¿Tiene que tener límites el humor? ¿Y, si es así, quien marca estos límites? ¿Los políticos? ¿Los directores de las televisiones? ¿Nuestras mentes reprimidas? ¿El miedo a lo que es desconocido? ¿Los padres? Es un tema que me preocupa mucho desde hace muchos años. Pensad que, cuándo nací, ya tenía esta preocupación. ¿Por qué caray tenemos que llorar cuando nacemos? ¿Por qué no podemos reír? Llegamos al mundo y ya nos están reprimiendo el sentido del humor.

Ahora hacía tiempo que no pensaba en todo esto (un par de días, para ser exactos), pero a raíz de la censura que ha sufrido Manel Vidal del programa Zona Franca por parte de TV3, he vuelto a darle vueltas. ¡Mecachis!, nunca puedes estar tranquila. Personalmente, creo que nos tenemos que poder reír de todo; la vida ya es bastante complicada para estar poniendo límites a la diversión. El humor es o tendría que ser una catarsis para hacer la vida más llevadera. Pero claro, siempre tiene que aparecer el censurista de turno para hacernos la puñeta. Pensad una cosa, cuando alguien se ofende por una broma, no es porque sea de mal gusto —una broma de mal gusto es tener un sueldo de mil euros y pagar un alquiler de ochocientos—, es porque se siente identificado y no puede soportar verse reflejado en ella. También hay casos más extremos, con tendencias maquiavélicas, en los que pueden llegar a censurar a un humorista si no les hace quedar bien.

El único humor que yo censuraría (y lo haría de una forma rotunda) sería el humor que no hace reír, ese humor que no tiene ninguna gracia, que hasta te provoca vergüenza ajena (aunque esto es muy y muy subjetivo); es decir, el humor carente de inteligencia. No es fácil hacer humor bueno. ¿No sé si lo habéis probado alguna vez, eso de hacer reír a alguien? Alguien que no sean los trabajadores de tu empresa, porque a estos les pagas cada mes para que te rían las gracias. Hacer reír a alguien que no gana nada riéndote las gracias. No es nada fácil, probadlo.

Los límites del humor no se tienen que poner en el humor en sí (en la temática), sino en el contexto donde se utiliza.

El humor depende mucho del entorno donde te has criado. El humor español y el catalán, por ejemplo, no tienen nada que ver. Quizás por eso no nos entendemos. Diría que los catalanes nos sentimos más identificados con el humor inglés que con el humor español. El humor catalán es un humor con más capas, más profundo. El humor español siempre me ha parecido más infantil, más simple. Un ejemplo de humor español podría ser una persona que se tropieza y cae al suelo, o un señor que enseña el culo. Cosas así, estilo Pajares-Esteso. El humor catalán, en cambio —supongo que porque los catalanes siempre hemos tenido que manifestar nuestros sentimientos a escondidas por miedo a ser castigados—, es un humor con muchas más capas, metáforas y giros; para que entienda la broma quien la tiene que entender y el resto se quede solo con la capa superficial, que no tiene nada de revolucionaria. Todos contentos y nadie castigado de cara a la pared.

Y, ya para cerrar el tema, creo que los límites del humor no se tienen que poner en el humor en sí (en la temática), sino en el contexto donde se utiliza el humor. Me explicaré mejor con un ejemplo: yo puedo reírme de la muerte, sin embargo, hacerlo en el funeral de una persona joven no sería lo más adecuado. Aunque hay gente para todo, hay gente que prefiere pasar el dolor riéndose de la situación en la que se encuentra. Lo encuentro todo legítimo. ¿Y vosotros, qué pensáis?

Hasta la semana que viene.