Sí, se puede. ¿No era ese el lema? Pues sí, cuando en 1405 Christine de Pizan escribió La ciudad de las damas, era ya una escritora profesional, de hecho, vivía de su trabajo después de enviudar y tras haber aprendido de forma autodidacta varios idiomas y filosofía. Y llegó a escribir biografías de algunos reyes y libros de consejos sobre el buen gobierno para otros. Y quienes hemos leído la obra que he citado arriba sabemos que su causa no era feminista, entender el libro en términos tan mundanos es sencillamente no haber entendido nada.

¡Claro que se puede! Por supuesto, hay contextos y contextos, pero la fallecida y portentosa Rosalía Mera (si digo que fue mujer de Amancio Ortega, siempre habrá quien se enfade) empezó con él en un pequeño taller en el que cosían batas de trabajo, y cuando murió no solo tenía un imperio, sino varios maravillosos y altruistas proyectos que espero que la sobrevivan largo tiempo… Se puede, aunque el origen sea humilde, y se puede también siendo una humilde mujer. A ella no le hizo falta que nadie la colocase en un consejo de administración. Quizás se intuye que no me gustan las cuotas, pero eso no significa nada. Creo que el mundo se gobernaría mejor y más eficientemente si lo gobernaran las mujeres, que habría menos guerras, que se perdería menos tiempo en discursos y habría más espacio para lo que no es racional (es decir, para el principal motor de la acción humana) en las decisiones. Tal vez eso haga necesarias un tiempo las dichosas cuotas, pero no me gustan nada, y creo que todo pasa por que la mujer evite la tentación de mimetizarse en hombre para conseguir sus objetivos.

¿Qué debe hacer hoy una mujer soldado, clara manifestación de conquista de un ámbito muy masculinizado, si la consigna que guía la huelga es condenar ejércitos como aquel en el que ella ha querido integrarse?

Porque la pregunta que ese mimetismo me provoca es si existe una identidad femenina. A la luz del manifiesto que pretende dar sentido a la huelga convocada para hoy, no parece quedar demasiado clara. Las reivindicaciones que en él se recogen o son solo de una parte de las mujeres (aquellas que crean que el mundo actual es neoliberal y que el neoliberalismo es anatema) o desbordan claramente lo que es una mujer: la lucha contra la discriminación por orientación sexual es una lucha de las feministas, pero ¿su causa es feminista?  En suma, un hombre que se sienta mujer y una mujer que se siente hombre, ¿con qué bando han de luchar si se habla de “lucha” feminista? Y quien no comparta todas o parte de las reivindicaciones del manifiesto ¿qué hace hoy? ¿Qué debe hacer hoy una mujer soldado, clara manifestación de conquista de un ámbito muy masculinizado, si la consigna que guía la huelga es condenar ejércitos como aquel en el que ella ha querido integrarse?

El manifiesto se refiere a la mujer trabajadora, pero no habla de todas aquellas mujeres que han optado por un curioso trabajo: prostituir su cuerpo o su espíritu por estar cerca del poder, por estar cerca del dinero, por un papel en una película, por alcanzar la gloria o sencillamente la fama, utilizando para ello eso que el feminismo parece obviar y que muchas adolescentes (y casi niñas) utilizan ya como arma de “empoderamiento”, que es su capacidad de atracción sexual. Luego algunas han dicho que “me too”, pero no sé si un poco tarde (todos los que saltan de los barcos tan tarde provocan inquietud…). Y lo han hecho en ese sistema consumista, materialista o dominado por los hombres (pero también por algunas mujeres: Winfrey o Botín o Dancausa o Merkel, por no recordar a Thatcher, Bachelet, o la Rice que sucedió a Kissinger) que el manifiesto tanto critica. La recurrente excusa es que el mundo las ha hecho así, que ellas no actúan con libertad y, en última instancia, juntándolas con quienes no secunden la huelga o no vayan a la manifestación, que no merecen ser consideradas mujeres, o que son mujeres aberradas. O sea, que la libertad ajena solo es tal cuando coincide con lo que pensamos.

Aunque falte mucho para la efectiva igualdad de oportunidades, ¡cuánto ha sucedido en tan poco tiempo! 

Junto a las críticas absurdas (nunca la mujer estuvo más cerca de la paridad que en este mundo que el manifiesto critica), y aunque falte mucho para la efectiva igualdad de oportunidades, ¡cuánto ha sucedido en tan poco tiempo! Incluso a costa de que solventar injusticias históricas haya tenido que significar en muchos casos cometer injusticias individuales sobre hombres magníficos. Decimos, y en eso consiste la discriminación positiva, que el precio a pagar vale la pena. Debe seguir siendo así, debe valer la pena.

Una mujer muerta por serlo es una herida en el alma de todas, yo diría que de cualquiera que tenga alma. ¡Por supuesto que nos queremos vivas, y tan dignamente tratadas como cualquier ser humano! Pero no más. Porque no ha de olvidarse que la única legítima posibilidad de éxito a largo plazo para la causa feminista es que los hombres (no los políticos, que dicen lo que hay que decir, sino los hombres en general) no la entiendan como una causa contra ellos. Y que la mujer recuerde que es poseedora de un hecho diferencial evidente, acabe materializándolo o no. No es una carga, ni un derecho, es una cualidad única, y para algunas, la cosificación del milagro. Como dice Javier Pérez Royo, la igualdad es el constructo más artificial, mucho más que la desigualdad, porque a la vista está que somos diferentes. Maravillosamente diferentes.