Dormirás más días fuera que en casa. El colchón será otro y quizás te cueste más encontrar los sueños; como en tu camita no se duerme en ningún sitio, ¿verdad? Apoya tiernamente, como dice Proust en su particular búsqueda del tiempo perdido, "las mejillas contra las mejillas de la almohada que, llenas y frescas, son como las mejillas de nuestra niñez". Allí, en la niñez, te sentirás siempre bien. Ahora ya no tendrás los macarrones de tu madre, a pesar de que a ti no se te da del todo mal eso de la cocina. Cada fin de semana irás arriba y abajo, carretera y manta, tu maleta y tú, tú y tu maleta, cada vez más llena de vivencias. Porque, eso sí, además de ser un buen estudiante tienes la obligación de vivir al máximo esta nueva experiencia. Puedes hacer novillos algún día pero sin pasarte, ¿eh? Todos lo hemos hecho alguna vez: aunque no te lo parezca, los adultos hemos pasado por el mismo camino por el que tú ahora empiezas a transitar. Este de ahora, sin embargo, es solo tuyo. Tú marcas el paso. Nosotros estaremos cerca, sí, pero empiezas a ser el dueño de las riendas de tu vida. Te quitamos las dos ruedecillas posteriores de la bici y ahora pedaleas tú solo. Por suerte, a ti el deporte te gusta, no en balde estudiarás INEF, y tienes las piernas fuertes. Y si algún día tienes que llorar (por añoranza, por un disgusto o porque sí) no te avergüences. Simplemente, escoge si quieres llorar solo o si le permites a algún amigo compartir tus lágrimas. ¡Y adelante!

No verás a tus padres ni a tu hermana cada mañana cuando te levantes, ni antes de acostarte, como hasta ahora. Los echarás de menos, seguro, y ellos (y nosotros) a ti. Sin embargo, míralo así también: ahora te pelearás menos, que "el roce hace el cariño, pero también hace la llaga", como decimos en el Ebro. Un poco de humor no va mal. Sobre todo, ve enviando algún whatsapp de vez en cuando, no te vayas a poner demasiado salvaje tú ahora, que ya nos conocemos. Y no, colgar fotos en Instagram no cuenta como que te has comunicado con la familia, no hagas el vivo. Y sé condescendiente con tu tía, que te llamará por teléfono como quien no quiere la cosa con cualquier excusa. Piensa que eres el primer sobrino que se nos marcha a estudiar fuera. Sí, ya lo sé, no te vas a la otra punta de mundo, "solo" te marchas a Lleida, pero el caso es que te marchas cuando parece que era ayer cuando llegabas con el pelo rubio y los ojos verdes. Desde el primer momento, tu madre, tu madrina y yo nos dijimos: "¡Ui, a este niño le tendremos que ahuyentar las pretendientas!". Ya nos hemos comprado el ahuyentador, que lo sepas.

Cuando vosotros, nuestros hijos, sobrinos y nietos, llegáis a los 18 años, todos sabemos que se inicia una nueva etapa. Entráis en la universidad y el mundo empieza a tener otro color y perfil. Este importante cambio, sin embargo, en las Terres del Ebre se acentúa porque al joven le toca marcharse de casa. La oferta universitaria es escasa y aquí todo el mundo sabe que, si quieres especializarte o estudiar según qué, te toca irte lejos: Barcelona, Tarragona, Lleida, Girona, Vic. Tus padres lo hicieron. También tus tíos. Por lo tanto, a los precios poco baratos de la matrícula que pagan todos los jóvenes de Catalunya, hay que sumarles el gasto de una residencia o de un piso y los desplazamientos semanales. A los padres de aquí les sale más caro que un hijo estudie porque casi siempre se tiene que marchar fuera. Tenlo presente cuando debas estudiar para un examen. Tu esfuerzo tiene que estar a la altura del de tus padres.

Empezarás a probar la libertad. La personal y la colectiva. Eso es un regalo y también una responsabilidad. Ten presentes a los presos políticos y los exiliados cada noche cuando seas consciente de que eres libre. Harás nuevos amigos. Fíjate bien en las personas que conocerás a partir de ahora, muchas de ellas ya te acompañarán el resto de tu vida, te lo digo por experiencia. Compartirás pupitre o piso con alguien que quizás dentro de unos años te puede salvar la vida. Tal como te lo digo. También habrá moscardones. Déjalos hacer y lleva una botellita de insecticida siempre encima, por si hay que alejarlos. En general, sin embargo, la gente es buena. Sobre todo, aprende. Aprende mucho y no solo de los libros. Si sales a correr por el campus, ponte mi música algún día en los auriculares, que no todo tienen que ser Melendis y compañía, haz el favor, y no todo el mundo tiene una tía cantautora. Abre los ojos y crece, pero no pierdas del todo la inocencia, mantén siempre la capacidad para sorprenderte, si no te arriesgas a que todos los arcoíris acaben pareciéndote iguales. Y no.

Ya no podrás nadar tanto por el Ebro, podrás ver menos a tus amigos, no sé cuándo podremos hacer aquella excursión pendiente en bicicleta y ya no me pedirás que venga a buscarte con la furgoneta a no sé dónde porque has quedado con no sé quién a no sé qué hora extraña. Mi rol de tía caracol, con la casa con ruedas a cuestas, pierde a uno de sus mejores clientes. Intenta ser menos despistado, porque ahora no tendrás a tus padres a todas horas subsanando tus descuidos o a tu hermana y a tus primos cubriéndote las espaldas.

Cultívate el espíritu como tu yayo cultiva la sandía: lustrosa, brillante, grande, dulce y con pocas pepitas. Echa raíces de aquellas que admiten ser trasplantadas y ve a pasear cerca del río de vez en cuando. Te hará bien. Piensa que el Segre es afluente del Ebro, mirar las aguas te hará sentir más cerca de casa y de los tuyos, recuerda que el agua que pase por delante de tu nueva ciudad al cabo de unas horas pasará por delante de tu tierra de siempre. Seremos parientes por parte de río, como ya sabes que me gusta decir. El río es vida, es un buen amigo. Quizás si arrojas un barquito de papel al río se dirija hacia Tortosa. Si lo pruebas, avísame y saldré al balcón.

En Lleida, descubrirás que las chicas son mujeres y que tú puedes ser un hombre, y nuevos nombres te besarán la adolescencia que ya empieza a marcharse de tu cuerpo. ¡Ay, niño! Si parece que fue ayer cuando venía a buscarte al colegio y tú y tus temores me dabais la manita para cruzar la calle, y en un abrir y cerrar de ojos ya estoy viendo que serás tú quien me tendrá que acompañar a mí y a mis arrugas a cruzar la calle. Ahora sé que cuando vuelvas a Roquetes y a Tortosa dentro de unos años, con la carrera bajo el brazo, serás otro. Y cuando tú vuelvas se marcharán los otros sobrinos y ya no daré abasto para escribiros cartas a todos. La rueda empieza a girar de manera imparable. Solo te pido que cuando vuelvas seas otro, mayor, sí, pero con el mismo fondo que ahora, que lo tienes profundo y limpio, como la mirada. Un poco rebelde, de acuerdo, que a los jóvenes más vale tener que decirles "¡sooo!" que "¡arreee!". De toda la vida.