El sector audiovisual se ha transformado drásticamente en los últimos años, con la digitalización y los cambios de hábitos de consumo, especialmente entre la población más joven.

La crisis provocada por el coronavirus no ha hecho más que acelerar las tendencias previamente existentes.

En primer lugar, la emergencia de actores globales, compañías tecnológicas extraordinariamente potentes como Google (Alphabet), Apple, Facebook y Amazon —los famosos GAFA—, con la mayor capitalización bursátil del mundo y que han invadido los medios de comunicación con un importante impacto en el sector publicitario. La publicidad se ha desplazado de los medios tradicionales, televisión y radio, al mundo online, y más concretamente a las plataformas. Por poner un ejemplo, Google y Facebook acaparan el 61% de la publicidad online en el Reino Unido.

El mercado está experimentando una profunda “plataformización” de los servicios, es decir, las plataformas dominan el modelo económico de los medios de comunicación, de las comunicaciones electrónicas y de la información. La “plataformización” afecta a la industria audiovisual y aumenta también la competencia.

Cuando nos referimos a las plataformas, estamos hablando, por un lado, de servicios bajo demanda, cuyo ejemplo paradigmático es Netflix, el gran ganador de esta crisis, con un aumento de 16 millones de subscriptores y un incremento de ingresos del 23% este primer trimestre del 2020. Pero cuando hablamos de plataformas, nos estamos refiriendo también a las plataformas de intercambio de vídeos y a las redes sociales. En este ámbito, tanto en los servicios bajo demanda como en las redes sociales hay un dominio absoluto de las compañías norteamericanas, que tienen una presencia muy importante en el mercado europeo, pero con una aportación más bien exigua al tejido productivo europeo. Los suscriptores de servicios bajo demanda en Europa han superado por primera vez la cifra de 100 millones.

Está en juego no solo una industria con un peso específico en el PIB europeo y de gran valor añadido, sino también la promoción de los valores europeos a través de la cultura audiovisual

Cabe tener en cuenta que las plataformas de intercambio de vídeos y las redes sociales, donde encontramos cada vez más contenidos audiovisuales, no contribuyen a la producción de obra europea y en cuanto a los servicios bajo demanda, está por determinar aún cuál será su contribución.

¿Cómo afecta todo este escenario al sector audiovisual europeo tradicional, es decir, a la televisión y a la radio?

Una primera consecuencia, quizás la más relevante y que ya hemos apuntado, es el progresivo desplazamiento, y cada vez más acelerado, de los ingresos publicitarios hacia el mundo online, que la crisis de la pandemia ha acentuado con una bajada de los ingresos en la TV y en la radio entre el 25 y el 75%.

Una segunda es la afectación en la producción europea de contenidos de calidad, como consecuencia de la disminución de ingresos publicitarios, y el debate, en algunos países, sobre la financiación de los servicios públicos audiovisuales, un debate que puede acentuarse como consecuencia de la grave crisis económica.

Una tercera consecuencia es el predominio de las plataformas y de las redes sociales entre las nuevas generaciones, que han desertado, parece que definitivamente, de los medios tradicionales.

Y una cuarta, vinculada a la anterior, es cómo afecta a la población en general la desinformación, muy presente en las redes sociales, lo que presenta graves interrogantes en cuanto a poder disponer de una información auténticamente objetiva.

Hay que dar respuesta a estos importantes retos y aprovechar las oportunidades que también se presentan.

Hay que potenciar un sector tecnológico audiovisual europeo común, con grupos paneuropeos, y la cooperación entre televisiones, incluyendo una actitud positiva ante las fusiones.

Desde el punto de vista legal, las plataformas —todas, no solo las de servicios bajo demanda— deben contribuir a la producción de obra europea. Más concretamente, y de forma inmediata, es necesario que, en la transposición de la Directiva europea de servicios de comunicación audiovisual, aquellas plataformas residenciadas fuera de Catalunya y que generen ingresos en nuestro país contribuyan a financiar obra audiovisual producida en Catalunya.

En el ámbito de los servicios públicos, hay que aprovechar el importante incremento de la audiencia de los programas informativos en tiempos de crisis, la credibilidad y la confianza que generan, para fidelizar a la audiencia en el conjunto de la programación.

Hay que hacer una apuesta decidida por la cooperación entre los medios públicos en toda Europa, una colaboración indispensable para generar sinergias, para ser competitivos en el nuevo entorno audiovisual y para seguir siendo el motor de la industria audiovisual de los respectivos territorios.

Los retos son inmensos y está en juego no solo una industria con un peso específico en el PIB europeo y de gran valor añadido, sino también, y muy especialmente, la promoción de los valores europeos a través de la cultura audiovisual.

 

Roger Loppacher i Crehuet, presidente del Consell de l’Audiovisual de Catalunya