Mis tardes no suelen ser tranquilas, tomando el té en casa de una obispa, casada y con hijos. De hecho, pocas son las obispas que he conocido y ciertamente no las identificaríamos como católicas, porque esta cuestión de la ordenación de las mujeres en el seno del catolicismo no se contempla.

La semana pasada, un grupo de personas invitadas por el London Faith Forum (el Foro Londinense sobre la Fe) nos encontramos con Sarah Mullally (1962), que es una obispa anglicana que además es enfermera de profesión. El día 8 de marzo (Día de la Mujer) de 2018 fue consagrada obispa de Londres. No es un cargo menor. Antes había sido enfermera jefe del Reino Unido y había trabajado en el Servicio Nacional de Salud como directora de la relación con los pacientes. La obispa Sarah nos acogió durante una tarde en su casa, en Londres, en la residencia de los obispos de Londres. Es una casita encantadora en medio de la City, un residuo de madera en una zona de Londres que crece a base de acero y de cristal. Su hijo todavía le pregunta si hay un pasadizo secreto que conecta con los palacios londinenses donde se cuece la política.

En el encuentro éramos 4 mujeres, el resto eran hombres, la mayoría judíos y musulmanes. Las mujeres, dos musulmanas, una judía y yo misma. La obispa Sarah, de entrada, crea un choque visual, pero al cabo de un minuto ya no das importancia al cliché cultural –no estamos acostumbrados a ver a mujeres mosenes– y ves a una mujer, líder, que está preocupada por las consecuencias que el Brexit pueda tener en los más vulnerables, y que habla de teología, espiritualidad, pero sobre todo de la vida y de sus dificultades. Esta mujer, que por el hecho de tener doble vocación (enfermera y pastora), sabe cómo atender a las personas. Esta mujer es una excepción descomunal en un mundo marcado por hombres que hasta ahora habían ocupado su sitio.

Que haya obispas no arregla automáticamente los problemas que encaran las iglesias, ni la anglicana ni la católica. Los problemas estructurales del clericalismo no se arreglan con más clericalismo, sea protagonizado por hombres o por mujeres. El problema del autoritarismo, de la obediencia mal ejercida, del poder que no es servicio en el bien común... no son asuntos solucionables a golpe de ordenar a mujeres. Sería inocente pensarlo. Sin embargo: la presencia naturalizada de mujeres, que junto con hombres puedan llevar la barca de una institución que tiene sentido si es lo que tiene que ser, me parece un aspecto positivo y que en los próximos años se tendrá que poder discutir.

La obispa Sarah es la número 133 de la historia. Los 132 obispos anteriores han sido hombres. La obispa es una Dama del Imperio Británico que ha tenido una exquisita educación teológica pero con orientación práctica. La obispa Sarah no nos habló del sexo de los ángeles, sino de los crímenes que tienen lugar en Londres (no sé si eso pasa a Barcelona, se preguntó), de la gente que quedará empobrecida con el Brexit, de las tensiones entre culturas que se excluyen. Londres es uno de los lugares donde los fieles anglicanos crecen. No sé si es por el efecto de la obispa que tienen, pero no me extrañaría, porque la fe también tiene relación con las personas, y no sólo con dogmas o creencias.