Sábado por la noche. 3 de octubre de 1992. La cantante irlandesa Sinéad O'Connor, la voz de la melodía Nothing compadres to you, aparece en el programa norteamericano Saturday Night Live y rompe, en directo, una fotografía de Juan Pablo II. Lo acusa de ser el culpable de los abusos que la clerecía irlandesa había perpetrado sobre menores. En aquellos momentos declara en una entrevista que ella provenía de una Irlanda oprimida y miserable, y que nadie tenía una relación positiva y jubilosa con Dios. Todo lo contrario. Todavía vinculada al cristianismo, pero consciente de un catolicismo irlandés tradicional que la ahogaba, decide, a finales de los años 90, ser ordenada sacerdotisa de un movimiento católico independiente llamado Irish Orthodox Catholic and Apostolic Church. Pretende "salvar a Dios de la religión". Se pasa a llamar madre Bernardette Mary. Deja la música. Tampoco satisfecha, decide, ya en el 2018, convertirse al Islam, un camino que en palabras suyas era "natural y lógico", ya que todos los estudios sobre las Escrituras conducen al Islam. Es en esta religión monoteísta donde se ha sentido acogida. Su nombre es hermana Suhada'Davitt y reconoce que ha sido musulmana toda la vida, pero que no se había dado cuenta. El Sheikh Umar al-Qadri, imán del Centro Islámico de Irlanda, y amigo y consejero espiritual de O'Connor, destaca de su interés por la vía musulmana que en el Islam no hay intermediarios: "A ella le gustaba que en el Islam te comunicas directamente con Dios y que aceptas las escrituras precedentes, la Torá de los judíos, la Biblia de los cristianos, y llegas a la síntesis con el Corán". La mala experiencia con curas que no estuvieron a la altura, no fue ciertamente un elemento positivo en la vida agitada de Sinéad. Buscaba la paz, y aunque aparentemente la religión le confería esta calma de espíritu, su tortuosa vida personal y las sombras que la asediaban la han acabado hundiendo. Era una profeta herida, una mujer que había visto el mal muy cerca y que aprovechó su fama para poder decirlo en público. Excéntrica y desgraciada, con una vida familiar irregular, una voz prodigiosa y un deseo de paz que la perseguía, Sinéad O'Connor tendría que ser recordada también como una católica desencantada que vio el sufrimiento y lo denunció. Muchas veces, estos profetas que rompen con silencios acaban condenados en la plaza pública, pero desgraciadamente, tenían su parte de razón. Por muy fuertes que sean las instituciones, al final, la prueba del algodón no engaña.