Tengo tendencia, cada vez que le canto a mi nieto la canción del general Bum Bum, a imaginarme a Trump montado en el caballo de cartón. En su nuevo mandato, empezó dando miedo, y ahora ya no tengo tan claro que haya que apartar a las criaturas. Su trayectoria de matón hace que sus vaivenes, insolencias y caprichos empiecen a ser vistos más como pólvora mediática que como directrices políticas. Cierto es que seguirá haciendo tonterías, y que no hace nada de gracia que tenga el maletín con las claves de la bomba atómica. Pero su popularidad, que mientras no logre cargarse el sistema electoral estadounidense sigue siendo determinante para su continuidad al frente de EE.UU., está de capa caída en un periodo récord. Y su conducción salvaje empieza a provocar deserciones sonadas en sus filas. La última y más bestia es la de Musk. Y con Musk —no lo olvidemos— están buena parte de las grandes fortunas del nuevo capitalismo americano, que no han dudado en apoyar públicamente a Trump en las últimas elecciones y que ahora, a buen seguro, se lo estarán repensando. Como en una de las pelis de Marvel, estamos asistiendo a la transformación del villano Musk en superhéroe. Él es, posiblemente, de los pocos que puede enfrentarse a Trump sin miedo, y finiquitarlo. Está por ver con qué armas y superpoderes lo atacará, y cómo Trump —el malo de la película sin paliativos— se podrá defender.

En todo caso, lo primero que está en juego es el apoyo económico a Trump, y a cualquier persona de su entorno. Las elecciones no las gana quien pone más dinero en juego, pero está claro que, como en todo en la vida, el dinero ayuda. Algunas cifras hablan de que Musk se gastó casi 290 M$ en la campaña de Trump. En Catalunya hay un dicho que afirma "quien paga, manda". Sabemos bien que no todos los dichos se acaban cumpliendo, pero está claro que Trump se ha jugado el apoyo financiero no solo de Musk sino también de los ricos que lo rodean. Eso lleva a pensar que, siguiendo su periplo de patapim patapum, mi general Bum Bum se lo pensará muy bien antes de romper puentes de oro con el sistema económico que lo ha hecho de nuevo presidente. Si Trump quiere demostrar que manda él castigando con prepotencia y arbitrariedad a sus adversarios, debe saber a quién se enfrenta. Y no es solo a Musk —insisto— a quien Trump ataca. Es a todo un ecosistema económico que no está para bromas. ¿Puede Trump tratar a sus financiadores con la frivolidad con la que ha tratado a Zelenski? Amenazar con dejar sin ayudas, que vienen de lejos, a las empresas de Musk, es arriesgadísimo. Recordémoslo, Musk y sus socios están en sectores muy estratégicos para Estados Unidos, como son las comunicaciones (SpaceX, cohetes y satélites), el coche eléctrico (Tesla), la IA (Neuralink) y los medios (X), entre otros.

Musk es, posiblemente, de los pocos que puede enfrentarse a Trump sin miedo, y finiquitarlo

La segunda cosa que está en juego es el futuro político de Trump. Necesita aliados en el Partido Republicano para seguir mandando. Y los apoyos son en cada elección y para cada candidato. El sistema político estadounidense es muy complejo, pero el sistema de lobbies funciona muy bien. Y con dinero en abundancia, Musk, si se deja guiar, puede discretamente recoger muchas victorias electorales de candidatos anti-Trump. Y al mismo tiempo puede ir minándolo mediáticamente, como ha hecho al declarar que Trump está en los archivos de Epstein, aunque después haya borrado el tuit. Musk es un mal enemigo mediático.

La tercera cosa que algunos sospechábamos y que ahora vemos aparecer con claridad es la vocación política de Musk. Musk ya ha sondeado sobre la posible creación de una tercera vía entre demócratas y republicanos, un partido que represente al 80% de los electores de centro que actualmente están huérfanos. Parece que hay mucho espacio. Hay quien piensa que Musk no puede ser presidente. Yo opino que no lo quiere ser, que simplemente quiere controlar al presidente. De repente, parece que Musk es una buena opción para derrocar a Trump democráticamente. Musk entra en los sitios como un loco, pero los acaba conociendo y controlando. Sigue teniendo una fortuna descomunal, forjada con muchas complicidades, insisto. Musk cumplirá 54, y Trump 79. Cierto es que Trump ya no tiene nada que perder, pero Musk lo tiene todo a ganar. Tenemos confrontación, pues, para tiempo. Y ahora que Musk ha probado la sangre de la arena política, tenemos la guerra servida. Musk, hasta la fecha, ha ganado siempre como el Madrid, en el último minuto, y con la ayuda de los árbitros. Ha llegado la hora de que los depredadores que Da Ampoli brillantemente describe en su último libro, La hora de los depredadores, se empiecen a pelear. La guerra entre depredadores está servida. ¡Hagan sus apuestas!