Me refiero a la magnífica película Blade Runner de Ridley Scott (1982), protagonizada por Harrison Ford, Sean Young, Rutger Hauer, y Daryl Hannah, que nos interroga existencialmente sobre lo que quiere decir ser humano. La película, ambientada en un futuro oscuro e inquietante, es un icono de la ciencia ficción, y contiene escenas memorables, tanto visualmente como emocionalmente, acompañada de una evocativa banda sonora de Vangelis. Una de las primeras escenas consiste en un test psicológico-emocional totalmente ficticio, denominado test de Voight-Kampff, para detectar si una persona es realmente humana o es un replicante (robot humanoide casi indistinguible de los humanos, de vida corta y acelerada y capacidades superhumanas), en que los detectives, los "blade runners", hacen una batería de preguntas cuidadosamente seleccionadas y observan la respuesta emocional de la persona interrogada midiendo respuestas fisiológicas involuntarias como el cierre o la abertura del iris. Philip K. Dick (el escritor de la novela corta ¿Los androides sueñan corderos eléctricos?, que es la base del guion de esta película) creía que la diferencia entre robots y humanos no sería la inteligencia ni las capacidades cognitivas, sino la empatía. Deckard necesita más de 100 preguntas (cuando solo hacían falta de 20 a 30 en los replicantes de última generación) para determinar que Rachael es una replicante, además de una máquina detectora de mentiras alimentada por un siniestro fuelle negro de aire que mide las contracciones del iris y unas partículas invisibles teóricamente emitidas por el cuerpo humano.

Pues bien, ¿es verdad que las contracciones del iris pueden medir la empatía humana? La función principal de la respuesta pupilar es la regulación de la cantidad de luz que llega a la retina para una visión óptima —contrayéndose la abertura para minimizar la luz que entra y ampliándose para incrementarla—, pero esta respuesta involuntaria también está asociada al estímulo visual o como respuesta a una situación emocional. Pero, además, hay ensayos en humanos que demuestran que la función cognitiva también puede contribuir a la respuesta pupilar. Uno de los experimentos más interesantes que se acaba de publicar demuestra que la capacidad de visualizar experiencias e imaginarlas con vivezaa también permite al cerebro regular la función del iris y la abertura pupilar. ¿Cómo se han hecho estos ensayos?

La mayoría de nosotros podemos sentir cómo se nos pone la carne de gallina si pensamos en una escena de miedo de una película o, a veces, en una pieza musical que nos emociona. Podemos reír solo de pensar en un chiste que nos hace mucha gracia, experimentar de nuevo la vivezaa de un cuadro o de unas vistas espectaculares, y recordar el olor y la textura de la piel de las personas que amamos o hemos amado, todo solo con la imaginación, que construye de nuevo la percepción sobre el recuerdo. Evidentemente, hay personas con más o menos capacidad imaginativa, o de fantasear. Por el contrario, hay personas a quienes les cuesta revivir las emociones asociadas a situaciones vividas o prever cómo se sentirán. A estas personas que no tienen tanta capacidad de imaginar, se dice que presentan "afantasía", es decir, tienen muy poca capacidad de evocación imaginativa. El porcentaje de personas con afantasía se calcula que es de un 2%-3%, unos 400 millones de personas en el mundo. La pregunta que se han hecho los investigadores es si se puede medir de forma objetiva el afantasía y, por eso, han utilizado tests de medida del movimiento de los ojos y de respuesta pupilar para determinar la fuerza evocativa visual de la imaginación.

Hay una medida fisiológica en la intensidad de los recuerdos sensoriales y la capacidad evocativa de la imaginación, por tanto, para definir y medir la afantasía. El esfuerzo mental ayuda a imprimir al recuerdo una cierta viveza, y favorece la evocación visual de la mente

En primer lugar, en el ensayo demuestran que las personas voluntarias que participan en él tienen reflejos pupilares normales a la luz y a la oscuridad, y a la visión de figuras (triángulos) oscuras o brillantes (respectivamente, con abertura y contracción de la pupila) sobre un fondo neutro. La mayoría de las personas, con capacidad de imaginar, cuando se les pide visualizar solo con la mente la visión de figuras brillantes, a pesar de que no estén mirando nada, el iris cierra la pupila y al revés, el iris se contrae ampliando la pupila si piensan en una figura oscura. Es un acto involuntario preparativo de la mente, evocando y anticipando una realidad que no existe más que en la imaginación. Y esta respuesta era más intensa para las personas que definen su visualización como muy vívida. Por el contrario, las personas con afantasía no presentan ningún tipo de respuesta pupilar al intentar imaginar figuras brillantes u oscuras.

Estos resultados son muy interesantes porque demuestran que hay una medida fisiológica en la intensidad de los recuerdos sensoriales y la capacidad evocativa de la imaginación, por tanto, para definir y medir la afantasía. Uno de los resultados que ayudan a matizar un poco más se refiere al esfuerzo del recuerdo: cuando a las personas "afantásticas" se les hacía imaginar cuatro figuras a la vez, había una cierta respuesta pupilar. Se sabe que el esfuerzo y la concentración también actúan sobre el reflejo pupilar. Así, pues, este resultado implica que el esfuerzo mental ayuda a imprimir al recuerdo una cierta viveza, y favorece la evocación visual de la mente en personas que no tienen una gran capacidad por imaginar.

Si ahora volvemos al test pupilar de Blade Runner, tendríamos que decir que el reflejo pupilar seguramente no detecta la empatía, sino la capacidad de imaginar y evocar, y que dentro de los mismos humanos, también hay diferencias.