La religión tiene aspectos prácticos, útiles e interesantes, como los descubrimientos de materiales que se han hecho gracias a monjas y curas. Por ejemplo, los jesuitas descubrieron la quinina en el siglo XVII y la utilizaron como remedio para curar la malaria (que proviene de mal aire, en italiano). Los pueblos indígenas ya la conocían y conocían sus secretos, pero fueron los religiosos de la Compañía de Jesús los responsables de su introducción a Europa.
De la quinina llegamos a la tónica, y de la tónica desembocamos en el gin-tonic del Senado, de las terracitas de verano y de los privados de los restaurantes. No solo tenemos monjes en el origen de la cerveza (también religiosas, como Hildegarda de Bingen), sino jesuitas por los Andes haciendo descubrimientos. El espíritu tiene muchas declinaciones.
El nombre que le daban era "quk-quin" o "quin-quin". Fue en 1590 cuando Fray Reinaldo de Lizárraga hizo referencia por primera vez a la quin en sus crónicas. Cuarenta años después, en 1630, el Corregidor de Loja (Ecuador), Juan López de Cañizares, fue curado de fiebres con infusiones de quinina. La malaria, me dicen los amigos americanos, es una enfermedad —como tantas otras— importada por los españoles... El religioso agustino Fray Antonio de la Calancha (1633) y el padre jesuita Bernabé Cobo (1652) fueron los primeros en describir, desde el virreinato del Perú, las propiedades curadoras de este elemento. Me gusta pensar en las aportaciones a la civilización de los religiosos, no solo disertando sobre eclesiología o liturgia, sino sobre la quinina y sus efectos terapéuticos.
Pensamos a menudo que la religión es aquello que pasa dentro de los templos, y no lo vinculamos a realidades aparentemente intrascendentes
Ya en 1632, el provincial de las misiones jesuitas en tierras peruanas, el padre Alonso Messia Venegas SJ, transportó una muestra de la corteza para presentarla como primicia espectacular en laboratorios de Sevilla y Roma, donde estaban muy interesados en "el polvo de los jesuitas".
Se desconoce que la quinina sufrió incesantes boicots para ser católica. Dentro de los prejuicios ingleses contra todo lo que fuera español, se dio la situación que Inglaterra no lo aceptaba. La corteza de los jesuitas fue rechazada por el militar Oliver Cromwell, que fue víctima de la malaria en 1658 y se negó a ser tratado con nada que tuviera que ver con católicos. El sabor amargo de la tónica antimalárica con quinina se suministraba al ejército británico, que la mezcló con ginebra y se popularizó así el gin-tonic. Ahora vemos los gin-tonics con ginebras inglesas y no nos damos cuenta de que la tónica que la acompaña fue menospreciada solo porque los anglicanos la consideraban una mercancía católica. De hecho, Carlos II de Inglaterra, en 1655, fue medicado y salvado con este componente, pero sin decírselo para no disgustarlo. Pensamos a menudo que la religión es aquello que pasa dentro de los templos, y no lo vinculamos a realidades aparentemente intrascendentes. Tan banales como una tónica.