Si algo tenemos claro todos/todas/todes es que no vamos bien (el hecho de que diga todes lo demuestra claramente). Catalunya hace aguas por todas partes; y no solo Catalunya, Europa también, y ya que estamos, todo el mundo. La supuesta Tercera Guerra Mundial, que algunos —entre los que me incluyo— creen que ya ha empezado, solo es la punta del iceberg del actual grado de decadencia y putrefacción de la humanidad. Pero centrémonos en Catalunya, que es la preocupación que tenemos más cerca —no se puede hacer todo; gracias a Dios no sufro el famoso síndrome FOMO (fear of missing out). No hace falta ser racista ni muy listo para ver que España ha hecho todo lo posible para hacer realidad una sustitución demográfica y lingüística en Catalunya. ¿Hay alguna manera mejor de hacer que se callen los catalanes que hacerlos desaparecer? Si no están, no se quejan, no molestan, no piden referéndums de autodeterminación, ni la delegación de las competencias en inmigración, ni nada de nada. ¿Y qué mejor manera de conseguirlo que hacer venir sin ningún tipo de control y en gran número (Oh bienvenidos pasad pasad de las tristezas haremos humo [canción catalana: oh benvinguts passeu passeu de les tristors en farem fums]) lo mejor de cada casa?

¿Qué somos, un país de acogida o un centro penitenciario para presos de primer grado?

Es importante que se sepa que, cuando se habla de inmigración (y de cualquier otro tema de esta intensidad), no se puede GENERALIZAR. Y parece que este es el recurso que más se utiliza actualmente: meterlo todo en el mismo saco. Porque nada es tan sencillo ni tan simple. Hay muchos tipos de inmigrantes (así como de personas). Mis abuelos (andaluz y aragonesa), por ejemplo, eran de aquellos inmigrantes que vinieron a Catalunya en el siglo pasado a buscar una oportunidad laboral, a mejorar sus condiciones de vida —porque Catalunya, aunque alguien lo dude, ¡era y es una tierra de acogida!, y si venían aquí, era porque se vivía bien, no porque se tuviera que levantar nada— y a integrarse en la cultura que los acogía. Y así fue, mis abuelos hablaban un catalán perfecto y mejoraron su vida económicamente. Esta inmigración, aparte de estar totalmente invitada a venir a nuestra tierra, obviamente, no tiene nada que ver con la que, de un tiempo para acá, está llegando a Catalunya. Pero ¿de dónde ha salido esta gentuza? Bandas latinas (no estoy hablando de grupos de música), células yihadistas (no estoy hablando de biología), chicos con catanas y cuchillos (no estoy hablando del carnaval), violadores, sicarios... ¿Qué somos, un país de acogida o un centro penitenciario para presos de primer grado? Sales de tu casa en coche y bien emperifollado y vuelves al cabo de un par de horas desnudo y sin las ruedas del coche. Y si tienes suerte, entras en casa y todavía está todo.

¿Por qué no hay ningún control de quién entra en Catalunya? Pues es muy sencillo, porque no quieren que esté; si no, estaría. Así de sencillo y de perverso. Y eso hace que tanto te entre un trozo de pan (hay muchos inmigrantes que se han integrado y que no suponen ningún quebradero de cabeza para nadie, al contrario) como un psicópata. Toda esta gentuza es la que provoca el racismo (que es fácil de adivinar que está orquestado) y que la gente se cierre en banda y no quiera saber nada de los inmigrantes. Eso y ver que todos los servicios públicos están saturados y que la gente te mira mal por hablar catalán en tu propia tierra (porque se creen que han aterrizado en la madre patria, la misma que hizo desaparecer del mapa a los indígenas de sus países de origen). Si la mayoría de las personas que te agreden son de un mismo origen, es lógico que tu cerebro (que tiende a categorizar para no sobrecargarse de información) llegue a la conclusión de que el resto de personas de este origen también son peligrosas.

Queda claro, pues, que todo este abuso y toda esta tergiversación que se ha hecho de los conceptos extrema derecha y racismo no habría sido posible sin haber hecho antes una generalización del concepto inmigración/inmigrantes. En el fondo, todo el mundo tiene razón y nadie la tiene (depende de cómo se mire). Unos tienen razón cuando dicen que la violencia ha aumentado en Catalunya por culpa de los inmigrantes y los otros cuando los acusan de racistas por no querer inmigración en Catalunya. Pero, al mismo tiempo, ninguno de ellos tiene razón. Por eso es tan importante el lenguaje y emplearlo adecuadamente, por más que los políticos aprovechen este talón de Aquiles del lenguaje para ganar las elecciones y esquivar condenas. Perdonad, pero alguien tenía que decirlo.