Joan Josep Omella no se había imaginado nunca ser creado cardenal. Yo sí me lo había figurado ya en la Capilla Sixtina. Parece que no, pero mirándolo bien tiene el ademán de cardenal. No por la pompa, que no le pega a su aire sencillo alérgico a las sofisticaciones. Pero sí por el aspecto. Pero enseguida mi imaginación se cortó en seco. Asumí que el papa Francisco no seguía la tónica de nombrar cardenales a los arzobispos de diócesis que habitualmente eran sedes cardenalicias. Barcelona quedaba por lo tanto descartada. Pero el pillo del papa Francisco ha vuelto a hacer de las suyas. No solo ahora nos podemos imaginar a Joan Josep Omella en la Capilla Sixtina, sino que si hacen volar un poco más la imaginación, lo podemos visualizar como posible Papa. No avancemos acontecimientos ni tracemos ninguna ruta al Espíritu Santo. Simplemente, es estimulante la idea. Con Omella cardenal, aparte de equilibrar Madrid y Barcelona en el mapa episcopal español, el Papa demuestra que escoge personalmente a los candidatos a asesorarlo. Este movimiento deja fuera a los sempiternos italianos, que ya empiezan a aceptar resignadamente que han pasado a la historia. Y da alas a las periferias. Porque Laos, Suecia, Mali, El Salvador y Catalunya no son el centro del cristianismo, precisamente.

El Papa ha puesto a Omella en una situación muy privilegiada. Barcelona ahora tendrá dos cardenales, porque el cardenal Sistach, a sus 80 años, mantiene o incluso ha intensificado su vigor. Por lo tanto, contaremos con una doble fuerza cardenalicia.

Con Omella cardenal, aparte de equilibrar Madrid y Barcelona en el mapa episcopal español, el Papa demuestra que escoge personalmente a los candidatos a asesorarlo 

Esta semana, aparte de comunicar esta decisión del consistorio, el Papa ha seguido haciendo peripecias bergoglianas, ahora en Ostia, donde se ha presentado en diferentes casas para bendecirlas, una costumbre que se estila en Italia en esta época pascual.

Debe de ser muy inaudito que llamen a la puerta, abras y sea el papa Francisco. Normalmente te esperan la sonrisa de los mormones o el sermón de una compañía telefónica. Diez familias de la periferia romana han abierto y allí estaba feliz el Papa. Los últimos serán los primeros. La periferia sigue siendo prioritaria para el pontífice. Todo lo que está lejos tiene precedencia. Los centros de poder no le gustan. Estas familias sabían que iría el cura que una vez al año pasa por los pisos para bendecir, pero se han encontrado con el supercura. Cuando vivía en Roma, me gustaba especialmente este momento del año. Llamaban al timbre, si te apetecía que te bendijera la casa, le abrías al cura, que se quedaba normalmente en el recibidor, y si lo conocías y tenía tiempo se quedaba a tomar un café. Bendecir es un acto que se ha perdido, y era muy potente. Invocar la protección de Dios sobre las personas y las cosas no es un acto inútil, para los que creen. Porque no todo viene ya "bendecido", sino que estas acciones son interesantes porque te conciencian. Los americanos religiosos siempre bendicen la mesa. Recordar que lo que comerás es un don, y que hay quien no tiene que comer, te sitúa. Jorge Bergoglio, cuando fue escogido Papa, lo primero que hizo al salir al balcón de la basílica de San Pedro del Vaticano fue justamente pedir la bendición. Magistral. Miles de personas esperando ser bendecidas por el Papa, y va él y pide al pueblo que lo bendiga. La creatividad es eso: cambiar la perspectiva, innovar, sorprender.

Invocar la protección de Dios sobre las personas y las cosas no es un acto inútil, para los que creen

A ver Omella cardenal con qué nos sorprenderá. Ya ha expresado su deseo de que su nombramiento sea un "estímulo" para hacer cada vez más una Iglesia "pobre al servicio de los pobres", y a pesar de admitir que Catalunya es una sociedad secularizada, ha reconocido "bien vivos" muchos "fermentos de fecunda vida cristiana". Se espera, con este nombramiento, un refuerzo de las políticas del papa Francisco y una presencia más decidida de las instituciones eclesiales a favor de las palabras de orden del momento: acogimiento de los refugiados, misericordia a tutti pleni y una actitud realmente esperanzada. Que el eco se extienda por todas las diócesis catalanas, que no siempre andan a la misma velocidad que el bólido Bergoglio y uno de sus cien copilotos, el neocardenal Omella.