El martes y miércoles el Hemicirco lo fue más que nunca gracias a un guest star, Ramón Tamames. Los bufones se superaron. Sin embargo, hay unos puntos que habría que resaltar porque, si hubiera sido todo serio, hubiéramos sufrido unas consecuencias próximas al cataclismo. De entrada, presentar a Isabel la Católica como adalid del feminismo justifica con creces aquello de "no se puede decir nunca que creemos haberlo visto todo". Y por si no fuera suficiente, a pesar de ser mujer, la reina de Castilla "tenía más poder que el rey" en palabras del candidato a presidente del Gobierno. ¿Mandaba dónde? En su casa, como la esposa del auténtico promotor de la moción. Feminismo doméstico, se diría.

Primero de todo, fue una moción en fraude de ley. Decimos que hay fraude de ley cuando se utiliza una previsión legal para obtener finalidades que el derecho no contempla o incluso prohíbe. Como, por ejemplo, contratar como autónomo a quien, en realidad, es un trabajador por cuenta ajena; o disfrazar de compraventa una donación, por motivos fiscales. O presentar una moción de censura sin que el candidato presente un programa de gobierno.

En efecto, Tamames omitió cuál sería su programa de gobierno. Hizo una diagnosis de la situación política, la que creyó adecuada, pero no expuso qué haría su gobierno. No cabe decir que podría encontrarse en un borrador filtrado en la prensa. La moción de censura es personal, pública y oral, sometida a acto parlamentario de confianza. Lo único que pretendía la moción era puro agitprop soviético.

De haber triunfado la moción no sabríamos qué programa habría llevado a cabo Tamames. Podría ser que para Tamames, hoy en día, la diferencia entre la España de Franco, que lo llevó a la prisión, y la actual no debe ser muy significativa. Quizás, incluso, considere que el franquismo era una democracia, orgánica, pero democracia, al fin y al cabo. Menos mal que la vejez suministra sabiduría en abundancia. Menos mal.

Entramos en la pesadilla de las ucronías. Supongamos, malgré tout, por un momento, que Tamames hubiera ganado la moción y se hubiera convertido en presidente. Imaginemos algunos de los ministerios y altos cargos. Como jefe de gabinete del presidente, Sánchez Dragó; ministro del Interior, al ser comisario honorario, Marhuenda; ministro de Obras Públicas, Espinosa de los Monteros; ministro de Educación, Ciencia y Universidades, Buxadé; Ministerio de Justicia, Ortega Smith; ministro de Sanidad, Garriga... y administrador de un nuevo y radical 155 en Catalunya, Vargas Llosa. Todo valdría contra el Gobierno okupa, socialcomunista, separatista-terrorista que dibujan las extrema y extremísima derechas.

La fanfarria del imperio, la del lado oscuro, no ha sonado. Todavía hay decencia, no en todos los terrenos, pero sí de mínimos. Por otra parte, nadie ha dicho ninguna de las dos frases mágicas que hubieran hecho traquetear la galaxia hispana: ni golpe de timón, ni gobierno de concentración. Los encantadores de serpientes distan mucho de tener hoy por hoy fuerza suficiente para cambiar el actual estado de cosas. Ganas muchas, pero ni fuerzas ni, como se ha manifestado, apoyo mediático. El aislamiento, nacido del odio, no de la confrontación ideológica, es hijo del escorbuto político que un sector viene arrastrando generacionalmente desde tiempos inmemoriales. Afortunadamente, eso los hace incapaces para llegar el poder democráticamente.

Ni tampoco se ha mencionado Venezuela, como siempre, a fin de mal. Podemos seguir disfrutando de Alma lanera y relajarnos hasta el próximo embate. O hasta la próxima pasada de la mano por la cara a una comisión de investigación del Parlamento Europeo. Total, por unos Pegasus de más o de menos, no nos enemistaremos ahora. No, ¿verdad?