El precio del petróleo ha entrado en el reino de lo profundamente aleatorio. Y si los bancos centrales van camino de sufrir una pérdida acelerada de credibilidad, la OPEP, la no-OPEP y el conjunto de instituciones que les acompañan siguen muy de cerca esa senda. Quizá por ello, la reunión informal que mantendrán los países productores el lunes y el miércoles en el transcurso del XV Foro Internacional de la Energía esté rodeada de un alto grado de escepticismo.

El propósito del encuentro es una vez más lograr una estabilización de los precios del oro negro. El país anfitrión, Argelia, propone un objetivo de 60 dólares, pero esta misma semana la cotización del barril giraba más en torno a las decisiones de la Reserva Federal que a las posibilidades de alcanzar un acuerdo.

Se trataba de enviar una señal al mercado para detener la caída de los precios

Ciertamente, las anteriores citas no tuvieron un final feliz. El 17 de abril tuvo lugar un encuentro decisivo en Qatar después de que se incorporase Irán, que se había librado de una parte de las sanciones internacionales. Se trataba de enviar una señal al mercado para detener la caída de los precios, que en enero habían llegado a retroceder hasta 28 dólares, su nivel más bajo en doce años. Teherán reclamó el derecho de recuperar su antigua cuota de producción y, por esa razón y por otras, todo se fue al traste.

En junio, hubo una reunión de la OPEP en Viena y acabó igualmente de forma infructuosa al no cumplirse las promesas de restricción de sus socios. Así, por ejemplo. Arabia Saudí aumentó en julio sus exportaciones a 7.622 millones de barriles diarios, frente a 7.456 millones en junio. A partir de ahí cuajó un axioma: a priori, una congelación de la producción supondrá un mayor impulso para el crudo de Arabia Saudí. 

No obstante, nuevos intentos se han reiniciado. El presidente de Irán, Hasan Rouhani, ha dicho que Teherán apoyará movimientos orientados a la estabilización de los precios. La antigua Persia ha recuperado casi toda su cuota de producción buscada. El presidente ruso, Vladimir Putin, se ha mostrado igualmente favorable a un acuerdo de congelación de la producción de un año de duración.

Ha habido noticias e informaciones de compromisos en ese sentido entre Rusia y Arabia Saudí. Pero la desconfianza se mantiene. Así, por ejemplo, Emiratos Árabes Unidos, ha juzgado "prematuras" iniciativas dirigidas a frenar la actividad de los pozos y las exportaciones.

Arabia Saudí ofreció reducir el bombeo del crudo si su rival, Irán, se compromete a limita la producción este año, que es de 3'6 millones de barriles por día. Es importante de cara las negociaciones de esta semana, pero no hay nada cerrado. Es un gesto ante las negociaciones que hasta última hora no se sabrá si hacen cambiar los posicionamientos.

Estructuralmente, el mundo permanece en una situación de sobrecapacidad y sobreoferta en producciones y materiales

La recuperación de la esperanza de alcanzar un acuerdo vino a partir de una recuperación de los países emergentes y de las materias primas, que hizo pensar a bancos como el Citi o Goldman Sachs en una recuperación del protagonismo de estos países. Pero esta perspectiva se está desinflando. "Estructuralmente, el mundo permanece en una situación de sobrecapacidad y sobreoferta en producciones y materiales", señala el Citi. El ritmo más moderado de las importaciones chinas ha influido en la creación de un escenario más modesto para las materias primas. El vacilante ritmo de crecimiento en los países del G-7 y de la OCDE confirman la prudencia. 

Si la demanda en parte se desdibuja, el déficit presupuestario, por ejemplo, de las petromonarquías del Golfo han alcanzado récords. Según un estudio publicado el martes en Kuwait, el déficit alcanzará la cifra de 153.000 millones de dólares en 2016, después de 119.000 el año pasado. Arabia Saudí representa el 55% de ese déficit. La única solución para abordarlo es apelando a las fuertes reservas de oro y divisas. Pero eso, señala el informe, significará una menor inversión y mayores precios para el barril, lo que podría ocurrir entre 2017 y 2020. Esta previsión sugiere un modo alternativo de estabilizar los precios sin necesidad de acogerse a inestables acuerdos.

A su vez, desde el punto de vista de los países consumidores, un descenso del petróleo iba a dar un fuerte empujón al crecimiento. Esa expectativa no se ha cumplido. Más bien, se ha visto lo contrario. Las alzas del precio del petróleo han tirado hacia arriba de las bolsas en muchos momentos juzgándolo un factor positivo cuando antes se veía de manera inversa. Incluso los bancos centrales intentan atribuir las tensiones deflacionistas con las que se topan a los bajos precios del crudo. Estos días, tanto la Reserva Federal como el BCE han reducido las perspectivas de crecimiento en EEUU y la zona euro, en este caso para 2017 y 2018.

En definitiva, el precio del petróleo se mueve en un marco de múltiples variables que a la postre ofrece un resultado confuso, con reglas difíciles de compaginar. En términos globales no existe un factor orientador.

El resultado de todo ello puede ser que los participantes en el encuentro de esta semana en Argelia muestren una actitud cercana a la conformidad con los precios actuales, que se mueven entre 45 y 50 dólares. No es el objetivo máximo, pero en países plagados de aves se sabe que más vale pájaro en mano que ciento volando.