang inesperado.