1. LA NEGOCIACIÓN DEL PRESUPUESTO. ERC está regalando el protagonismo y la iniciativa política al PSC. Así como el año pasado los republicanos se beneficiaron de la diligente negociación de los presupuestos que llevo a cabo Jaume Giró, y que Junts no supo rentabilizar, ahora es el president Aragonès —y la discreta Natàlia Mas— quien no sabe “domar” a los socialistas. Esquerra ha demostrado hasta qué punto es débil su margen de maniobra en Madrid. A diferencia de cuando Pujol era president de la Generalitat, que utilizaba su influencia en Madrid para neutralizar a la oposición en Catalunya o incluso para “cargarse” a personajes incómodos, Pedro Sánchez sabe que no necesita sacrificar el PSC para obtener el apoyo de los republicanos. Antes de empezar cualquier negociación, el PSC percibe perfectamente que ERC no pondrá en peligro el pacto con el PSOE en Madrid. Esto es lo que fortalece a Salvador Illa, un personaje no precisamente carismático. Es así como los socialistas se permiten el lujo de encarar la negociación de la ley de presupuestos de la Generalitat con “el todo o nada” que planteó Alícia Romero la pasada semana. El relato del PSC se impone no porque los socialistas sean más hábiles comunicativamente, sino porque la coyuntura política es favorable a su discurso, entre otras razones porque Esquerra ha contribuido a ello con su giro neoautonomista. En un contexto autonómico, la izquierda catalana estará siempre dominada por los socialistas. Es una realidad demoscópica. En una Catalunya independiente, ERC no existiría, porque se disolvería entre el partido socialista y los actuales comunes.

La actitud del PSC demuestra que desde la oposición se puede hacer mucho asumiendo un riesgo relativo. Los que cuando Junts decidió salir del Govern anunciaban el apocalipsis para los seguidores de Puigdemont y Laura Borràs, tendrían que preguntarse por qué el PSC ha sabido introducir en la negociación de los presupuestos cuestiones que Junts también defiende, aunque con matices, pero que no supo defender cuando gobernaba con ERC. No es un asunto banal. En la prensa se reproducen tópicos que no son verdad. Por ejemplo, este sobre la debilidad de quien actúa desde la oposición. El problema de Junts no es que abandonar el Govern lo haya empujado a la marginalidad. La cuestión es otra. Es que no sabe hacer de oposición. Para empezar, porque no tiene dirección ni un líder, aunque fuera tan gris como Illa, que sepa lo que hay que hacer realmente. Si al final los socialistas votan unos presupuestos que incorporen sus exigencias, no como un acuerdo sobre la metodología sobre cómo tomar la decisión, que es lo que buscan desesperadamente los republicanos, sino como una realidad presupuestaria con un calendario de ejecución claro, quedará demostrado que “malvivir” en la oposición puede abrirte las puertas de la presidencia de la Generalitat en un futuro con un riesgo previo controlado. Los socialistas pueden levantar la bandera de la prosperidad hoy, aunque sea con un modelo económico pasado de moda, porque Junts no supo izarla cuando estaba en el Govern para moderar las extravagancias de Esquerra. La acción política se mide por la eficacia que tiene en la vida real.

El relato del PSC se impone no porque los socialistas sean más hábiles comunicativamente, sino porque la coyuntura política es favorable a su discurso, entre otras razones porque Esquerra ha contribuido a ello con su giro neoautonomista.

2. POLÍTICA Y PROPAGANDA. Albert Carreras, un académico brillante que formaba parte del equipo de Mas-Colell en la época más dura de los recortes, planteaba un juego de palabras en uno de sus habituales artículos en la prensa —“ERC y PSC: las inversiones en negociación”— para explicar cuál es el obstáculo que dilata la negociación para la aprobación definitiva del presupuesto. Carreras defiende, como un servidor, que la negociación presupuestaria entre el Govern de la Generalitat monocolor de ERC y el PSC ha puesto encima de la mesa las diferencias que separan a los republicanos de los socialistas —y, también, de Junts, que son favorables a algunas de las propuestas de los socialistas— con motivo de tres grandes proyectos urbanísticos. Defender el impulso del Hard Rock, la B-40 y la ampliación del aeropuerto tiene su trascendencia política. El PSC aboga por los tres proyectos porque cree que tienen un potencial económico extraordinario y generarán muchos puestos de trabajo, aunque sean precarios. ERC, en cambio, se esfuerza por atrasarlos y disolverlos debido a las resistencias locales que cuestionan que sean necesarios y su sostenibilidad medioambiental. Carreras señala, a mi modo de ver con razón, que los socialistas pretenden movilizar una parte importante del antiguo electorado de CiU que consideran que es partidario de estos proyectos y que hasta ahora votaba a Junts. Quizás yerren en su diagnóstico, puesto que el electorado de Junts, el que le ha dado los 32 diputados actuales, y que es mucho más amplio que el antiguo espacio convergente, no necesariamente es partidario de estos macroproyectos urbanísticos. El ejemplo más claro es la posición de Jaume Giró en relación con la ampliación del aeropuerto: se opuso a ella con muy buenos argumentos. Si Junts tuviera imaginación política y quisiera representar una alternativa nueva a los viejos debates, le habría sacado partido a la cuestión. Imitar a Pujol es puro teatro.

En la negociación de los presupuestos, Esquerra ha repetido el método que ya aplicó para acordar la investidura con Junts. Si entonces pactó primero con la CUP, a pesar de que hacerlo no les aseguraba nada, esta vez lo ha hecho con los comunes. Pactó con comodidad con ellos porque, al final, no pactaron nada trascendente y porque Esquerra siempre busca el reconocimiento de la izquierda que considera “auténtica”. La maniobra de Esquerra persigue protegerse de las exigencias del PSC con el argumento de que los comunes se opondrán a estas. Un PSC que actúa como toda la socialdemocracia mundial: mezclando los discursos medioambientales y el de un progreso económico antiguo. A menudo no ligan, claro está. Cuando Giró se oponía a la ampliación del aeropuerto, no lo hacía porque estuviera en contra del transporte aéreo o de que la gente coja aviones, sino porque la propuesta de AENA, además de responder a un egoísmo empresarial de la compañía madrileña, iba en contra de la sensibilidad medioambiental que hoy es compartida por la mayoría de la población. Incluso el jefe de la patronal catalana, Josep Sánchez Llibre, luce en la solapa de su americana el pin coloreado con el arcoíris que identifica a los partidarios de la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible. Medio mundo dice ser favorable a las 5 P: personas, planeta, prosperidad, paz y partenariado, pero no es fácil cambiar los hábitos de quien está acostumbrado a ganar dinero con el “ladrillo” sin tener en cuenta la huella ecológica que dejan. Como también es fácil negociar los presupuestos y aceptar limitar la acción exterior de la Generalitat mientras la consejera del ramo, Meritxell Serret, emprende un viaje institucional a Finlandia para explicar a un país nórdico, no sin la típica arrogancia nacionalista de algunos catalanes, las ventajas del Plan Piloto catalán de Renta Básica Universal. Cuando la propaganda sustituye la política es que no hay alternativa para acabar con la duplicidad, derivada de la dependencia y que sale muy cara a los ciudadanos de Catalunya, entre el Ingreso Mínimo Vital español y una renta básica catalana mal financiada porque el dinero para financiarla depende del Estado. Lástima que no podremos oír desde aquí como se reirán a carcajadas en Helsinki cuando lo sepan.