Josep Gonzàlez-Cambray es el director general de Centres Públics de la Generalitat de Catalunya y presidente del Consorci d’Educació de Barcelona, bajo el mando del conseller Bargalló. El lunes pasado, Gonzàlez-Cambray fue al programa Tot es mou de TV3, entrevistado por Helena G. Melero, y fue tajante: "Estamos más convencidos que nunca de que las escuelas son seguras y que tienen que estar abiertas".

No tenemos alternativa a abrir los colegios. Los colegios tienen que estar abiertos porque la no presencialidad no nos ofrece las mismas oportunidades para nuestros niños de cara al aprendizaje, de cara al acompañamiento emocional, de cara a la igualdad de oportunidades y eso hay que hacerlo desde la máxima presencialidad posible.

En verano había serias dudas sobre la gestión de Ensenyament y la abertura de las escuelas. Era el gran reto, se decía mientras se hacían funestos presagios. Tampoco ayudaban las intervenciones de algunos sindicatos. La USTEC llegó a interponer un contencioso contra la abertura de las escuelas y parecía, por momentos, que se ponían más palos en las ruedas que críticas constructivas para ayudar a superar el reto inmenso que, a priori, representaba la vuelta al colegio después de la suspensión intempestiva del curso pasado. No es menos cierto que Bargalló intentó reabrir las escuelas ya antes de finalizar el curso pasado. La férrea determinación no siempre fue acompañada por el Govern ni por parte de la comunidad educativa.

Gonzàlez-Cambray apuntó delante de Melero que, con la información que hoy contamos, fue un error cerrar las aulas. Una reflexión que ya habíamos oído de Bargalló. Lo cierto es que el inicio de curso difícilmente podía haber ido mejor, a pesar del reto titánico que, a priori, parecía.

Se puede afirmar, después de seis semanas con las escuelas abiertas, que los colegios no son un foco de expansión de la Covid-19

Pero lo mejor de la intervención de Gonzàlez-Cambray fue la determinación que mostró, con una actitud que no dejaba lugar a dudas. Las escuelas estarán abiertas pase lo que pase. Y fue lo bastante generoso para repartir generosamente el éxito (con el conjunto de la comunidad educativa) cuando todos sabemos que, en caso de ir mal, se habrían comido (Bargalló y su equipo) el fracaso totalmente solos.

Los contagios en la franja de 0 a 9 años son los que tienen la incidencia más baja en Catalunya. En los colegios se están haciendo muy bien los seguimientos y los rastreos hasta el punto de que hay muy pocos contagios. Y se puede afirmar, después de seis semanas con las escuelas abiertas, que las escuelas no son un foco de expansión de la Covid. El 80% de los casos de PCR positivas que encontramos en las aulas no infectan a ningún otro niño en su escuela y en su grupo estable. Un dato muy relevante que nos lleva a afirmar que, hoy, no tenemos ninguno de los 5.131 centros educativos catalanes cerrados.

Algunos, quizás muchos, tendrían que tomar nota no sólo de la tenacidad de Bargalló sino de su actitud positiva, de su trabajo sordo y constante, de su voluntad de resolver problemas y no de crearlos. Ya basta de profetas que pontifican, de vanidades heridas por no ser lo bastante protagonistas, de gente que hurga en las heridas sin ningún rubor ni vergüenza.

A ver si de una vez por todas todo el mundo entiende que de esta tormenta sólo saldremos cerrando filas, lo cual vale para todo el mundo, empezando por epidemiólogos y políticos que aprovechan la pandemia para obtener réditos. Porque lo que es inadmisible no es tanto tomar una decisión errónea cargada de buenas intenciones, como la suspensión del curso escolar. Lo es pretender atribuirse cualquier éxito y al mismo tiempo centrifugar todas las decisiones polémicas, como cerrar la restauración, tal como hoy estamos viendo por parte de significados miembros de un partido que conforma la mayoría gubernamental. Y ¡ojo!, atizar el fuego también puede tener un efecto bumerán.