Coged un compás y un mapa de los Països Catalans. Clavad la punta metálica en vuestro pueblo o vuestra ciudad. Abrid el arco y dibujad una circunferencia del que, a escala real, correspondería a unos 80 kilómetros, palmo arriba, palmo abajo. El territorio que quede dentro de la redonda es vuestra casa, física y metafóricamente. En general, encontraréis semejanzas en el hablar, las tradiciones, el baile, la música, la gente, el paisaje y una buena parte de la historia, con matices, claro está. No importa si el aro traspasa fronteras administrativas, ni cuántas veces lo hace, ni de qué tipo son. Aquello, es vuestra tierra. Nuestro hogar. Ahora, sin embargo, la modernísima figura de la provincia vuelve a tomar fuerza, gracias al Gobierno más de izquierdas de la historia y a unos reyes rodeados de corrupción por todas partes y empeñados en hacer videoconferencias para justificar un sueldo fruto de la genética.

Os pongo un ejemplo práctico y estoy segura de que cada uno podría explicar alguno similar, dependiendo de donde viva. Mi hermano y mi cuñada con sus hijas pequeñas viven en Rossell, un pueblecito de la provincia de Castellón, junto a Catalunya, a sólo 6 kilómetros de La Sénia, que es la primera población de la provincia de Tarragona por el sur y por el interior. Pues bien, se ve que yo podré ir al Vendrell, si quiero, pero no a visitar a la familia en Rossell, que tengo mucho más cerca, junto a la veguería del Ebre (por cierto, el proyecto de veguerías que proponía aquel Estatuto cepillado por los mismos que ahora mandan). Aparte, cuando llamo por teléfono a casa a mi hermano tengo que marcar el 977, prefijo de la provincia de Tarragona, porque están tan cerca del límite que, en su día, a los técnicos les salía más a cuenta acabar de tirar el cable para acá que para allá. Pero eso sí: no pueden ver TV3 en el pueblo. Ideal. Ya veo que tendremos que quedar con mis sobrinas en el río que hace de bisagra (no de frontera) y jugar a hacer sopitas con las piedras planas, a ver cuántos guijarros conseguimos hacer llegar a la otra orilla a base de hacerlos rebotar sobre el agua.

La realidad no puede ser gobernada desde tanta distancia. La ignorancia, desde la lejanía, aumenta como las dioptrías. Pretender homogeneizar la diversidad es como intentar terraplenar un paisaje

Los límites de la veguería del Ebrw coinciden con los de la región sanitaria y eso pasa en todo el país: 8 regiones sanitarias, 8 veguerías no implementadas. Si yo planto la punta de mi compás en Tortosa, de donde soy y donde vivo, mi circunferencia no llega a la ciudad de Tarragona, que es la capital de mi supuesta provincia. En cambio, abarco desde Morella (Els Ports-Castelló) hasta Valderrobres (Matarraña-Teruel) pasando por Falset (Priorat-Camp de Tarragona). La veguería del Ebre limita con 9 comarcas de 4 provincias diferentes: Matarraña, Bajo Aragón-Caspe y Maestrazgo (Teruel), Bajo Maestrazgo y Ports (Castelló), Baix Camp, Priorat (Tarragona) y Garrigues y Segrià (Lleida). Y todo eso, en el marco de 2 autonomías: Aragón y País Valencià. ¡Ay no, calla! que ahora las han suspendido.

No puedo visitar a la familia que vive a 6 km de Catalunya, en la provincia de Castelló, pero me podría ir a El Vendrell: un despropósito que nos quiere rígidos cuando somos rótula

En las Terres de l'Ebre somos unos 180.000 habitantes y, por término medio, vivimos allí 54 personas por kilómetro cuadrado. Según el idescat, la densidad de población en Barcelona es de 16.149 y en Tarragona de 2.324, por ejemplo. Nosotros, ni saliendo todo el mundo al mismo tiempo ocuparíamos todo el espacio ni podríamos incumplir la distancia de seguridad. No llegamos a los 200 casos positivos, los sospechosos de ser positivos a duras penas llegan a los 1900 y ha habido menos de 40 muertes (datos de hace tres días). Sólo 10 de los 52 municipios que conforman el territorio están sometidos a los horarios por franjas marcados por el desconfinamiento: Tortosa, Deltebre, Ametlla de Mar y Roquetes (en la comarca del Baix Ebre), Amposta, La Ràpita, Alcanar, Ulldecona y La Sénia (en El Montsià) y Móra d'Ebre (en La Ribera de Ebre). En la Terra Alta, el pueblo mayor, la capital Gandesa, tiene escasos 3.000 habitantes. Eso quiere decir que en los más de 3.300 kilómetros cuadrados de extensión hay 42 localidades de menos de 5.000 habitantes, pero resulta que nos tenemos que someter a las decisiones de desconfinamiento escalado que se toman desde el urbanocentrismo más recalcitrante.

Sólo 10 de los 52 municipios de L'Ebre superan los 5.000 habitantes, tenemos una densidad de población de 54 y se han registrado menos de 200 casos y menos de 40 muertes por Covid-19

La realidad no puede ser gobernada desde tanta distancia. La ignorancia, desde la lejanía, aumenta como las dioptrías. Pretender homogeneizar la diversidad es como intentar terraplenar un paisaje y los horizontes no se pueden recortar en todas partes igual contra el cielo. ¡Eh! y ya entiendo que de alguna manera tienen que hacer la desescalada pero escoger la de los límites provinciales marcados allí por 1833, cuando reinaba Maróa Cristina de Borbón, no parecería la fòrmula más vigente y progresista posible. Vamos de un Borbón en otro, eso sí que es una epidemia. La realidad ha cambiado bastante desde principios del siglo XIX. De hecho, puestos a ir atrás, habrían podido llegar a los mapas de la era napoleónica, allí por 1814, que dentro de todo tenían una división administrativa que era más racional que la de las provincias y, entonces, buena parte de la Catalunya Nueva éramos un único departamento, con Fraga y Mequinença incluidas. Y ya que estamos, estas dos poblaciones aragonesas son de la misma comarca (Baix Cinca) aunque de diferentes provincias (Huesca y Zaragoza) pero no se podrán visitar entre ellas ni con nosotros tampoco, que por el río estamos más cerca que por carretera.

Todo es un despropósito que nos quiere rígidos cuando somos rótula, que nos quiere rectos cuando somos curva y que no ve más allá de su nacionalismo centrifugador. El perímetro que amo y donde vivo tiene más que ver con la cartografía de ahora que con los obsoletos mapas políticos de hace 200 años, el coronavirus sí entiende territorios y la provincia auténtica donde yo vivo es redonda, no cuadrada como la cabeza de los que toman este tipo de decisiones.