Lo decíamos en la primera manifestación histórica de Catalunya. No nos tendría que costar tanto recordarlo. Muchas estábamos ahí. La gran manifestación del 10-J del 2010 llevaba por lema "Somos una nación. Nosotros decidimos", y fue la gran presentación y descubrimiento al mundo de la voluntad de tanta gente de Catalunya de cambiar la historia. No fue solamente un clamor por la independencia y el derecho a decidir o autodeterminar nuestro futuro, sino que incluso Joan Puigcercós, en aquel momento dirigente de ERC, declaró que la manifestación tenía que servir para empezar la transición hacia la independencia. Y no solamente para Puigcercós, para muchos políticos catalanes la sentencia del Tribunal Constitucional suponía el fin de un autonomismo, de un "café para todos", en el cual poca gente creía.

Jordi Miralles i Conte era uno más del millón y muy largo de manifestantes. Parlamentario de EUIA, se enorgullecía de la amistad con el dirigente de ERC. Gran amigo, mejor persona y muy buen político, fue diputado y secretario tercero de la Mesa del Parlament de Catalunya y participó en el Estatuto de Autonomía de Catalunya vigente desde el 9 de agosto de 2006 y modificado por sentencia del Tribunal Constitucional de junio de 2010. Recuerdo cuando Jordi Miralles participaba en las discusiones parlamentarias sobre las transferencias que el Estatut tenía que comportar. Le pregunté entonces cómo se enfocaba el traspaso del aeropuerto, uno de los temas sobre los que más enfrentamiento entre partidos levantaba. Me contestó con otra pregunta, muy serio, pero a la gallega: si eran mejores las instituciones aeroportuarias que el traspaso de Rodalies, que haría posible la puntualidad y aseguraría la seguridad de miles y miles de hombres y mujeres trabajadoras o estudiantes.

Si hemos borrado de la memoria el lema del 10-J y la gesta del 1-O, tenemos una memoria de pez que nos encarcela en los límites de cristal de cualquier pecera de pacotilla

Parece que la posibilidad de opción entró en el debate, y ahora vuelvo a oír hablar del traspaso integral de Rodalies como si este país tuviera memoria de pez, y recuerdo con ternura cómo sacaba pecho Jordi Miralles, en los primeros años del siglo XXI, de un traspaso de Rodalies que nunca se ha concretado —y ahora, por lo visto, tampoco—. Las condiciones de desgaste y degradación de la red a medida que la financiación es más miserable, la alta velocidad más potente y los corredores mediterráneos menos mediterráneos, hacen más ilógico volver a caer en las viejas trampas. En cambio, ahora, ni una palabra sobre el traspaso del aeropuerto de El Prat, ya renombrado Tarradellas sin consenso.

Para desgracia de la política, Jordi Miralles nos dejó muy joven todavía, en 2015, con 53 años. Pero querría preguntarle ahora qué piensa de las 13 páginas sobre el proceso de diálogo, negociación y acuerdo entre el PSOE y ERC, donde "se materializan las visiones que comparten ambas fuerzas en el ámbito, político, económico y social". Y quizás compartiría conmigo que o bien los tres ámbitos son muy esmirriados de por sí, o la materialización muy mezquina. Y en ningún momento me parece encontrar ningún parentesco ni a la altura ni en la sintonía del 10-J de 2010, ni tampoco del 1 de octubre.

El declive me parece, por ahora, el único hito histórico a destacar. Y si hemos borrado de la memoria el lema del 10-J y la gesta del 1-O, tenemos una memoria de pez que nos encarcela en los límites de cristal de cualquier pecera de pacotilla. En este país nuestro hay algunas constantes que perduran para bien y otras que para no tanto, y entre las últimas destaca un sufrimiento innato por casi todo, que no pega con una ausencia casi congénita de autocrítica. Tendemos a ver, e incluso celebrar, las derrotas como victorias, y a esconder debajo las piedras los momentos mágicos en los que como pueblo nos hemos alzado para darnos y retornarnos el poder que la mala política nos quita.

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